P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
SAN JUAN DE DIOS, ENFERMERO DE DIOS
LIMA – PERÚ
1
SAN JUAN DE DIOS, ENFERMERO DE DIOS
Nihil Obstat
Padre Ignacio Reinares
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto
Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca
LIMA – PERÚ
2
ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN
1. Su Infancia.
2. Oropesa.
3. Fuenterrabía.
4. De nuevo a la guerra.
5. Ceuta.
6. Gibraltar.
7. Granada.
8. La llamada de Dios.
9. Dedicación a los enfermos.
10.Mujeres públicas.
11.Nuevo hospital
12.Último hospital.
13.Nombre y hábito
14.Orden hospitalaria.
15. Muerte de Juan de Dios.
16.Entierro.
17. Su carácter.
18.Apariciones.
19. Fenómenos sobrenaturales
a) Conocimiento sobrenatural.
b) Perfume sobrenatural.
c) Milagros en vida.
d) Milagros después de su muerte.
20. Cuerpo incorrupto.
21. Proceso de canonización.
22. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
3
INTRODUCCIÓN
La vida de san Juan de Dios es una vida de entrega total a Dios. En su
juventud recorrió varias ciudades y países. Fue primero pastor de ovejas, después
se hizo soldado a las órdenes del emperador Carlos V. Más tarde fue albañil,
trabajando en las murallas de Ceuta. A continuación se dedicó a vender estampas
y libros religiosos. Hasta que, oyendo un sermón de san Juan de Ávila, se
convirtió y fue tal su arrepentimiento y su deseo de sufrir por Cristo que, con el
visto bueno de san Juan de Ávila, durante unos meses, se hizo el loco, fingiendo
estar loco, para que todos lo despreciaran y así aprendiera a ser humilde. Lo
metieron en el hospital con los locos y allí tomó la decisión de tener un hospital
propio para poder atender con amor y caridad a los enfermos. En la ciudad de
Granada fundó primero un albergue y después un pequeño hospital, que más
tarde llegó a ser un gran hospital, construido desde los cimientos.
Con los primeros compañeros, dedicados con él al servicio de los
enfermos, organizó una fraternidad hospitalaria, que después de su muerte fue
aprobada por la Iglesia como una nueva Orden.
Para atender a las necesidades de los enfermos se hizo limosnero por todas
las calles de Granada y por otras ciudades de España, yendo incluso hasta la corte
real de Valladolid a pedir ayuda al príncipe Felipe (futuro rey Felipe II). Entre
otros dones, Dios le concedió el don del conocimiento sobrenatural y el apoyo
constante de los ángeles, especialmente del arcángel san Rafael, de quien era
muy devoto.
Ojalá que su vida nos estimule a ser humildes y servir sin descanso a los
más necesitados del cuerpo y del alma.
Nota.- Al citar el texto original del Proceso o del biógrafo Francisco de Castro nos
hemos permitido cambiar algunas palabras sin cambiar el sentido para hacer más
inteligible la lectura.
Al citar el Proceso , nos referimos al Proceso de beatificación de San Juan de Dios,
editado por José Luis Martínez Gil, Ed. BAC, Madrid, 2006.
El principal biógrafo de san Juan de Dios es el sacerdote Francisco de Castro, que
escribió su vida a los treinta años de su muerte, contando con testimonios de muchos
que lo conocieron. Lo citaremos como Castro , refiriéndonos a su libro Historia de la
vida y santas obras de Juan de Dios y de la Institución de la Orden y principio de su
hospital, Madrid, 1585; reimpreso en Córdoba en 1995.
4
1. SU INFANCIA
Nuestro santo nació en Montemayor el Nuevo, que a fines del siglo XV
era una de las villas más importantes de la provincia de Alentejo, del obispado de
Evora, en Portugal. Reinaba en Portugal el rey Juan II, en España los Reyes
Católicos y el Papa Alejandro VI dirigía la Iglesia universal. Se cree que su padre
se llamaba Andrés Ciudad; y su madre, Ana Duarte, aunque algunos la llaman
Teresa Duarte. Él se debía llamar Juan Ciudad Duarte, aunque para algunos
autores su apellido no es seguro.
Nació el venerable Juan de Dios de padres humildes, cristianos viejos y
limpios, personas devotas y de mucha caridad y religión; los cuales, de su
matrimonio, no tuvieron otro hijo sino al dicho venerable. La casa en que nació
el bendito padre Juan de Dios tenía tres aposentos moderados y humildes, de los
cuales uno servía de caballeriza pequea… Y habiendo su madre fallecido y
pasado de esta vida, su padre, con celo de servir a nuestro Señor, se había
recogido y metido de religioso de san Francisco donde acabó su vida 1 .
Ana Jorge declaró en el Proceso, teniendo ya 115 años, que conoció muy
bien el padre y madre del santo Juan de Dios... y también conoció a su hijo Juan,
siendo niño, que es el santo Juan de Dios de que se trata. Y sabe esta testigo que
el padre y la madre de Juan de Dios vivieron en la calle Verde de esta villa de
Montemayor en las casas en que está principiada la obra de la iglesia del dicho
santo 2 .
Andrés Álvarez Ciudad por su parte certificó: Este testigo oyó muchas
veces decir a su padre Andrés Lorenzo Ciudad, que era primo hermano del
padre del santo Juan de Dios. Su padre le decía que el padre del santo Juan de
Dios se llamaba Andrés Ciudad y este testigo conoció a Blas Ciudad, que era
hermano del padre del santo Juan de Dios, y el dicho Blas fue hombre que no se
casó jamás y murió sin casar hará 40 años y el padre del dicho santo Juan de
Dios, siendo viudo, se fue para la ciudad de Lisboa al convento de San
Francisco en Xobregas y tomó el hábito y murió en dicha Orden 3 .
No se sabe exactamente la fecha de su nacimiento. La mayoría de autores
suelen decir que nació el año 1495 en el mes de marzo, aunque no se sabe el día,
porque en aquel tiempo no se inscribían las partidas de bautismo.
1 Juan Gómez de Vasconcelos, Proceso, pp. 1080-1081.
2 Proceso, p. 1252.
3 Proceso, p. 1270.
5
Hasta los ocho años no sabemos nada de su existencia. El biógrafo
Francisco de Castro nos dice: Se crió con sus padres hasta la edad de ocho años
y de allí, sin saberlo ellos, fue llevado por un clérigo a la villa de Oropesa,
donde vivió mucho tiempo en casa de un buen hombre llamado Mayoral 4 .
No se sabe cuál fue el motivo por el que el clérigo se llevó a Juan Ciudad
sin saberlo sus padres a Oropesa. ¿Fue un rapto? Hay muchas cosas oscuras que
es imposible responder.
2. OROPESA
Según afirma Francisco González, que al declarar tenía 100 años: Vino
aquí y entró a servir en esta villa a Francisco Mayoral, carcelero que fue de esta
villa. Le parece a este testigo que el dicho Mayoral decía que tendría a gusto
casar al dicho Juan de Dios con una hija suya, pero se fue y ausentó y no le vio
más 5 .
Todos los testigos concuerdan en que trabajó en las faenas del campo y
especialmente como pastor. Su biógrafo Francisco de Castro informa: Cuando
fue de edad suficiente lo envió (Francisco Mayoral) al campo en compañía de
otros criados suyos que guardaban ganado; servía en llevar y traer bastimento
(alimentos) y lo que era menester para los pastores con toda diligencia, porque,
como le faltaron los padres en tan tierna edad, procuró agradar y servir a este
buen hombre en el oficio dicho y de pastor todo el tiempo que en su casa estuvo,
por donde le tenían mucha voluntad sus amos y era querido por todos 6 .
3. FUENTERRABÍA
Juan de Dios tenía deseos de ampliar sus horizontes y la oportunidad le
llegó cuando el conde de Oropesa hizo la llamada a la guerra para ayudar al
emperador en la reconquista de Fuenterrabía, que había sido conquistada por los
franceses en 1521. Estamos en 1523, Juan tiene ya unos 28 años y se alista a las
órdenes del conde de Oropesa en la compañía de Juan Ferruz.
El contacto con sus nuevos compañeros de armas le hizo ver el mundo
desde otra perspectiva. Según afirma Castro: Corrió a rienda suelta por el
4 Castro Francisco de, Historia de la vida y santas obras de Juan de Dios y de la Institución de su Orden
y principio de su hospital , Granada, 1585; Reimpreso en Córdoba, 1995, fol 1v.
5 Proceso, p. 963.
6 Castro, fol 1-2.
6
camino ancho de los vicios, donde pasó muchos trabajos y se vio en muchos
peligros 7 .
Castro relata dos hechos concretos en que se vio en peligro de muerte y
fue salvado por la misericordia de Dios. Dice que, estando en el sitio de
Fuenterrabía, un día faltó a él y a sus compañeros la provisión; y como hombre
mancebo y más diligente, se ofreció a ir a buscar de comer a unos caseríos o
cortijos, que estaban de allí algo apartados; y, para ir y volver con más
brevedad, subió en una yegua francesa, que de los contrarios habían tomado; y
estando como dos leguas apartado de la estancia de donde había salido, la
yegua, reconociendo la tierra donde solía andar, arremetió furiosamente para
entrarse en su natural, y como no llevaba freno más que un cabestro con que la
guiaba, no pudo detenerla; y tanto corrió por el halda de una sierra, que dio con
él un gran golpe entre unas peñas, donde estuvo sin habla más de dos horas,
echando sangre por la boca y por las narices y fuera de todo su sentido, como
muerto, sin haber por allí quién le viese y socorriese en tanto peligro.
Vuelto en sí, atormentado de la caída que había dado, y visto que corría
otro peligro no menor, de ser preso de los contrarios, se levantó lo mejor que
pudo; no pudiendo apenas hablar, se hincó de rodillas, los ojos puestos en el
cielo, invocando el nombre de nuestra Señora la Virgen María, de que siempre
fue devoto, y comenz a decir: “Madre de Dios, venid en mi ayuda y favor y
rogad a vuestro santo Hijo que me libre de este peligro en que estoy, y no
permita que sea preso de mis enemigos”. Esforzóse algún tanto, y tomando un
palo en las manos, que allí halló, con que se ayudaba a andar, se fue poco a
poco adonde los compañeros estaban esperándole. Cuando lo vieron venir tan
maltratado, creyendo que los enemigos se habían encontrado con él, le
preguntaron cómo venía así. Él les contó el caso de lo que le había acontecido
con la yegua, y ellos le hicieron acostar en una cama, y le hicieron sudar con
mucha ropa que le echaron encima, y así de ahí a pocos días sanó y estuvo
bueno.
