“Dios lo puede todo” (Mc 10,27)
Felipe Santos, SDB
Hay pan para todos cuando el reino de Dios
desencadena procesos de entrega y solidaridad. No
comiences la jornada a solas. Hazlo siempre con
Dios.
Abro mis manos y mi corazón
y me dejo hacer por ti.
Yo me hago capacidad
y Tú te haces torrente de gracia.
El relato de hoy debe ser leído desde el contexto de la subida de
Jesús a Jerusalén, camino que deben recorrer los discípulos y
todos los que realmente quieran seguirle: Es el camino de la cruz.
Precisamente en este recorrido aparece un hombre muy rico que
desea seguirle. Por lo que nos dice el texto, este hombre es un
buen judío, es piadoso y cumplidor de los mandamientos de Dios,
cosa que le permitiría tener la conciencia tranquila y la bendición
de Dios (justificando de esta manera sus riquezas); sin embargo,
Jesús le hace ver que, para obtener la vida eterna y para poder
seguirle, es necesario algo más. No basta con cumplir y ser un
buen hombre; no basta con acumular méritos y prácticas
religiosas; hace falta lo esencial: la misericordia y la justicia con
el prójimo, vender todo y darse todo a los demás; es decir, tener
las manos vacías para poder seguir al Maestro y obtener así las
riquezas del Reino. Sólo quien es capaz de abrir toda su existencia
al amor y a la solidaridad con los hermanos, especialmente con
los más pobres, puede comprender y participar del Reino de Dios.