EN SU AGONÍA
En la cama tendida,
su cuerpo no descansa,
jirones de vida,
por los poros se le marchan.
Triste y contrita,
mantiene su añeja cara,
en la que vaga perdida,
y ausente la mirada.
Tan extrema es su delgadez,
como blanco los cabellos,
ocultando su padecer
y quejidos lastimeros.
Sin ganas de comer
o ingerir alimentos,
con los que mantener,
sus vitales más tiempo.
Pero, comprendiendo todo,
sabiendo lo que le pasa,
y que su tiempo es poco,
tan poco cual débil brasa.
Teniendo en los ojos,
un brillo que espanta,
al que mira ese rostro,
entre sábanas blancas.
La mente le desvaría,
en algunos momentos,
quizás por la agonía,
que afrenta su cuerpo.
Y cuenta los días,
que pasan muy lentos,
porque ella querría,
estar entre los muertos.
¡Mamá!, por qué te apagas,
al igual que una vela,
si desde tus entrañas
yo, ya te quisiera.
Doliéndome el alma,
verte de esa manera.
Dios mío, que no se vaya,
déjame estar a su vera.
Antonio Rodríguez Mateo