No pasaron muchos días en que se vio en otro peligro mayor que éste; y
fue que su capitán le dio a guardar cierta ropa, que había tomado a unos
soldados franceses, descuidándose y no poniendo en ella buen cuidado, se la
hurtaron; y sabiéndolo el capitán, recibió tanto enojo, que sin querer oír los
ruegos de muchos soldados que por él le rogaban, le mandó ahorcar de un
árbol. Acertó a pasar por allí una persona generosa, a quien el capitán tuvo
respeto, y, sabida la causa, le rogó que no acabase de poner en ejecución lo
mandado, y que no apareciese más delante del capitán, y que se fuese luego del
campo. Viendo Juan el peligro en que andaba su vida y el mal pago que el
7 Ib. fol 2.
7
mundo daba a quien más le seguía, determinó de volverse a Oropesa a casa de
su amo Mayoral 8 .
El tiempo que pasó en la guerra fue muy poco, apenas un año. Fue
licenciado antes del 25 de marzo de 1524, fecha en que se rindió Fuenterrabía.
4. DE NUEVO A LA GUERRA
Volvió Juan a los habituales trabajos de su vida anterior, permaneciendo
unos 9 años al lado de su amo Mayoral. Pero en la primavera de 1532 se alista
otra vez como soldado del ejercito imperial de Carlos V y emprende el camino a
Austria para luchar contra los turcos, que, a las órdenes de Solimán el Magnífico,
amenazaban conquistar Europa. El gran turco Solimán se había apoderado de
Hungría y había organizado dos expediciones contra Austria. La primera en
1529, poniendo asedio a Viena sin poder conquistarla. Y la segunda en 1532, en
la que participó Juan entre las huestes del conde de Oropesa, Don Fernando
Álvarez de Toledo.
Las tropas en las que iba Juan se embarcaron en Barcelona y llegaron a
Génova. Desde allí emprendieron la marcha a Viena. Solimán, al comprender
que sería casi imposible tomar Viena, se retiró. El emperador Carlos V entró en
Viena con sus tropas el 24 de setiembre de 1532. Al desaparecer el peligro turco,
Juan, con las tropas del conde de Oropesa, regresó a España.
Francisco de Castro declara: Todo el tiempo que el conde estuvo en
Hungría en el campo del emperador, sirvió Juan con mucha diligencia, de
manera que era amado de todos. Fenecida la guerra y retirado el turco, se
volvió con el conde por mar, desembarcando en el puerto de La Coruña 9 .
Sintió deseos de volver a su tierra de Montemayor el Nuevo para conocer
a sus parientes. Encontró un tío suyo (Blas Ciudad) que le dijo que su madre
había fallecido a los pocos días de haberlo sacado de su tierra, debido al dolor y
pena de su ausencia y por no saber quién lo había llevado. Su padre, al quedar
viudo, se fue a un monasterio franciscano de Lisboa 10 .
Desde Montemayor, no quiso volver a Oropesa y decidió emprender una
nueva vida. Por Ayamonte se dirigió a Sevilla, una de las ciudades más grandes e
importantes del mundo. Castro nos dice: Despedido ya del tío y recibida su
8 Ib. fol 2-4.
9 Castro, fol 5.
10 Ib. fol 5v y 6.
8
bendición, se vino para Andalucía y en tierra de Sevilla se asentó por ganadero
de una señora de ganado, donde estuvo algunos días ejercitándose en el oficio 11 .
La señora, dueña del ganado, era Doña Leonor de Zúñiga. Su estancia allí
debió ser muy corta. Su alma estaba inquieta, no encontraba paz. No sabía qué
hacer de su vida y de su futuro. Quería dedicarse al servicio de Dios. Sentía
compasión por los pobres y trataba de ayudarlos en la medida de sus
posibilidades, pero no veía claro y buscaba una luz en su camino.
No veía el camino que nuestro Señor le había de dar para servirle y
andaba triste y no tenía sosiego ni reposo ni le daba contento ya el guardar
ovejas. De modo que un día, estando pensando qué haría para dejar el mundo, le
dio la gran voluntad de pasar a África y ver aquellas tierras y estar algún tiempo
en ellas y luego lo puso por obra 12 .
5. CEUTA
De Sevilla se dirige a Ceuta, una ciudad del norte de África, perteneciente
al reino de Portugal. La travesía del Estrecho la hizo en compañía de un caballero
portugués (Luis de Almeida) el cual, con su mujer, casa y cuatro doncellas,
pasaba a Ceuta desterrado por el rey de Portugal por ciertos delitos que había
cometido, por los cuales le había quitado toda su hacienda 13 .
Fray Andrés de Castillejo declara en el Proceso haber oído a un judío,
llamado Jacob Megía que, al tiempo en que se construía una parte de la muralla
y un foso bajo, el venerable padre Juan de Dios trabajaba y servía; y el
estipendio que llevaba cada día lo daba a un caballero portugués pobre para
que ayudase a mantener a sus hijas doncellas para que, obligadas con la
necesidad, no hiciesen alguna ruindad 14 .
Mientras trabajaba de albañil en las fortificaciones de las murallas de
Ceuta, la familia portuguesa cayó enferma y él los socorría cada día en sus
necesidades. Y acontecía que si Juan, por algún impedimento, no iba a trabajar
o no traía el estipendio, no comían; y así pasaban con mucha paciencia sin dar
cuenta a nadie. Era tan buena esta obra y, al parecer, acepta a nuestro Seor…
que, viendo el demonio el fruto de esta buena obra, procuró impedirla con su
acostumbrada malicia. Y fue así que, siendo la gente que andaba en las obras
maltratada por los ministros del rey, así de obras como de palabras como si
11 Ib. fol 8.
12 Ib. fol 9.
13 Ib. fol 9v.
14 Proceso, p. 667.
9
fueran esclavos..., algunos, de mal sufridos y de malas costumbres, se iban a
tornar moros, huyendo a Tetuán que estaba cerca 15 .
Y lo que más le afectó a Juan fue que uno de sus compañeros y amigos de
trabajo huyó y se hizo musulmán. Esto le hizo derramar muchas lágrimas, como
si él tuviera la culpa, y se decía: Oh, pobre de mí, ¿qué cuenta daré yo de este
hermano que así se ha querido apartar de la santa Madre Iglesia y negar la
verdad de su fe, por no querer sufrir un poco de trabajo? 16 .
Y el demonio lo quería hacer desesperar de su salvación y le hacía sentir
deseos de hacer lo mismo que su compañero, pero Dios lo socorrió después de
haber invocado el favor de la Virgen nuestra Señora 17 .
Fue a una iglesia y conversó con un religioso franciscano quien le dio el
remedio que por entonces convenía, mandándole expresamente, entre otras
cosas, que se fuese de aquella tierra y se pasase a España para matar de todo
punto aquella diablica tentacin… Llorando todos (los de la familia
portuguesa) se despidió de ellos y se embarcó para Gibraltar 18 .
6. GIBRALTAR
Llegó a Gibraltar probablemente en el verano de 1533, siguiendo el
consejo del religioso franciscano. Allí se preparó e hizo una confesión general; y,
de continuo, entraba en la iglesia a orar y pedía siempre a nuestro Señor, muy
de corazón y con lágrimas, perdón de sus pecados y que le encaminase en lo que
le había de servir 19 .
Aquí ya aparece claramente su decisión de entregarse a Dios. Tiene deseos
de amarlo con todo su corazón, pero no sabe dónde ni cómo. De momento se
dedicó a vender libros por todo el campo de Gibraltar y aprovechaba la
oportunidad de hablar con sus clientes para aconsejarles las buenas lecturas,
evitar las malas y animarles en el amor y servicio del Señor.
Y tenía en esto tan buena gracia y era tan hermano y afable con todos que
muchos compraban lo que no pensaban por lo que él les decía con buena gracia
y amor 20 .
15 Castro, fol 11v.
16 Ib. fol 12.
17 Ib. fol 12v.
18 Ib. fol 13.
19 Ib. fol 14v.
20 Ib. fol 15v.
10
Después de un tiempo, pareciéndole mucho trabajo andar siempre con el
hato a cuestas y de lugar en lugar, determinó venir a Granada y vivir en ella de
asiento (permanentemente) y así lo puso por obra 21 .
El padre Ribaneyra, en su edición del libro Flos sanctorum al hablar de
esta etapa de su vida informa que daba de balde imágenes de los santos,
amonestando que las llevaran y que no estuviesen jamás sin ellas, porque son
despertadores de nuestra devoción. Con esta ocasión venían a él muchos niños
para recibir estampas y él, antes de dárselas, les enseñaba la doctrina cristiana;
y a los hombres que venían a comprar, los exhortaba a huir de las culpas y así,
con apariencia de mercader de libros, era predicador apostólico, que con sus
palabras y libros reducía a muchos pecadores a la penitencia 22 .
En esta etapa de su vida algunos autores hacen referencia al suceso del
niño de Gaucín, que es una hermosa tradición, aunque no tiene una segura base
histórica. Fray Miguel de Valenzuela afirma que oyó decir que Dios nuestro
Señor se le apareció en un camino en forma de niño descalzo y maltratado y que,
movido el santo varón de compasión, se había quitado unas alpargatas o
sandalias que llevaba en los pies y se las dio. Y que, no pudiendo andar con
ellas, el niño se las volvió a dar al santo varón y se las puso a persuasión del
niño. Y el santo varón Juan de Dios, tomando al niño en los hombros, lo llevaba
por el camino. Y habiendo andado un poco el santo varón se sintió fatigado de la
sed y cansado de llevar a cuestas al dicho niño, diciendo que le había hecho
sudar, que descansase un poco, porque quería ir a beber. Y volviendo el santo
varón los ojos hacia el niño que él llevaba en los hombros y a petición suya, el
niño le enseñó una granada abierta, diciéndole que mirase aquélla y que
Granada había de ser una cruz, por estar en la granada que le había mostrado
estampada una cruz. Y con esto el niño se desapareció. Y el santo varón entendió
que la voluntad de Dios era que él volviese a Granada, como lo hizo 23 .
