AMARGURA
Un hombre apenado,
su silencio escuchaba,
sin ser contestado,
por más que lo intentaba,
sus ojos cerrados,
al lejos miraban,
en un cielo nublado,
sin luz que iluminara.
De nuevo los abrió,
nada había cambiado,
tan sólo percibió,
su pecho abrasado,
un tenue rumor,
de viento airado,
le llegó a su corazón,
corazón atribulado.
Sentóse en el suelo,
observando su soledad,
cubierto con un velo,
de esquirlas de cristal,
saboreó un caramelo,
amargo de crueldad,
deseando remontar vuelo,
sin alas para volar.
Sus sienes martilleaba,
un fugaz pensamiento,
en hiel se transformaba,
a ritmo muy lento,
incansable le atormentaba,
hasta sus cimientos,
y a su espíritu no dejaba,
en paz ni un momento.
Mirando la lejanía,
volvió a caminar,
a cada paso se detenía,
con ansias de llorar,
su cuerpo se estremecía,
sin dejar de recordar,
seguía y seguía,
sin poder olvidar.
Antonio Rodríguez Mateo