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EL PECADO ORIGINAL
"... Entonces Dios formó al hombre del lodo de la tierra, e inspiróle en el
rostro un soplo de vida, y quedó hecho el hombre, ser con alma viviente.
Había plantado Dios en Edén, a Oriente, un jardín delicioso, en que colocó al
hombre que había formado.
Y Dios había hecho nacer de la tierra toda suerte de árboles hermosos a la
vista, y de frutos suaves al paladar; y también el árbol de la vida en medio del
paraíso, y el árbol de la ciencia del bien y del mal... Tomó, pues, el Señor Dios al
hombre, y púsole en el paraíso de delicias, para que le cultivase y guardase.
Diole también este precepto diciendo: Puedes comer del fruto de todos los
árboles del paraíso, más del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comas; porque en cualquier día que comieres de él, ciertamente morirás.
Después dijo Dios, el Señor: No es bueno que el hombre esté solo,
hagámosle ayuda que sea semejante a él, y el Señor Dios infundió en Adán un
profundo sueño, y mientras estaba dormido le quitó una de las costillas y llenó de
carne aquel vacío.
Y de la costilla que había sacado de Adán formó el Señor Dios una mujer; la
cual puso delante de Adán... Era la serpiente el animal más astuto de todos cuantos
animales había hecho el Señor Dios sobre la tierra y dijo a la mujer: sabe Dios que
el día en que comiereis del árbol de la ciencia, se abrirán vuestros ojos y seréis
como dioses, conocedores del bien y del mal.
Vio, pues, la mujer que el fruto de aquel árbol era bueno para comer, y bello a
los ojos y deseable para alcanzar sabiduría; y cogió del fruto, y lo comió; dio
también de él a su marido, el cual comió...
A veces se oye decir que Adán y Eva no existieron nunca. Esto demuestra
que no se ha comprendido lo expresado en el Génesis. La humanidad comenzó
ciertamente algún día. ¿Con qué personas?; ¿dónde?; ¿cómo?. Le toca a la ciencia
responder a estas cuestiones, no a la Biblia. Pero la primera pareja que la ciencia
nos presenta como primeros hombres es o son lo que la Biblia llama Adán y Eva.
Estos nombres significan en hebreo el señor Hombre y la señora Vida; se trata de
nombres simbólicos que representan a la vez a los primeros hombres y a cualquier
hombre, a todos los hombres.
La serpiente: Es un animal que tiene mucha importancia en la mitología. En
Egipto, la serpiente se oponía al dios Sol durante la noche para impedir su
aparición. En Canaán, era un símbolo sexual en algunos cultos. Según la epopeya
de Gilgames, fue la que robó la planta de la vida. Todo esto pudo influir en el
empleo de la serpiente. Pero lo esencial para el texto es mostrar que el pecado no
viene del interior del hombre, que no forma parte de su naturaleza; viene de fuera.
Por tanto el hombre es responsable de sus actos.
El árbol del conocimiento de la dicha y de la desgracia. Este árbol y su fruto
son ciertamente simbólicos (no se trata de una manzana), lo mismo que cuando
hablamos de saborear los frutos del descanso o de nuestro trabajo. ¿Qué
representa este árbol?.
Descartemos una falsa interpretación: no se trata del árbol del conocimiento o
de la ciencia humana, como si ésta estuviera prohibida para el hombre. El texto
afirma lo contrario: Dios da al hombre el mundo para que lo cultive, los animales
para que les dé nombre, es decir, la ciencia para que él la cree.
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Así, pues, lo que el hombre tiene prohibido es negarse a ser hombre, querer
convertirse en dios. Sólo Dios es sabio, conocedor de la raíz de la felicidad y de la
desgracia. No se puede robar esta sabiduría, sino que Dios la da a quien lo ama con
respeto o, como dice la Biblia, a quien le teme.
La sabiduría que quiso robar Adán lo deja finalmente desnudo; descubre que
no es más que un hombre y participa del estado de la serpiente: desnudo y astuto
son la misma palabra en hebreo.
Se descubre aquí la bondad de Dios. No es celoso, como pretende la
serpiente. Tiene en sus manos, sólo Él, la vida y está dispuesto a dársela al hombre
con tal que el hombre la quiera: Te pongo delante vida y muerte...; elige la vida (Dt
30, 19-20).
Lo que los cristianos llamamos pecado original no se encuentra en el texto
del Génesis, sino en la carta de San Pablo a los Romanos (Rom 5).
El pecado del Génesis. Si Adán es el hombre, todo hombre, su pecado es
también el pecado de todo hombre, el pecado del mundo. En este sentido, cada uno
de nuestros pecados entra en ese pecado de Adán, lo aumenta, le da consistencia.
Para San Pablo, la afirmación del pecado original no es más que la
consecuencia de una verdad mucho más importante: Todos nosotros estamos
salvados en Jesucristo. Todos nosotros lo estamos, sigue diciendo, porque todos
teníamos necesidad de estarlo. Intenta demostrarlo, de forma estadística al
principio, manifestando que tanto judíos como paganos son pecadores (Rom 1-3);
más adelante, sigue su demostración de forma simbólica: puesto que Adán nos
representa a todos, y ha pecado, todos en él somos pecadores. Pero esto no es
más que una consecuencia. Lo esencial está en que todos nosotros estamos
salvados en Jesucristo. Allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Dicho
de otra forma, nos declara que no somos los que damos, sino los que recibimos la
gracia, pecadores agraciados. Y esto es maravilloso. Cuando hemos salido de un
accidente mortal, la cicatriz que nos queda es maravillosa: cada vez que la vemos,
nos recuerda que estamos vivos. El dogma del pecado original debería también
entusiasmarnos; nos recuerda que Dios nos salva en Jesucristo, que todo lo
superamos de sobra gracias al que nos amó (Rom 8,37).
Antonio Rodríguez Mateo