Son varios los testigos del Proceso que dicen haber oído hablar de este
milagro. En la pregunta número 15, que se hace a los testigos, se dice: Si sabe…
que el niño Jesús le mostró una granada abierta, del medio de la cual salía una
cruz y le dijo: “Juan de Dios, mira que Granada será tu cruz y por ella verás en
la gloria a Jesús”. Y con esto desapareci el nio… Oyendo esto el siervo de
Dios, cayó en tierra medio muerto y, al cabo de una hora, volviendo en sí,
miraba al cielo dando voces y diciendo al nio Jesús mil ternuras… y quería irse
21 Ib. fol 16.
22 Martínez Gil José Luis, San Juan de Dios, BAC , Madrid, 2002, p. 33.
23 Proceso, p. 1001.
11
a Granada y con esta determinación iba dando mil gracias a Dios por tan
grandes favores como le hacía 24 .
Sobre esta tradición o leyenda es interesante anotar que varios pintores
han plasmado esta escena en sus lienzos. Y, sobre todo, que, a los cinco años de
la muerte del santo, en 1555, ya aparece en un pergamino del Acta de fundación
del hospital de Llerena (Badajoz), en el margen izquierdo, una granada abierta y
la cruz. Actualmente el escudo de la Orden hospitalaria de San Juan de Dios tiene
como señal distintiva precisamente la granada abierta con una cruz sobre ella.
7. GRANADA
Hacia la Navidad de 1533 llega Juan Ciudad a Granada, una ciudad de
60.000 habitantes, rica y magnífica y, a la vez, con mucha pobreza. Junto a los
nobles había gran cantidad de mendigos, soldados y moriscos.
Castro nos dice que tomó casa y puso tienda en puerto Elvira, donde
estuvo usando su oficio (de librero) hasta que nuestro Señor fue servido de
llamarle para que sirviese en otro mejor 25 .
Hoy se conserva una pequeña capilla con lápidas conmemorativas en la
que fue casa y puesto de venta de libros de Juan Ciudad. Allí pasó varios meses
vendiendo libros, dando limosna a los pobres de sus ganancias, yendo a misa
todos los días y dedicando muchas horas a orar. Llevaba una vida muy austera,
que era un ejemplo para todos. Pero un día Dios le tocó su corazón de modo
especial y por medio de san Juan de Ávila le descubrió su vocación.
8. LA LLAMADA DE DIOS
Dios vigilaba sobre su siervo hasta que llegó el momento oportuno para
llamarlo a una gran misión. El día del bienaventurado mártir san Sebastián (20
de enero de 1534) en Granada se celebraba una fiesta solemne en la ermita de
los mártires y sucedió predicar un excelente varón, maestro en teología, llamado
el maestro Ávila… y entre los demás fue Juan de Dios a oírle... Acabado el
sermón, salió de allí como fuera de sí, dando voces, pidiendo a Dios
misericordia y, en menosprecio de sí, se arrojaba al suelo, dándose cabezadas
por las paredes, arrancándose las barbas y las cejas y haciendo otras cosas que
fácilmente sospecharon todos que había perdido el juicio. Y dando saltos y
24 Proceso, p. 12.
25 Castro, fol 16.
12
corriendo con las mismas voces, comenzó a entrar por la ciudad, siguiéndole
mucha gente y en especial muchachos gritando: “Al loco, al loco!”. Así Juan
fue pidiendo misericordia al Señor por las calles..., no cesando de llorar y dar
gritos y pedir a nuestro Señor perdón de sus pecados. Fue tanto lo que de esto
hacía que, visto de personas honradas y movidas a compasión, considerando que
no era locura, lo levantaron del suelo y, animándole con palabras amorosas, lo
llevaron a la posada del padre Ávila... Juan de Dios se hincó de rodillas a sus
pies y, después de haberle dado relación de su vida con grandes muestras de
contrición, le manifestó sus pecados y le dijo que lo recibiese debajo de su
amparo y consejo, pues por medio suyo le había el Señor comenzado a hacer
tantas mercedes; que él, desde aquella hora, lo tomaba por padre y quería
obedecerlo hasta la muerte 26 . Y Juan de Ávila lo admitió por hijo de confesión
desde entonces y se ofreció a tener cuidado de él y aconsejarle 27 .
A partir de ese momento y a lo largo de toda su vida, san Juan de Ávila lo
tomó bajo su dirección espiritual. Se encontrarán los dos en distintos lugares
como Montilla, Zafra, Almodóvar del Campo, Córdoba, Jaén, Baeza, Andújar,
además de Granada.
Lo primero que le aconsejó Juan de Ávila fue aprender a ser humilde y
que podía seguir fingiendo sus locuras para humillarse más y asemejarse más a
Jesús. Le dijo: Id en hora buena con la bendición de Dios y la mía. Salió Juan de
Dios tan consolado y animado de las palabras y buenos consejos del santo varón
que de nuevo cobró fuerzas para menospreciarse y mortificar su carne y desear
ser de todos tenido y estimado por loco y malo, y digno de todo menosprecio y
deshonra por mejor servir y agradar a Jesucristo… En saliendo del padre Ávila
fue a la plaza de Bibarrambla y, en un lodazal que allí había, se metió todo y se
envolvió en él y comenzó a grandes voces a confesar delante de todos los que le
miraban cuantos pecados se acordaba... Toda la gente, cuando vio esto, creyó
que había perdido el juicio... Se daba tan buena maña en fingir la locura, que
realmente fue de casi todos tenido por loco…
Y viéndolo dos hombres honrados de la ciudad, compadeciéndose de él, lo
tomaron por la mano y, sacándolo entre el tumulto del pueblo, lo llevaron al
hospital real, que es donde recogen y curan los locos de la ciudad; y rogaron al
mayordomo tuviera por bien recibirlo y hacerlo curar… Y luego lo pusieron en
cura; y, aunque a los principios procuraron hacerle algún regalo para que
volviese en sí, como la principal cura que allí se hace a los tales sea con azotes y
meterlos en ásperas prisiones para que por el dolor y el castigo pierdan la
ferocidad y vuelvan en sí, lo ataron de pies y manos; y desnudo, con un cordel
26 Castro, fol 16v-19v.
27 Ib. fol 20.
13
doblado, le dieron una buena vuelta de azotes… Y así por este medio padeci
mucho más de lo que se puede decir, ofreciéndolo todo en su corazón a aquel
por cuyo amor lo padecía y por quien había tomado aquella empresa.
Sabido por el maestro Ávila que Juan de Dios estaba en el hospital real,
preso por loco, envió a visitarlo a un discípulo suyo, enviándole a decir que se
alegraba mucho de todo su bien, al ver que comenzaba a padecer alguna cosa
por amor de Jesucristo.
Y él, viendo castigar a los enfermos que estaban locos con él, decía:
“Jesucristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital
donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio y servirles como
yo deseo”. Y así se lo cumplió nuestro Señor muy cumplidamente... Pasados
algunos días para poner en ejecución la voluntad y ansia que tenía de servir a
nuestro Señor en los pobres y, pareciéndole ya tiempo, comenzó a mostrar que
estaba quieto y sosegado y dar gracias a Dios con lágrimas y suspiros y decir:
“Bendito sea nuestro Seor que ya me siento sano y libre”… Y así luego le
quitaron las prisiones y le dieron libertad 28 .
Estuvo encerrado en el hospital unos tres meses y medio. Al salir del
hospital con sus 39 años, ya tenía una idea clara de su misión: dedicarse en
cuerpo y alma al cuidado de los enfermos y tratarlos como hijos, con amor, y no
con palos y malos tratos.
En el hospital real había encontrado la respuesta a su anhelante
búsqueda de servir al Señor dónde y como Él deseaba. La experiencia de
sentirse contado entre quienes han perdido lo más estimable de la persona, la
razón, y con esto sentirse hundido en el pozo más hondo del desprecio y de la
conmiseración, le recordó el camino recorrido por Cristo para conseguir
rehabilitar a la humanidad: era necesario encarnarse en el mundo de la miseria
humana, sufrir el desprecio de quienes se creen sabios y normales, para
conseguir la rehabilitación de quienes recorren el camino de la enfermedad, la
pobreza y la locura. Era necesario hacerse uno más de su grupo, para
mostrarles que también ellos son personas e hijos de Dios 29 .
Comenzó a vivir su nueva misión: Recogía leña y la vendía; con lo que
conseguía, mal se alimentaba y daba el resto a los pobres. Su hogar eran los
soportales de las plazas y calles de Granada, compartiendo con los
28 Ib. fol 21-29.
29 Camino de hospitalidad, o.c., p. 18.
14
desheredados soles y fríos, amarguras y esperanzas. Decidió hacerse pordiosero
para conseguir aliviar el sufrimiento y la miseria de sus hermanos 30 .
A mediados de mayo de 1534, después de salir del hospital, Juan viaja a
Montilla y Baeza para entrevistarse con su director Juan de Ávila y exponerle su
deseo de visitar el santuario de la Virgen de Guadalupe con la finalidad especial
de prepararse para su vocación de enfermero de Dios. En el santuario de la
Virgen de Guadalupe, de la provincia de Cáceres, los padres Jerónimos tenían un
complejo hospitalario modelo para aquellos tiempos. Quizás Juan de Ávila le dio
alguna carta de recomendación para que lo recibieran y le enseñaran todo lo
posible para su misión futura.
Su viaje a Guadalupe fue muy sacrificado. Dice Castro: En este camino
padeció muchos trabajos de hambre, frío y desnudez, porque era en lo recio del
invierno (de 1534) y él no llevaba dinero. Y con todo esto, por no ir ocioso,
cuando llegaba al lugar donde había de comer o dormir, llevaba un haz de leña
a cuestas y se iba derecho al hospital si lo había, y allí lo llevaba para los
pobres; y luego se iba a pedir lo que le bastaba para mantenerse con mucha
austeridad. Llegado que fue a Guadalupe, entró en la iglesia de rodillas y, con
mucha devoción y lágrimas, ofreció a nuestro Señor sus necesidades y le dio
gracias por lo que había recibido, confesó y comulgó y estuvo allí algunos días
en oración 31 .
Según una antigua tradición de la Orden, la Virgen de Guadalupe se le
apareció y le dijo: Juan, aprende a vestir a los pobres . Allí en el santuario tomó
cursos de enfermería con los monjes del monasterio, pues sabía que para cumplir
su misión no le bastaba su buena voluntad. Precisamente, en este monasterio se
encontraba la mejor escuela de enfermería y farmacia que existía en aquel
tiempo, al menos en la mitad sur de España. Recibió lecciones prácticas de
enfermería, farmacia, curaciones, cirugía, etc. Y todo ello le vino muy bien al
fundar su hospital de Granada, donde puso en práctica todo lo aprendido.
