“Tengo fe, pero dudo, ayúdame” (Mc 9,24)
Felipe Santos, SDB
Como un claroscuro, así es la vida de este padre que pide ayuda a Jesús para su
hijo. Luces y sombras, dudas y fe, habitando el mismo corazón. Pero la petición
a Jesús lo encamina hacia el manantial, hacia la fuente de la alegría. No esperes
a tenerlo todo claro para orar. También pueden brotar flores del estiércol.
Jesús, en mi oscuridad
enciende la llama de tu amor.
El tema central del relato de hoy es la incredulidad, es decir, la falta de fe en el
poder salvador de Jesús, expresada en los discípulos, que no fueron capaces de
expulsar el demonio aun teniendo ese poder (ver 6,6ª-12), y especialmente en
el padre del niño epiléptico, quien le pide a Jesús, de manera un poco
desconfiada, que sane a su hijo. Si leemos con atención, podemos descubrir que
el texto se orienta a detallar el proceso de fe del padre, quien al entrar en
diálogo con Jesús se va dando cuenta de su propia fragilidad, de la necesidad de
abrir mucho más su corazón a Dios, llegando al punto de afirmar que cree en el
poder de Jesús, pero que necesita de su ayuda para continuar en este camino.