“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue
con su cruz y me siga” (Mc 8,34)
Felipe Santos, SDB
Jesús tiene claro que ante su mensaje, la sociedad injusta va a reaccionar de
forma violenta. Lo sabe y no se lo oculta a los suyos. Jesús pone las condiciones
para el seguimiento, para la construcción de la ciudad nueva: renunciar a toda
ambición y rivalidad y aceptar hasta lo último, como Jesús, la hostilidad de la
sociedad injusta. Cuando seguimos a Jesús, nuestro destino es el mismo que el
de él.
Entrega la vida siendo el primero en servir, arrodillándote a los pies de los más
pobres, los sufrientes, los excluidos.
Jesús, en el relato de ayer, vio en Pedro al mismo Satanás, pues la intención del
discípulo, en ese momento, fue detener el camino del Maestro y no seguirlo. El
texto de hoy nos explica qué significa seguir el camino de Jesús; para ello
presenta una serie de características que identifican al verdadero discípulo,
todas unidas a una exigencia fundamental: Negarse a sí mismo. Tomar la cruz,
optar por Jesús, implica indiscutiblemente romper con toda clase de egoísmos y
tendencias de poder; implica salir de sí mismo para ir al encuentro con Dios, que
está presente en los hermanos. De ahí que el seguimiento sea un constante
proceso de apertura a la acción de Dios, que se evidencia a través de la
solidaridad y el amor por los otros