No se sabe cuánto tiempo permaneció en Guadalupe. Algunos dicen que
estuvo seis meses, otros que sólo un mes. Según el padre Jerónimo Francisco de
san José, durante el tiempo de su permanencia, vistió el hábito de nuestros
donados (como empleado seglar de los religiosos). El prior lo puso en el hospital
para que ejercitase la gran misericordia y ardiente caridad que advertía en él
para los enfermos 32 .
30 Ib. p. 19.
31 Castro fol 29.
32 Martínez Gil José Luis, o.c., p. 73.
15
De Guadalupe, con todo lo aprendido y los deseos cada vez más
insaciables de dedicarse a atender a los enfermos pobres, se dirigió primero a
visitar al padre Juan de Ávila, que estaba en Baeza, para darle cuenta de su
estadía en Guadalupe. El padre Ávila lo hizo descansar algunos días, pues
llegaba muy cansado del viaje y, a continuación, le urgió para que volviera a
Granada y allí tomara un confesor, dándole el nombre del padre Portillo, para que
no hiciera nada sin su consejo.
9. DEDICACIÓN A LOS ENFERMOS
Una vez instalado de nuevo en Granada, comenzó su nueva misión sin
tener un plan claro de cómo actuar, pero con todo el fervor de su espíritu y la
seguridad de que Dios quería que se dedicara a cuidar enfermos. Comenzó
pidiendo a una familia rica que le permitiera usar los zaguanes de su gran casa
para atender allí a sus pobres enfermos. Era la familia de Don Miguel Abiz de
Venegas, musulmanes convertidos, que tenían una casa muy grande con el
aspecto exterior de una fortaleza con murallas. Y allí, bajo techo, pero a la
intemperie, reunía toda clase de indigentes y pobres enfermos, a quienes cuidaba
y atendía. A muchos de ellos, que no podían caminar, los llevaba él
personalmente sobre sus hombros.
Muy pronto, sin embargo, sintió la necesidad de buscar un lugar cerrado,
porque no podían estar los enfermos a la intemperie, especialmente en el frío del
invierno. Por ello decidió alquilar una casa para que fuera albergue, después de
haber pedido ayuda a personas pudientes amigas suyas. Escogió una casa que
estaba en el centro de la ciudad, en la Pescadería, cerca de la plaza de
Bibarrambla. Compró esteras, mantas y algunas cosas indispensables y comenzó
la tarea. Lo primero que hizo cuando los instaló fue traer un sacerdote para que
los confesara a todos, pues para él la sanación del cuerpo debía ir a la par de la
sanación del alma.
Como las necesidades eran muchas y no se abastecía con la ayuda de los
bienhechores fijos, decidió hacerse el limosnero de los pobres y salir todos los
días a las calles con una espuerta grande al hombro y dos ollas en las manos,
colgadas de unos cordeles, y gritando: “ ¿Quién quiere hacerse bien a sí mismo?
Haced el bien por amor a Jesucristo”. Y le daban limosnas cada uno como
podía, unos dinero, otros pedazos de pan y panes enteros; otros lo que les
sobraba de sus mesas, de carne y otras cosas, se lo daban en las ollas que para
eso traía 33 .
33 Ib. fol 34.
16
Dice Castro: Él solo lavaba los platos y escudillas y fregaba las ollas y
barría y limpiaba la casa y traía agua con dos cántaros con gran trabajo,
porque era reciente la memoria de entender que había sido loco y lo veían tan
maltratado que no quería ninguno llegarse a su compañía para ayudarle y así
llevaba el trabajo a solas hasta que fueron conociendo lo que era 34 .
Como la casa era pequeña y la gente mucha, no cabían de pies… Y vista
la necesidad que había, alquiló otra casa mayor y más espaciosa, adonde pasó a
cuestas a todos sus pobres tullidos y enfermos, que no podían ir por su pie 35 .
Esta nueva casa alquilada es considerada como su primer hospital y estaba
en la calle Lucena de Granada. Era el año 1536. Es importante anotar que en
Granada había en ese tiempo 10 hospitales con un total de 188 camas. Algo muy
pequeño para tanta necesidad. Y todos querían ir a su hospital por la buena
atención.
En el nuevo hospital puso más orden y concierto y armó algunas camas
para los más dolientes, y nuestro Señor proveyó de enfermeros que le ayudasen a
servirles, mientras él iba a buscarles la limosna y medicinas con que se
curasen 36 .
El padre Ribaneyra en Flos sanctorum declara: Servía a los pobres en
todos los oficios con tanta humildad y caridad como si fuera juntamente siervo y
padre de los pobres. De noche dormía entre sus enfermos para asistir a la
necesidad del que lo llamaba o había menester 37 .
Jerónimo Román informa: Era como un milagro ver la caridad del
hospital y el orden que allí se guardaba. Él tenía a los hombres y mujeres
separados y les daba el regimiento que habían de guardar; por sí hacía todo lo
que pudieran hacer cuatro hombres muy fuertes. Por las noches, cuando volvía
de pedir limosnas, visitaba a los enfermos y, de las cosas que le daban, les
repartía y, aunque viniera mojado y cansado, no tomaba ningún regalo y se
echaba en el suelo o envuelto en una pobre manta a descansar, teniendo siempre
ojo para ver si de noche había alguna necesidad para remediarla 38 .
Dice Castro que en su hospital se curaban pobres de todo género de
enfermedades, hombres y mujeres, sin desechar a nadie, de calenturas (fiebres),
bubas, llagados, tullidos, incurables, heridos, desamparados, niños tiñosos,
34 Castro, fol 34v.
35 Ib. fol 35.
36 Ibidem.
37 Martínez Gil José Luis, o.c., p. 120.
38 Román Jerónimo, República christiana , Salamanca, 1595, p. 390.
17
locos y vergonzantes en sus casas. También proveyó de una cocina para los
mendigos y peregrinos para que sólo se acogiesen de noche a dormir y se
amparasen del frío. Era tan capaz que cabían holgadamente más de 200 pobres
y todos gozaban del calor de la lumbre, que estaba en medio, y para todos había
poyos en que durmiesen 39 .
El mismo Juan de Dios escribía en una carta: Como la ciudad es grande y
muy fría, especialmente ahora de invierno, son muchos los pobres que se llegan
a esta casa de Dios… Reciben en ella generalmente de todas enfermedades y
suerte de gentes, así que hay aquí tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos,
paralíticos, tiñosos y otros muy viejos y muchos niños y, sin estos, otros muchos
peregrinos y viandantes que aquí llegan 40 .
Era tanto el fuego de su amor al prójimo que no se contentó con cuidar
solamente a los enfermos. Acudían a él todo género de pobres y necesitados a
que los socorriese, viudas y huérfanos honrados, pleiteantes, soldados perdidos y
pobres labradores, y a todos socorría conforme tenían la necesidad, no enviando
a nadie desconsolado... Nadie llegó a él que, poco o mucho, no le proveyese el
Señor para que remediase su necesidad como podía. Y no se contentaba con
emplearse en esto, sino que también comenzó a tener cuidado de buscar pobres
vergonzantes, doncellas recogidas, religiosas, y beatas pobres y casadas, que
padecían necesidades secretas; y con mucho cuidado y caridad las proveía de lo
necesario, pidiendo para ellas a las señoras ricas, y él mismo compraba el pan y
la carne y el pescado y carbón y todo lo demás que es necesario para el
sustento... Y después de haberles proveído de lo necesario para el cuerpo, les
buscaba, para que no estuviesen ociosas, seda en casa de los mercaderes y lana
y lino para que hilasen; y luego las animaba al trabajo y les hacía un breve
razonamiento espiritual, persuadiéndolas a que amasen la virtud y aborreciesen
el vicio 41 .
10. MUJERES PÚBLICAS
Otro campo que no olvidó fue el de las mujeres públicas. Tomó por
devoción los viernes ir a la casa pública de las mujeres a ver si podía de allí
sacar alguna alma de las uas del demonio en que tan metidas están las tales…
Y entrando, echaba por la que más perdida le parecía, y le decía: “Hija mía,
todo lo que te diere el otro te lo daré yo y aún más, y te ruego que me escuches
aquí en tu aposento dos palabras”. Y, entrados en el aposento, la mandaba
39 Castro, fol 48-49.
40 Camino de hospitalidad al estilo de San Juan de Dios, o.c., p. 44.
41 Castro, fol 36-36v.
18
sentar y él se hincaba de rodillas en el suelo, delante de un crucifijo pequeño que
llevaba para tal efecto, y allí comenzaba a acusarse de sus pecados… y le decía:
“Hermana mía, cuánto le costaste a nuestro Seor, mira que padeci por ti. No
quieras ser causa de tu propia perdición. Mira que tiene premio eterno para los
buenos y castigo eterno para los que viven en pecado como tú… Y, aunque
algunas empedernidas en sus vicios no hacían caso, otras, ayudadas de Dios, se
compungían a penitencia… Llevábalas luego la hospital y metíalas en la
enfermería donde estaban curándose otras mujeres que habían tenido el mismo
trato para que viesen el pago que daba el mundo y la ganancia que sacaban las
que perseveraban en aquel oficio; porque unas estaban podridas las cabezas, de
donde les sacaban huesos, y otras partes del cuerpo, donde con cauterios de
fuego, con gravísimos dolores, les cortaban parte de él y quedaban feas y
abominables 42 .
Pero no le faltaron problemas. Las que no habían querido convertirse, lo
insultaban y decían que todo lo hacía con mala intención. También había
hombres, amigos de esas mujeres, que dudaban de su honradez y rectitud.
Pero también muchas de esas mujeres, por sus persuasiones y buen
ejemplo, se habían convertido y dejado el mal trato; por lo cual algunos amigos
de las dichas mujeres le habían querido matar. A ellos el beato padre vencía con
decirles que hiciesen lo que quisiesen, que él lo consentía de muy buena gana
por amor de nuestro Señor, por quien deseaba que le hiciesen todos los males
que quisiesen 43 .
El padre Juan de Carbajal manifiesta: Muchos días iba al castillo de
Pataubín, junto a la casa pública de las mujeres, y a los hombres que iban a
entrar para ofender a Dios, se hincaba de rodillas y les pedía que no entrasen.
Otras veces entraba en la casa pública y les daba a las malas mujeres dineros, lo
que habían de ganar, para que aquel día no ofendiesen a Dios, especialmente los
viernes por ser muy devoto de la Pasión de Cristo 44 .
