Falsedades cristalizadas
P. Fernando Pascual
27-2-2011
La situación era tensa. A un lado, los manifestantes. Frente a ellos, la policía. Un grupo de
manifestantes empezaron a lanzar piedras y objetos incendiarios. La policía respondió con una
carga sobre la multitud. Algunos manifestantes reaccionaron con violencia: cristales rotos, coches
incendiados, confusión y rabia.
La noticia quedó recogida de modo distorsionado por una agencia de prensa: acusó a la policía de
haber iniciado los desórdenes. Los periódicos la difundieron sin mayores dudas. Los blogs gritaron
de mil maneras que la policía fue la culpable de todo. Si alguien, tímidamente, explicaba que había
estado allí y que vio cómo la primera agresión tuvo su inicio en los manifestantes, recibía insultos
desagradables y acusaciones de ser aliado de la policía y enemigo del pueblo.
Lo anterior ocurre no sólo con hechos sencillos, sino ante situaciones más complejas, más difíciles,
más dolorosas. Golpes de estado y guerras, asesinatos y rebeliones, tiranías y presuntas democracias
llenas de engaño, son analizadas de modo distorsionado durante periodos más o menos largos de
tiempo, con el agravante de que cualquier intento por corregir las falsedades de los datos queda
sepultado entre insultos o incluso bajo persecuciones más o menos sutiles pero no menos dañinas.
No resulta fácil desmontar falsedades que han quedado cristalizadas. Resulta mucho más cómodo
atrincherarse en las certezas adquiridas que ponerlas en discusión. Sobre todo, resulta una práctica
habitual de grupos de poder cultural, ideológico o político, impedir cualquier esfuerzo sincero por
superar las mentiras sobre los hechos para que brille la verdad y se defienda la justicia.
Las falsedades cristalizadas pueden durar semanas, meses, años, incluso siglos. Pero la verdad no
queda destruida bajo la avalancha de mentiras repetidas miles de veces. Sigue siempre abierta la
posibilidad de aniquilar mitos engañosos e interpretaciones falseadas de los hechos con hombres y
mujeres honestos y dispuestos a ir más allá de lo aceptado por las mayorías.
Si la verdad no llega a ser reconocida en nuestro planeta inquieto y confuso, si la falsedad sigue y
sigue por años y años, queda abierta una esperanza: existe otra vida donde un Juez justo declarará
culpables a los delincuentes y asesinos (aunque la “historia” los haya exaltado como héroes), y hará
brillar a los inocentes que vivieron de modo íntegro y honesto.