“De los que son como los niños es el Reino de Dios”
(Mc 10,14)
Felipe Santos, SDB
Las cosas bellas empiezan a nacer en el corazón de
un niño. El don de Jesús se convierte en ellos en
una fuente de gracia para todos. Acércate a los
pequeños, míralos con cariño. Poco a poco te
descubrirás tu propio rostro.
Ando buscando tu rostro, Señor.
Y Tú te escondes en los pequeños.
Enséñame a recorrer los caminos de la infancia
confiadamente.
Dentro del contexto judío de la época, los niños formaban
parte del mundo marginado; eran parte de esos grupos que
no contaban en la sociedad y que eran mal vistos por las
autoridades políticas y religiosas. Sin embargo, Jesús
afirma en este relato que los destinatarios del Reino de
Dios son todos los que se hacen como ellos, es decir, los
que asumen como forma de vida normal la sencillez, la
inocencia, la pureza de corazón, ya que los niños nada
poseen, no buscan el poder, no actúan con doble intención
y esperan siempre estar junto con sus padres. Para
Marcos, los pobres son los niños, y en ellos se ven
reflejados los que sufren la explotación, el rechazo, la
pobreza y la muerte; todos ellos son los preferidos del
Padre, a ellos se les ha prometido la justicia y la
misericordia del Reino, pues no tienen nada, únicamente su
esperanza puesta en Dios. Por otro lado, la actitud de
acogida y ternura con los niños por parte de Jesús expresa
el elemento esencial del Reino: Dios Padre y Madre, que
da vida en abundancia a sus hijos predilectos.