11. NUEVO HOSPITAL
Era tanta la gente que acudía a la fama de Juan de Dios y a su mucha
caridad que no cabían en la casa que tenía. Y así acordaron gentes principales y
devotas de la ciudad de comprarle una casa que fuese capaz para todos. Y así la
compraron en la calle de los Gomeles. Aquí pasó a sus pobres, poniendo orden
42 Ib. fol 38v-40v.
43 Gómez-Moreno Manuel, Primicias históricas de san Juan de Dios , Madrid, 1950, p. 251.
44 Ib. p. 249.
19
para que a todos se les administrase la caridad con la honestidad y decencia
debida. Salía de su celda en amaneciendo y decía en alta voz para que todos lo
oyesen: “Hermanos, demos gracias a nuestro Seor, pues las avecicas se las
dan”. Y rezaba las cuatro oraciones y luego salía el sacristán y, por una ventana
por donde todos lo oyesen, decía la doctrina cristiana y respondían los que
podían; y otro la decía en la cocina a los peregrinos… Después, a los que
estaban sanos, les decía: “Vamos, hermanos, a servir a los pobres de
Jesucristo”. Y se iba con ellos a la sierra y cogían leña y traía cada uno su haz
para los pobres. Por mucho tiempo se ejercitaban en este oficio de traer leña
cada día.
Viendo las grandes necesidades que por la ciudad había y por no ser
molesto ni dar pesadumbre a los ciudadanos de Granada, pidiéndoles siempre
de día y de noche; y para dejarlos descansar algunos días, salía a pedir limosna
a algunos señores de Andalucía. Entre todos los señores de Andalucía y Castilla,
el que más socorrió sus necesidades fue el duque de Sessa 45 .
De la calle Lucena traslada su hospital a la calle de los Gomeles. Algunas
personas ricas le compraron la casa por 400 ducados. Pero eran tantos los pobres
que acudían a su hospital por lo bien que los trataban, que cada día había más
enfermos y las deudas subían. Tuvo que ir por diferentes lugares de Castilla y
Andalucía a pedir limosna. En una oportunidad, en 1548, fue a visitar
personalmente al príncipe Felipe (futuro rey Felipe II), quien, al igual que sus
hermanas las princesas y otros grandes de la corte real, le dio muy buenas
limosnas.
Un día, bajando por le calle de los Gomeles de mañana para buscar de
comer para los pobres, subía un caballero la calle arriba y, sin advertirlo, lo
rozó con la capacha (capacho o capazo) en su capa y se la derribó de los
hombros. Él, muy airado, se volvi y le dijo: “Bellaco, pícaro, ¿no miráis por
dnde vais?”. Él respondi: Perdname, hermano, que no miré lo que hice”. Él
se volvi y le dio una bofetada en el rostro. Juan dijo: “Yo soy el que erré, bien
me lo merezco, dadme otra”. El caballero dijo a sus criados: “Dadle a este
villano mal criado!”. Y, estando en esto, un hombre principal, llamado Juan de
la Torre, sali y dijo: “Qué es esto hermano Juan de Dios?”. El otro, al oírlo
nombrar, se echó a sus pies, diciendo que no se levantaría hasta que se los
besase y decía: “Este es Juan de Dios tan nombrado en el mundo?”. Y después
le envió 50 escudos de oro para sus pobres 46 .
45 Castro, fol 52v-54.
46 Castro, fol 50.
20
12. ÚLTIMO HOSPITAL
En el hospital de la calle de los Gomeles tenía 150 camas mientras que en
los otros 10 hospitales de Granada había en total 188. Y muy pronto se quedó
corto para tantas necesidades. Sus bienhechores pensaron en construirle uno
desde los cimientos, totalmente nuevo, y compraron, con el apoyo económico del
arzobispo Don Pedro, un solar del municipio y consiguieron otro aledaño, que
pertenecía a los padres jerónimos. Gracias al apoyo incondicional del arzobispo y
a la influencia de san Juan de Ávila, se hicieron las gestiones correspondientes y
los padres jerónimos cedieron su terreno.
Según nos informa Castro: La obra comenzó y el arzobispo ayudó con
1.600 ducados. El padre Ávila comenzó a divulgar la obra por los púlpitos y
encargarla a todos para que ayudasen con limosnas. Y era tanto lo que este
varón podía que, en breve tiempo, le acudieron todos para la edificación y
ornato del tabernáculo de Dios. Porque unos traían dineros en grueso y otros
alimentos y peones. Y otros ropa, y las mujeres sus sortijas y todo género de
joyas; con tanto fervor y devoción que en breve tiempo se juntó mucha limosna y
la obra iba creciendo y se acabaron los tres cuartos del total que ahora están
hechos y el arzobispo dio dineros para que se hiciesen presto puertas y ventanas
y atajos y se pasasen los pobres como se pasaron a las salas nuevas, donde
ahora están, que aún la obra no está acabada 47 .
Las obras comenzaron en 1545 o principios del 1546. La fecha del
traslado fue el 14 de agosto de 1553, cuando ya Juan de Dios había muerto en
1550. Fue su obra póstuma. Otra obra suya fue la casa alberge de Toledo,
fundada en 1548, cuando fue a visitar al príncipe Felipe a la corte real de
Valladolid.
13. NOMBRE Y HÁBITO
Dice Castro: Estando un día Juan comiendo con un obispo de Tuy, el
obispo le preguntó cómo se llamaba. Él le dijo que Juan y el obispo respondió
que se llamase Juan de Dios. Juan de Dios tenía por costumbre, cuando vestía
algún pobre de su vestido, vestirse él el del pobre. Y como el obispo lo vio tan
mal parado (vestido) en su persona, después de haberle puesto el nombre (Juan
de Dios) le dijo: “Hermano Juan de Dios, pues lleváis de aquí el nombre,
también debéis tomar la manera de vestir. Éste que traéis da asco y pesadumbre
a los que tienen devoción de trataros y sentaros a su mesa. De modo que os
vistáis de un cossete y unos calgones de buriel y un capote de sayal encima, que
47 Castro, fol 86-87.
21
son tres cosas en nombre de la Santísima Trinidad: y él accedió a ello de
voluntad. Y luego lo hizo comprar el obispo y se lo vistió de su mano, y no lo
mudó hasta que murió 48 .
El nuevo hábito se componía de un calzón de tela basta llamado angeo
(por sus orígenes del ducado de Anjou en Francia), que cubría desde la cintura
hasta las rodillas, y de un capotillo de jerga de dos faldas con su capucha ceñido
con un cordón. Con este hábito se le abrieron más fácilmente las puertas de las
casas de los ricos e, incluso, con él se presentó en la corte real de Valladolid.
A partir de ese momento y con el recibimiento de los primeros
compañeros, sin que él lo hubiera planeado, comienza prácticamente la
Fraternidad hospitalaria, los hermanos hospitalarios de san Juan de Dios. El
obispo de Tuy fue el instrumento de Dios para comenzar esta gran Obra para
bien del mundo y de la Iglesia.
14. ORDEN HOSPITALARIA
San Juan de Dios no planificó fundar una Orden religiosa, pero sí estaba
en los planes de Dios y su Obra y espíritu continuó a través de sus colaboradores
inmediatos. El primero de ellos, nombrado Hermano mayor a la muerte de Juan
de Dios, fue Antón Martín, fundador del hospital de Madrid.
Antón Martín, nacido en 1500, fue un convertido de Juan de Dios. Tenía
un único hermano, llamado Pedro de Aragón, que estaba bien acomodado en casa
de un rico labrador. El dueño le propuso casarse con su hija, pero él prefirió
casarse con la hija del párroco, que anteriormente había sido casado, y, de viudo,
se había ordenado sacerdote. Los familiares de la joven rica despechada, a los
pocos días de la boda con la otra, lo mataron por venganza a las afueras del
pueblo de Guadahortuna, quemándolo después de muerto para que quedara
irreconocible. Al enterarse Antón de la muerte de su hermano, entabló un juicio a
los asesinos y para ello se dirigió a la ciudad de Granada. Consiguió que metieran
en prisión al principal asesino, llamado Pedro de Velasco, quien fue condenado a
muerte.
Fray Diego de Escobar dice en el Proceso: Al enterarse Juan de Dios de
este caso, habló con Antón Martín, pidiéndole que perdonase a aquel hombre
sentenciado a muerte, y fueron tales las persuasiones y palabras que el santo
varón dijo al dicho Antón Martín que vino a alcanzar todo lo que quiso de él
hasta que sacó de la cárcel al dicho hombre.
48 Castro, fol 60v-61.
22
Y Antón Martín, quedando como quedó tan prendado de los buenos
consejos y palabras del santo varón Juan de Dios, le pidió que lo admitiese en su
compañía y se lo concedió con tal que viviese como él vivía, andando casi
desnudo y descalzo en servicio de Dios nuestro Señor y de los pobres, dando
obediencia al prelado 49 .
El segundo colaborador y cofundador fue el anterior perdonado, Pedro de
Velasco. Juan de Dios obtuvo que Antón Martín le perdonase la vida y ambos se
dieron un abrazo como hermanos, y ambos fueron recibidos por Juan de Dios
como colaboradores, siguiendo su misma vida, y siendo los dos puntales o
cofundadores con Juan de Dios de la nueva Orden.
Otro de sus primeros seguidores fue Simón de Ávila. Vivía en Granada
con holgura y comodidad. Era uno de los detractores de Juan de Dios. No tenía
oficio alguno y se paseaba por las calles sin hacer nada, pendiente de las vidas
ajenas. Un día estuvo espiando a Juan de Dios, cuando fue a la casa de la viuda
de Perea, que tenía dos hijas, y era muy pobre y buena mujer. Como desde el
zaguán no podía oír lo que se decía y, queriendo ir más adentro, levantó los ojos
a la pared de enfrente y vio allí milagrosamente escritos todos sus pecados y,
reparando en ellos y volviendo en sí, vio sobre su cabeza que le estaba
amenazando una espada de fuego ardiente. Con tan terrible y espantosa visión
cayó desmayado en el suelo y, al caer, dio tan grandes gritos que lo oyeron todos
los de la casa. Salieron a ver qué era. Nuestro glorioso padre le tocó la cabeza y
luego, al punto, abriendo los ojos y medio sosegado, dijo: “Jesús, Jesús, qué es
esto, Dios mío?” 50 .
Estuvo varios días pensando en su vida hasta que decidió hablar con Juan
de Dios para pedirle que lo aceptara en su compañía y le dijo: Mi vida ha sido tan
desastrosa, porque no he cuidado de ella y sólo tenía cuidado de las ajenas para
murmurar y quitar las honras y las famas, que de otra cosa no me servía tan
peligrosa ocupación y ejercicio 51 .
