“Este es mi Hijo amado; escuchadlo” (Mc 9, 7)
Felipe Santos, SDB
Jesús lleva a sus discípulos al monte para regalarles una experiencia de luz, de
aliento, de paz. Necesitan recuperar fuerza y coraje para seguir caminando hacia
Jerusalén. En el monte se les desvela por un momento el misterio de la persona
de Jesús, en Él se cumple la ley y las profecías; Él es el Hijo amado, a quien hay
que escuchar, aunque sus palabras suenen a cruz y a sufrimiento.
Si quieres ser discípulo de Jesús aprende a escuchar al maestro y a llevar a la
vida sus enseñanzas.
Marcos ha mostrado que el camino del discípulo llega a su culmen con la
confesión de fe en Jesús como Mesías (ver 8,27-33) y que el seguimiento se
encuentra vinculado con el camino de la cruz, en subir con él a Jerusalén (ver
8,34–9,1). En medio de este anuncio de entrega y sufrimiento aparece el relato
de la Transfiguración, que tiene como fin manifestar que en él llega a plenitud la
promesa de salvación hecha por Dios, plasmada en el Antiguo Testamento, y
cargar de esperanza y fuerza el corazón de los discípulos, animándolos a
continuar la marcha hacia la Ciudad Santa. Es importante resaltar dentro de este
texto la reacción alborotada y poco reflexiva de Pedro, quien desea hacer tres
tiendas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. Esta actitud puede
indicar el miedo de pasar de la comodidad.