«Semillas de esperanza»
Servicio

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Querer que nos sirvan, que nos pongan atención, que nos tengan en cuenta, es algo natural. No podemos decir que una persona sea mala porque quiere que le sirvan. Pero vivir buscando sólo ser servidos contradice la propuesta evangélica. Jesucristo vivió en una actitud de servicio y de total entrega: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir, y a dar su vida como rescate por todos» (Mt 20,28).

El servicio es una consecuencia necesaria del seguimiento de Jesús. En el evangelio muchas veces van unidos los verbos seguir y servir (cf. Mc 15,41; Jn 12,26). Es imposible seguir a Jesucristo sin, al mismo tiempo, considerarnos servidores de los demás.

Lo central en la vida cristiana es el amor; y el servicio es una encarnación de nuestro amor a los demás. Si de veras amamos, servimos.

Cuando no queremos servir, lo manifestamos a los demás, aunque sea sin palabras. Es como si en el pecho, en la puerta de nuestra casa, habitación u oficina tuviéramos un letrero que dice: «¡No me molesten!» Por el contrario, si nos hacemos disponibles para el servicio, todos se sentirán en confianza para solicitar nuestra ayuda.

Lo más difícil del servicio es el no escogerlo nosotros, sino que nos lo pidan los demás, y que lo hagan en el momento más inoportuno.

Sólo realizando muchos actos concretos de servicio llegaremos a ser serviciales y a considerarnos servidores de los demás. Entonces todos podrán disponer de nuestras capacidades y cualidades, de nuestros conocimientos, de nuestra fuerza física o moral, de nuestro tiempo. Total entrega.