Una vez que fue aceptado en el hospital y, libre de los peligros del mundo,
vestido con aquel tosco sayal, se dedicó a imitar a Juan de Dios. Vivió durante 19
años al servicio de los enfermos pobres del hospital, mejorando cada día en
virtud y santidad.
49 Proceso, p. 988.
50 Santos J., Chronologia hospitalaria , vol I, reimpresión de 1977, Madrid, p. 597, según la edición de
1702.
51 Ib. p. 599.
23
Otro convertido fue Dominico Piola. Algunos lo llaman Dominico
Espínola o el genovés. Llegó a ser Hermano mayor del hospital de Granada,
sucediendo a Antón Martín. Según refiere el testigo Juan López Quijada, un día
fue san Juan de Dios a la casa de este genovés que vivía en Granada para pedirle
limosna y para que le fiara 30 ducados para comprar sábanas. Juan de Dios sacó
una imagen del niño Jesús y la puso sobre la mesa, diciendo: Él es mi fiador .
Cuenta este testigo que había salido del rostro del niño Jesús una tan gran
claridad y resplandor que excedía la luz del sol y que, visto esto por el genovés,
le dio más cantidad del dinero que pedía. Y que, de allí a poco, había muerto la
mujer del genovés y él se había entrado de hermano de la Orden del bendito
Juan de Dios, y dado su hacienda para el hospital y hecho obras pías y
limosnas 52 .
Un cronista de la Orden escribió: Haberlo visto antes vestido de sedas y
terciopelos y ahora con un saco de sayal, descubierta la cabeza al sol y expuesta
al sereno, muy modesto y compuesto, rapado de barba y cabeza, pedir a voces
limosna por las calles, aún a los que no tuviesen sombra de caridad, les había de
obligar y forzar a que la tuviesen y dieran limosna. Solía volver a casa tan
cargado que apenas podía con el peso de la mucha limosna que traía 53 . El
genovés llegó a ser el director del hospital de Granada y murió en olor de
santidad.
Después de la muerte de Juan de Dios sus hermanos siguieron sus huellas.
Muy pronto vieron los granadinos que los hermanos andaban por las calles
buscando pobres y los llevaban al hospital en brazos e a cuestas e los curaban
con grande caridad... Es cosa pública que los hermanos, topando pobres por las
calles, échanselos a cuestas y llévanlos al hospital 54 .
Y desde sus comienzos se estableció en las Constituciones que la atención
a los enfermos debía ser los más humana y personalizada posible a Dios. Así se
dice: Procurarse ha en nuestros hospitales que el servicio que se hiciera al Señor
en sus pobres le sea agradable, para lo cual antes que lo acuesten al enfermo en
la cama con la caridad que se requiere, le será cortado el cabello y las uñas, no
siendo dañado a la salud, y también le lavarán las manos y los pies y, a
necesidad, todo el cuerpo con agua caliente, aderezada para este efecto; y hecho
esto, se le vestirá una camisa limpia y se le pondrá escofieta o paño de cabeza, y
limpio de esta manera el enfermo, le acostarán en la cama, la cual estará
52 Proceso, p. 828.
53 Santos J., Chronologia hospitalaria , o.c., vol I, p. 608.
54 Sánchez Martínez: Kenosis-diaconía en el itinerario espiritual de San Juan de Dios , Jerez, 1995, pp.
292, 307, 393.
24
acomodada de sábanas y almohadas limpias; y, si fuere invierno, se le
calentarán y de esta manera se le irán aplicando los remedios corporales 55 .
15. MUERTE DE SAN JUAN DE DIOS
En el frío invierno del año 1549 estaba delicado de salud hasta el punto
que se desvencijó y de esta enfermedad padecía gravísimos dolores y disimulaba
cuanto él podía por no darlo a conocer y dar pena a sus pobres en verlo malo.
Pero estaba tan flaco y debilitado y sin fuerzas que no podía disimular… Y
sucedió que el río Genil vino aquel año muy crecido por las grandes lluvias y le
dijeron a Juan de Dios que el río con la corriente traía mucha leña y cepas. Y él
determinóse con la gente sana que había en casa ir a sacarla, porque el invierno
era muy fuerte de nieves y fríos para que los pobres hiciesen lumbre y se
calentasen. De meterse en el río en tal tiempo, cobró tanta frialdad sobre la
enfermedad que tenía que, aquejándole más gravemente el dolor que solía, cayó
muy malo 56 .
Baltasar Suárez certifica: Por este tiempo vino a esta ciudad una muy
grande crecida del río Genil… Se cerraron los ojos del puente y salía el agua
por las orillas y por encima del puente; y de arriba traía muchos árboles enteros
y acudió el bendito padre Juan de Dios y se puso en una isleta del río donde no
había nada de agua a muy gran peligro, y sacaba muchos árboles e hizo un muy
gran montn de ellos… Finalmente vio cmo sac del agua baja él sólo, sin otra
ayuda, más de 200 cargas de leña de muchos árboles que el río traía y la hizo
llevar a su hospital y, acabando de salir de la isleta que le daba el agua hasta la
rodilla y era toda de arena, fue una cosa de gran maravilla y todos a una voz
decían que había sido milagro; que tan presto como salió el bendito padre, se la
llevase el río y se hundiese la isleta 57 .
Regresó al hospital temblando de frío, apenas podía sostenerse por la
fiebre. Como dice Castro, estaba desvencijado . El arzobispo de Granada, Don
Pedro Guerrero, lo llamó a su casa, porque había recibido quejas de algunos
malintencionados que decían que en el hospital había hombres y mujeres de mal
vivir y que debía poner orden. A pesar de estar tan enfermo, se levantó como
pudo y fue con toda presteza, le bes la mano y recibi su bendicin… Juan de
Dios estuvo atento a todo lo que su prelado le dijo y con mucha humildad y
mansedumbre le dijo: “Padre mío y buen prelado, yo soy el malo y el
incorregible y sin provecho, que merezco ser echado de la casa de Dios. Los
55 Constituciones de 1587, cap. 17.
56 Castro, fol 70-71.
57 Proceso, p. 165.
25
pobres que están en el hospital son buenos. Y pues Dios sufre a malos y buenos y
tiende el sol cada día sobre todos, no será razón echar a los desamparados y
afligidos de su propia casa”. Fue muy agradable al arzobispo la respuesta de
Juan de Dios, viendo el amor tan paternal y afecto tan tierno que a sus pobres
tenía 58 .
El arzobispo le dio la bendición y le dio permiso para actuar de acuerdo a
su criterio. Y, viendo que se le agravaba el mal, se esforzó cuanto pudo y tomó
un libro en blanco y unas escribanías y un hombre que le escribiese y se fue por
la ciudad de casa en casa a los que algo debía e iba asentando la cantidad de la
deuda y de qué se debía… para que, si Dios lo llevase, se pagase lo que debía,
habiendo claridad en ello. Y este fue su testamento 59 .
El hospital estaba bien atendido por los hermanos. Un día fue a visitarlo
una de sus grandes bienhechoras, Ana Osorio, y quiso llevarlo a su casa para
atenderlo con sus propias manos y para que estuviera más tranquilo sin las
preocupaciones del hospital. Él se excusó, porque quería morir entre los pobres.
Pero ella, viendo que en el hospital no podía ser curado como convenía, le
escribió un billete al señor arzobispo Don Pedro Guerrero para que le mandase
por obediencia que se dejase llevar a su casa, donde estaría con más comodidad.
Y habiéndolo mandado su señoría ilustrísima, lo llevaron a casa de la noble
señora y, estando ya cercano a la muerte, le fue a visitar el señor arzobispo y lo
confesó y dijo misa y le comulgó por viático y le dio la extremaunción y, al
tiempo de recibir el Santísimo Sacramento, vio junto a su cabecera a la Virgen
soberana María, que le hizo muchos favores y le dijo palabras de mucho
consuelo 60 .
Ya en casa de Doña Ana le cambiaron la ropa y lo acomodaron en buena
cama. Él obedecía en todo como si fuera un humilde esclavo. Algunos señores
importantes lo fueron a visitar, incluido el arzobispo, a quien le pidió que velara
por las deudas que tenía y le entregó el cuaderno donde estaban anotadas. El
arzobispo le aseguró: En cuanto a las deudas que debéis, yo las tomo a mi cargo
para pagarlas. Y yo os prometo hacerlo como lo harías vos mismo. Por tanto,
sosegaos y nada os dé pena, atended a vuestra salud y encomendaos a nuestro
Señor 61 .
Juan de Dios le encomendó a Antón Martín, que se quedaba como
Superior en su lugar, que atendiese siempre con amor a los pobres. Cuando sintió
58 Ib. fol 72.
59 Ib. fol 73.
60 Proceso, p. 463.
61 Castro, fol 76v.
26
que llegaba su último momento, se levantó de la cama, se puso de rodillas en el
suelo, se abrazó a un crucifijo, y estuvo un poco callado; de ahí a un poco dijo:
“Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo” y diciendo esto con voz recia y bien
inteligible, dio el alma a su Criador, siendo de edad de 55 años, habiendo
gastado doce de estos en servir a los pobres en el hospital de Granada 62 .
Según cuenta Mateo del Espino: A su ruego y persuasión le levantaron (de
la cama) y se hincó de rodillas con un crucifijo en la mano, y hablando con él y
encomendándole su alma con muchas palabras santas y devotas, dio su alma a
Dios, quedándose hincado de rodillas como si estuviera vivo, lo que tuvieron por
milagro y que en esto se sintió un muy grande olor del cielo que tenía el
aposento donde expiró 63 .
Diego López certifica: Era tan grande el olor y la fragancia que salía del
cuerpo del santo varón que admiraba y este testigo entró como pudo al zaguán y
olió una fragancia y un olor celestial que consolaba 64 .
El momento de la muerte ocurrió cuando él estaba orando de rodillas. Y
dice Castro: Después de muerto, quedó su cuerpo fijo de rodillas sin caerse por
espacio de un cuarto de hora y quedaría así hasta hoy si no fuera por la
simpleza de los que estaban presentes que, al verlo así, les pareció inconveniente
para poderlo amortajar. Y con dificultad lo estiraron para amortajarlo y le
hicieron perder aquella forma de estar de rodillas 65 .
Todos los testigos están de acuerdo en un punto: al momento de morir, se
pudo respirar un olor suavísimo de cielo.
16. ENTIERRO
Su muerte ocurrió el 6 de marzo de 1550. La noticia corrió como reguero
de pólvora y se le hizo un funeral como nunca se había visto en Granada.
