AL CRISTO CAUTIVO
Guarde la tarde silencio,
duerma la noche suspiros
y enmudezcan los vientos,
sus lúgubres quejidos.
Deténganse los tiempos
y sueños no sean dormidos,
que Hispanidad es lamento,
viendo a su Cristo Cautivo.
Por calles que son tormentos,
al vuelo de los gemidos
y acervados sufrimientos,
ante el injusto castigo.
Infligido a un nazareno,
cual peligroso bandido,
siendo el ser más bueno,
siendo: mi Cristo Cautivo.
Que ha dejado su templo
y al barrio compungido,
viéndole ir a paso lento,
hasta el cercano Asilo.
Para confortar a unos viejos
a los que llama: sus hijos,
y que lo esperan diciendo:
¡ya viene, Cristo Cautivo!.
Con la mirada al frente
y cordón de oro fino,
caminando silente,
en busca de su destino.
Desde un barrio penitente,
que acompaña su camino,
callado y doliente,
tras de, su Cristo Cautivo.
Paralícense las horas,
no se recoja más trigo,
y que la luz de la aurora,
no sea mudo testigo.
De un mundo que le deplora
y no encuentro motivos,
por ello, dígame ahora:
¡Cristo!, ¿por qué va Cautivo?.
Antonio Rodríguez Mateo