“No es de los nuestros” (Mc 9,38)
Felipe Santos, SDB
¿Por qué nos tememos tanto? ¿De dónde nos nace
este afán por dividir y trazar fronteras, cuando lo
nuevo de Dios es la comunión? Destruye toda
muralla que te impida ver el sol. Pide al Espíritu el
don de poder amar a todos.
Padre, si todos son tus hijos,
¿cómo es que no son mis hermanos?
Espíritu de amor, recrea la comunión en mi corazón.
El texto que leemos forma parte de una sección en la que el
evangelista ha reunido diversos dichos sobre el discipulado; son
como un pequeño catecismo comunitario que aborda dos temas
fundamentales: Uno, sobre la actitud que la comunidad debe tener
frente a los que no pertenecen a ella; y dos, sobre el tema del
escándalo. El relato de hoy pert enece al primer tema, en donde los
discípulos sienten celos misioneros porque han encontrado a otros
haciendo el bien en nombre del Señor. Jesús se opone a esa
actitud intolerante de los discípulos, proponiendo una actitud
abierta e incluyente, afirmando que lo fundamental del evangelio
es hacer el bien, es promover la vida. Por otra parte, esta
propuesta abierta manifiesta el carácter universal del discipulado,
pues los miembros del grupo de los Doce, aun siendo los más
cercanos a Jesús, no son los únicos interlocutores válidos del
anuncio del Reino de Dios; todos los que se sienten llamados a la
vida y a la solidaridad con los hermanos son anunciadores del
evangelio. Por lo tanto, es urgente que como Iglesia fortalezcamos
el diálogo ecuménico e interreligioso, con el fin de construir un
mundo más ético y humano.