Sabiendo que Juan de Dios era muerto, fue tanta la gente que acudió que fue
cosa de admiración. Amortajaron el cuerpo y lo pusieron sobre un suntuoso
lecho bien adornado en una sala grande (de la casa de Doña Ana Osorio) y allí
se pusieron tres altares y se dijeron luego un gran número de misas por todos los
frailes y clérigos de la ciudad, hasta que lo llevaron a enterrar 66 .
62 Castro, fol 77-77v.
63 Proceso, p. 1376.
64 Proceso, p, 323.
65 Ib. fol 77v-78.
66 Castro, fol 79v.
27
El entierro fue un gran acontecimiento en la ciudad, una procesión
enorme, solemne y silenciosa, de todas las clases sociales. Cuando eran las
nueve de la mañana, era tanta la gente que había acudido al entierro que no
cabían en la casa ni en las calles 67 . Iban las principales autoridades de la ciudad
con miembros de todas las Ordenes religiosas e infinita gente, haciendo
sentimiento por él; y no sólo cristianos viejos, sino los moriscos también
lloraban e iban diciendo en su algarabía el bien y limosnas y buen ejemplo que a
todos había dado, y clamaban echando mil bendiciones 68 .
En el entierro algunos cantaban coplas como: Juan de Dios es ya finado,
digno de ser llorado. Todo el tiempo que vivió, en este bajo hemisferio, de
cometer adulterio, a muchas mujeres libró. A estas las sustentó, con limosnas
que les dio. Digno es de ser llorado.
El entierro fue el día 9 de marzo. La misa del funeral la celebró el general
de los padres mínimos y predicó un fraile de la misma Orden. La gente tenía
tanto deseo de tener alguna reliquia suya que tocaban el ataúd con rosarios y
otras cosas. Algunos incluso con sus puñales y dagas sacaban pedazos de madera
del ataúd. Tuvo que intervenir la autoridad para evitarlo, pues hubieran hecho
trizas el ataúd para llevarse alguna reliquia. Fue enterrado en la capilla de la
familia de los Pisas en que murió.
17. SU CARÁCTER
Según todos los que lo conocieron, no era muy alto de cuerpo, tenía un
crucifijo grande en los pechos y solía ir con la capacha al hombro y una cayada
en la mano. Ana de Mirón recuerda que tenía las cejas pelilargas, bien barbado,
ni gordo ni delgado, de buen cuerpo y que era tenido por hombre ejemplar 69 .
Era un hombre muy austero, sencillo y humilde. Ya hemos anotado cómo
quiso hacerse el loco para humillarse y sufrir por amor al Señor. Era muy frugal
y apenas comía. Tomaba por comida “una cebolla asada u otro manjar de poco
precio” y dormía “en una sola estera en el suelo, cubierto de un pedazo de
manta vieja en un aposentillo muy angosto debajo de una escalera”. Allí vivía la
pobreza de sus pobres 70 .
Sin embargo, según anotan algunos testigos, trabajaba por cuatro y con
frecuencia lo veían cargar a uno o dos enfermos para llevarlos al hospital.
67 Ibídem.
68 Ib. fol 81.
69 Proceso, p. 965.
70 Camino de hospitalidad, o.c., p. 21.
28
Normalmente solía ir pidiendo limosna con los pies descalzos y gritando por la
calle: Hermanos, ¿quién quiere hacerse bien a sí mismo? Hagan el bien por
amor a Jesucristo.
Pero, a pesar de tanto trabajar y sacrificarse por los pobres y enfermos y
pasar muchas horas de la noche en oración, no estaba triste, angustiado o ansioso.
Confiaba en Dios y en su providencia divina, que nunca le faltó. Vivía el día a
día, siempre alegre y contento, contagiando a todos con su amabilidad y su
sonrisa permanente.
Uno de los testigos, del Proceso nos dice: Un día vieron venir a un
hombre en una yegua o caballo y le dijo al siervo de Dios: “Hermano Juan de
Dios, tome pan”. Le dio unos panes y él lo recibió y se fue muy regocijado; y
había bailado de contento delante del Santísimo Sacramento. Al hombre que le
había dado el pan no le habían visto más y entendieron que, sin duda, había sido
enviado de Dios 71 .
Felipe de Laiz manifiesta: Un día se acuerda este testigo que entró en su
cocina y halló a Juan de Dios muy alegre y dando con la haz de la mano en el
revés de la otra con la palma de ella y diciendo un cantar santo. Este testigo le
dijo: “Qué bueno padre!”. Y respondi: “Quien sirve a Dios, anda alegre y el
que sirve al diablo, anda triste” 72 .
Su alegría y su espíritu de trabajo fueron admirables y lo mismo su amor a
María y a Jesús sacramentado, que a veces se le aparecían para alegrarle con su
presencia.
Alonso Lasso de la Vega declaró que oyó al doctor Valencia y al doctor
Hoces y al doctor Jiménez que a los pobres que entraban a curar en el hospital
los hacía confesar y les lavaba los pies y, haciéndoles una cruz, se los besaba.
Dijeron los mencionados que el mismo Redentor de la vida vino un día en figura
de pobre y, habiéndole lavado el bendito Juan de Dios los pies, cuando iba a
besarlos, vio en ellos las señales de las llagas y un gran resplandor y le dijo el
mismo seor: “Juan, cuando lavas los pies a los pobres, a mí mismo me los
lavas”; y desapareci. Y que había quedado un resplandor muy grande, de modo
que los pobres se habían levantado dando voces, diciendo que se quemaba la
casa; y esto oyó a los dichos médicos y a otras muchas personas de Granada 73 .
71 Gómez-Moreno Manuel, o.c., p. 219.
72 Proceso, p. 99.
73 Proceso, p. 1342.
29
18. APARICIONES
Gabriel Maldonado afirma: Supo este testigo que, estando (Juan de Dios)
oyendo misa en el Sagrario, había visto bajar un niño resplandeciente al tiempo
de la consagración y entrarse en la hostia del sacerdote; y había ido al señor
arzobispo Don Pedro Guerrero y le dio cuenta de aquello, el cual le respondió:
“Vos habéis menester de verlo para creerlo, hermano Juan, que yo sin verlo lo
creo” 74 .
Fray Pedro Egipciaco declara: Entrando un día Juan de Dios en Nuestra
Señora del Sagrario e hincándose de rodillas delante de un santo crucifijo, que
tenía a los lados a nuestra Señora y a san Juan Evangelista, suplicaba a su
divina Majestad que le declarase en qué oficio o ministerio le gustaría que le
sirviese. Cuando salía de la iglesia, le pareció que la Virgen Santísima y san
Juan evangelista le ponían una corona de espinas en la cabeza, diciéndole que
por trabajos y espinas había de alcanzar grandes merecimientos 75 .
Fray Bartolomé de Porras manifiesta que ha oído decir a personas
fidedignas que, estando enfermo de su última enfermedad, tenía junto a su
cabecera un Cristo crucificado y una calavera y que, en esa ocasión, le visitaron
la Virgen María, san Juan evangelista y el arcángel san Rafael; y lo dejaron muy
consolado 76 .
En las preguntas del Proceso, una de las cuestiones planteadas era si
sabían algo referente a un suceso que era de conocimiento de muchos: Un día
había faltado pan para dar de comer a sus pobres enfermos y, a la vista de
muchos de ellos, entró el mismo arcángel san Rafael, vestido con el hábito del
bendito Juan, y le puso delante una cesta llena de panes, diciéndole que todos
serían de una Orden y que nunca le faltaría la despensa del cielo para sus
pobres 77 .
Fray Francisco Fidel informa que ha oído decir a personas de crédito, así
eclesiásticas como seglares que el bendito padre Juan de Dios era muy devoto
del arcángel san Rafael y que una noche, yendo cargado con un pobre y con la
capacha llena de limosna, cayó al subir la calle de los Gomeles y que, enojado
consigo mismo, se daba de palos con la cayada... y que en aquella ocasión le
vino a ayudar el arcángel san Rafael, diciendo que Dios le había dado cargo
para que lo acompañase y lo guardase a él y a todos sus hermanos y
74 Proceso, p. 59.
75 Proceso, p. 473.
76 Proceso, p. 495.
77 Proceso, p. 28.
30
compañeros; y que en otra ocasión recibió muchos favores del arcángel san
Rafael 78 .
Juan González asegura que oyó decir que se había encontrado en la casa y
hospital el día en que el bendito Juan de Dios se tardó en hacer las camas y en
barrer el hospital por haber ido por agua y que los que estaban en el hospital
vieron que un hombre, que tenía su talle, hábito y figura, había aliñado la casa,
barriendo y haciendo las camas; y que, preguntando el bendito Juan de Dios,
cuando vino de fuera, quién había hecho aquello, los que estaban en el hospital
le decían que él mismo y por las excusas que daba se entendió el milagro y que
fue un ángel el que lo había hecho 79 .
Francisco Narváez le dijo a una sobrina suya que declaró en el Proceso: La
víspera de santo Tomás había nevado muchísimo e iba el siervo de Dios descalzo
con una cuerda y soga en su cintura, determinado a llegar al monte para traer
leña para sus pobres viudas. Y mirándole desde las ventanas y compadeciéndose
de él, le daban voces que por amor de Dios no se pusiese en tan gran ventisca y
tempestad y manifiesto peligro. Pero él siguió adelante e hizo un haz de leña y,
volviendo cargado con él, cayó en una zanja que estaba cubierta de nieve y se
hundió en ella de manera que no aparecía más que la cabeza y el haz de leña. A
la sazón pasó un hombre (en todo el campo no había nadie) y así se tiene por
cierto que fue el ángel de su guarda, y le dijo: “Qué es esto, hermano Juan de
Dios?”. Y le dio la mano y lo sac, riéndose el siervo de Dios y dando muchas
gracias a su divina Majestad; y quedó alegre y enjuto (seco) y la leña seca. Y
esto estaban mirando unas mujeres lavanderas que estaban en una choza,
admiradas de tan gran milagro 80 .
19. FENÓMENOS SOBRENATURALES
San Juan de Dios era muy reservado y no publicaba sus experiencias
sobrenaturales. Sabemos que, al igual que a todos los santos, el demonio lo
asaltaba de diferentes formas, con el permiso de Dios.
El testigo Sebastián López Montañés dijo: Hará unos cuarenta años, poco
más o menos. Cuando este testigo estaba estudiando en la ciudad de Granada,
siendo discípulo de Juan Latino, maestro de la universidad de dicha ciudad, le
oy decir… que, yendo Juan de Dios una noche cargado con un pobre encima de
sus hombros para llevarlo al hospital, le salió un demonio en figura de puerco y
78 Proceso, p. 462.
79 Gómez-Moreno Manuel, o.c., pp. 215-216.
80 Ib. p. 237.
31
le hizo caer dos o tres veces y lo maltrató y, viéndose afligido, invocó el nombre
de Dios y desapareció como un torbellino 81 .
