«Semillas de esperanza»
Saludos

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Cuando leo las cartas de san Pablo, me agrada ver que allí, además de temas doctrinales, orientaciones morales, regaños y exhortaciones, el apóstol envía saludos a muchas personas y comunidades. Basta con echar una ojeada al capítulo 16 de la Carta a los Romanos.

Los hombres y las mujeres que Pablo ha ido conociendo no son objetos que se olvidan sino personas que lleva en su corazón.

Las personas con quienes nos hemos encontrado han afectado nuestra vida, sea de manera positiva o negativa. Con sólo decir un nombre, un cúmulo de recuerdos viene a nuestra mente, y se despiertan diversos sentimientos en nuestro corazón.

Cuando no podemos tener un encuentro directo con las personas que amamos, buscamos otros medios: una llamada telefónica, un correo electrónico… En otras ocasiones aprovechamos el viaje de una persona conocida por ambos para enviar una carta, un regalo. Muchas veces también, cuando hablamos con alguna persona o le escribimos, le pedimos que salude de nuestra parte a otras personas.

Cuando recibimos saludos de alguien, nos alegramos, pues es un recordatorio de que esa persona nos ama, de que somos importantes para ella. Lo mismo sucede en el corazón de los demás, cuando reciben nuestros saludos. El saludo es un leño que aviva la hoguera de la amistad.

Yo prefiero llevar saludos escritos (aunque sea en un trozo cualquiera de papel) a recados verbales, pues con éstos últimos existe el riesgo de transmitir un mensaje equivocado.

Me gusta llevar saludos o recuerdos (aunque a veces el recuerdito sea un pesado o voluminoso paquete), pues me permite ser mensajero del afecto entre una persona y otra.

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