AL FIN, LIBRE
Amigo Miguel: nada de timidez, porque vuestros mensajes -y más lo
que vienen picando- me sirven a mí para hacer los míos con las repuestas: De
momento me dejo de filosofías y, como decía San Pablo- de “huecas sutilezas”
y voy de cabeza a asunto. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías
y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los
rudimentos del mundo, y no según Cristo. (Colosenses 2:8).
No soy teólogo –repito- ni quiero serlo, y así lo digo siempre que se
presenta un caso así. A lo sumo un aprendiz . Pero todos tenemos algo que decir,
y unos y otros nos abrimos a nuestros distintos pensamientos. Eso -con respeto-
es bueno a todas luces. Si vamos a lo que vamos, sin entrar en disquisiciones
filosóficas, vemos que los mandamientos son solo diez, y no hace falta descubrir
nuevas américas, para entender que donde dice “no matarás” es que no mates,
y así todo.
Darle vueltas con el cura o pastor que ha caído en la carne, por falta
de oración, por fuerte tentación… o por lo que sea, ya no es argumento. ¿A que
viene ese encarnizamiento y por qué se les exige tanto? Son seres humanos, de
carne y hueso. Lo que vale es el orden magistral que existe en la creación, y que
requiere por la práctica y por la filosofía, un Hacedor. Realmente me da grima
decir siempre lo mismo, pero los argumentos en contra me hacen expresarme
así. Una lata.
Yo no puedo –ni ya quiero- demostrarte, como quieres, la existencia de
Dios, y menos si tengo que amoldarme a tu forma de pensar. Realmente, el que
en rigor no puede demostrar su inexistencia eres tú. Y te digo más. Ya estoy en
un camino, en el que poco me importan las casuísticas, y las problemáticas, los
argumentos, y los contra argumentos. Me dirijo fijamente por donde me indica
Jesús, y me siento cómodo y contento. Y que cada uno haga lo que quiera.
Y te digo algo más, para todos los que -como nosotros- entramos en
tanto tiquismiquis. Cuanto más me introduzco en discusiones, más dejo de leer
mi Biblia. He de confesarte que cada día me interesa menos la polémica. Me
gusta como creo y como vivo, y eso me basta
Ya no quiero más razones vanas. Ni justificaré cada día mi fe y como
vivo. Yo proclamo el nombre de Dios, y sigo a Jesús; eso me basta. Oraré más,
y leeré mi Biblia más; el Señor se encargará de darle forma a mi acción. Esta
descansa solo en el anuncio de que -para los perdidos, que éramos todos- hay
una salvación que está al alcance de cualquiera que desee vida eterna y paz en
sus días. Ya está hecha la oferta; tómela el que quiera. Es su elección. En el
texto bíblico que sigue está explicada la oferta.
AMDG
Rafael Marañon