Doña Francisca de Villarreal declaró: Una noche, viniendo a deshora de
las casas de juego donde iba a pedir limosna, le habían salido en el puente de
Santa Ana dos perros furiosos que con sus ladridos y acometimientos llegaban y
le despedazaban. Y fue de manera que llamó a dicha casa (de los Pisas) muy
recio y aprisa y, abriéndole, le vieron demudado y cansado y dijo lo que le había
pasado con los perros y coligieron que debieron ser demonios 82 .
a) C ONOCIMIENTO SOBRENATURAL
Es el don de conocer ciertas cosas, que no pueden saberse humanamente,
sino por revelación sobrenatural.
Sebastián de la Corte atestigua que oyó decir a sus padres que en el
tiempo en que hubo en Granada gran escasez de pan, un tejedor, viendo que no
tenía con qué poder sustentar a su mujer y a sus hijos, se salió hacia el pilar que
llaman del Toro, desesperado y con una soga debajo de la capa para ahorcarse.
El siervo de Dios le salió al camino, inspirado por Dios, le habló y le dijo que
adónde iba con aquel mal intento y le pidió que sacase la soga que llevaba. El
hombre, maravillado y arrepentido, se volvió a Dios, pidiendo perdón de su
culpa, y el siervo de Dios le envió a su casa muchos panes y otras cosas 83 .
Doña María de Guevara declaró en el Proceso que, siendo muy niña de
cinco o seis años, el bendito padre Juan de Dios acudía a la casa de sus padres a
pedir limosna y, estando esta testigo enferma y desahuciada de los médicos, fue
a casa de esta testigo y su madre Leonor de Guevara, a quien el bendito padre
llamaba hermana legítima, le rogó suplicase a nuestro Señor por la salud de esta
testigo, y el dicho padre respondi: “Sí, nos la prestará”, y de allí en adelante
tuvo salud y el bendito padre decía a esta testigo “la Prestadica” de nuestro
Señor 84 .
Juan Ruiz asegura que el venerable Juan de Dios visitó a Doña Leonor de
Mendoza que a la sazón no tenía hijos y que, rogándole por este fin,
consolándola, le dijo que con paciencia los tendría y que entonces le dejó su
81 Gómez-Moreno Manuel, o.c., p. 259.
82 Ib. p. 242.
83 Ib. p. 285.
84 Ib. p. 263.
32
cayada (cayado) , que traía de ordinario consigo, y que fue nuestro Señor servido
darle hijos 85 .
Fray Juan Lares declaró: Este testigo ha oído decir que el dicho padre
Juan de Dios había tenido espíritu de profecía y sabía algunas cosas ocultas de
las necesidades de pobres, huérfanas y viudas, a quienes acudía a remediar con
mucha caridad y virtud 86 .
b) P ERFUME SOBRENATURAL
Hemos anotado anteriormente que en el momento de su muerte se sintió
un olor celestial en su habitación y que duró varios días. Pero, incluso en vida,
algunas personas sintieron este perfume del cielo.
Bartolomé de Espinosa, presbítero, declaró que oyó decir a Felipa Gómez,
su tía, que un día ella y otra hermana suya vieron venir al bendito padre Juan de
Dios muy mojado, porque había llovido mucho y las susodichas, movidas de
caridad, lo hicieron entrar y le hicieron que se quitase el hábito y le dieron una
frazada con que se abrigó. Tomaron el hábito, que estaba todo mojado y
chorreando agua, y lo pusieron encima de una lumbre y, comenzando a tomar
calor y el hábito a exhalar vapores, fueron de tan gran fragancia y olor que
asombró a las susodichas y les admiró por ser el olor tan celestial y admirable,
de suerte que una de ellas, enternecida de una cosa como ésta, lloró muy gran
rato, dando gracias a Dios y, desde entonces, lo tuvo con certeza por santo 87 .
Úrsula Romanos refiere en el Proceso: No es cosa nueva para esta casa
(de los Pisas) que, después que el bendito padre Juan de Dios murió, nos regala
y favorece con estos buenos olores. No son ordinarios, sino de cuando en
cuando, y lo que más duró fue cuando murió que duró nueve días con olores
fortísimos 88 .
Cristóbal de Castañeda declara que habiendo muerto en Granada una
mujer, pariente del dueño de la capilla y entierro donde está el cuerpo del
venerable padre Juan de Dios, quisieron entrar en la misma bóveda para hacer
allí su entierro y, abriendo la bóveda, salió tan gran fragancia de buen olor que
se detuvieron y no se atrevieron a enterrarla hasta dar noticia al arzobispo
Quiñones de Castro, que al presente es arzobispo de Sevilla, el cual había
85 Proceso, p. 905.
86 Proceso, p. 1393.
87 Gómez-Moreno Manuel, o.c., p. 236.
88 Proceso, p. 333.
33
respondido que no la enterrase en la bóveda; pues, donde esta enterrado un
santo, no se ha de enterrar quien no lo es 89 .
c) M ILAGROS EN VIDA
Fray Esteban de Espinel oyó decir a un fraile religioso antiguo, que se
llamaba padre Carrasco, que residía en el hospital del bendito padre Juan de
Dios de Granada, que un día faltó el aceite para la comida de los pobres y
acudió el que tenía cargo de ello a dar cuenta al bendito padre, diciéndole que
no había aceite; y el bendito padre le respondió que fuera a las vasijas donde lo
tenía, que aceite había. El encargado le dijo que ya había ido y no había nada, y
el padre bendito le volvió a decir que fuera y que lo hallaría; y había ido y que
la tinaja que antes estaba vacía la halló llena de aceite y se publicó el milagro 90 .
De su visita a Oropesa hay un suceso que lo nombran varios testigos. Dice
entre otros Ana de Miranda: En esta villa fue muy publico que, estando enferma
Ana Torre de una pierna, de la cual padecía muy grandes dolores, Juan de Dios
iba a la dicha Ana Torre y le curaba la pierna y llagas que en ella tenía,
lamiéndolas con su misma boca y lengua; y la inmundicia que le sacaba la
escupía de tal manera que con el dicho beneficio, la susodicha sanó de las llagas
y quedó buena 91 .
Pedro Montoya declara: Este testigo vio por sus ojos lo que pasó en el
hospital real de esta ciudad con un convite que hubo, asando una ternera. Como
era menester mucha brasa, se pegó fuego al dicho hospital y, como tenía las
maderas tan grandes de pinos enteros, se incendió el mayor fuego que en esta
ciudad se ha visto… Y este testigo vio que Juan de Dios por medio de las llamas
del fuego entraba y salía y sacaba a cuestas y debajo de los hombros los
enfermos que estaban en el dicho hospital, y sacaba unos y volvía por otros
corriendo; y a todos los sacaba libres y sanos... Y estaban todos asombrados de
verle entrar y salir por el fuego hasta que sacó a cuestas a todos los enfermos y
luego echaba por las ventanas las camas de los enfermos y hacía cosas que
espanta, mirándolo este testigo sin poder llegar a él…
Y, andando el fuego, subió tanto que lo cogió en medio y este testigo y
todos pensaban que ya lo había abrasado y tenía gran lastima y dolor de él y,
cuando más seguros estaban, salió de en medio del fuego libre y sano sin
quemarse..., lo que le dio grandísimo contento de verlo libre y sano y este fue un
89 Proceso, p. 909.
90 Proceso, p. 716.
91 Proceso, p. 965.
34
milagro muy grande y muy patente, porque duró mucho y lo vio infinidad de
gente, que estaba en el campo donde está el hospital real y todos daban muy
grandes gracias a Dios por ello; y unos y otros contaban este milagro y tenían
de allí adelante gran respeto a Juan de Dios como hombre santo 92 .
d) M ILAGROS DESPUÉS DE SU MUERTE
María de Rueda certifica, que estando en días de dar a luz una niña, que
al presente vive, no la sentía en su vientre por andar doblada; y esta testigo, por
ser el primer parto y de poca edad, temió que no había de salir a luz y de aquel
parto había de morir. Y la madre lloraba temiendo lo mismo, y, habiendo oído
decir las maravillas que Dios obraba con la cayada del bendito Juan de Dios
que tienen los religiosos de su Orden en su casa del Corpus Christi de esta
ciudad, pidió con mucha devoción que se la trajesen, la cual le llevó el padre
prior del hospital y no la tomó hasta que le apretaron muchísimo los dolores y
fue Dios servido que, dentro de una hora, tomó la cayada y dio a luz la hija y no
sintió dolor, sino muy poco, lo cual atribuyó ser gran merced que Dios le hacía y
milagro obrado con esta testigo por intercesión del bendito padre Juan de
Dios 93 .
Agustina de la Magdalena también declara que, estando su madre Isabel
de Gaona muy trabajada de un peligroso parto del cual había estado con dolores
tres días, en los cuales llegó a peligro de muerte, vio esta testigo cómo, habiendo
pedido con devoción que trajesen la cayada del bendito padre Juan de Dios, su
madre la tomó y la puso sobre su vientre, pidiendo favor y ayuda a dicho santo
padre y vio cómo, al punto, fue Dios servido que la dicha Isabel de Gaona dio a
luz a un niño, el cual salió bueno, quedando también ella buena y sin lesión
alguna. Y en agradecimiento la dicha madre hizo guarnecer la cayada de plata,
una parte de ella 94 .
Inés García manifiesta igualmente que, estando el mes de agosto del
pasado año de 1622 en grande peligro de muerte de un parto, del cual estuvo
cuatro días con la criatura muerta en el vientre, desahuciada del médico doctor
Apolinario…, su marido trajo la cayada (de Juan de Dios) y se la puso la
comadre sobre el vientre y, al punto que se la pusieron, sintió que la criatura que
tenía muerta, había dado un vuelco en el vientre de que esta testigo sintió un
gran dolor y salió un pie de dicha criatura y fue Dios servido que a las nueve de
la noche, poco más o menos, habiendo estado cuatro días con aquel gran peligro
92 Proceso, p. 51.
93 Proceso, pp. 941-942.
94 Proceso, p. 944.
35
de muerte por estar la criatura muerta, dio a luz la criatura muerta, quedando
esta testigo buena y sin fiebre ni otros achaques, porque a los cinco días se
levantó buena como si no hubiera pasado nada 95 .
Isabel Pérez, vecina de Montemayor, afirma que, en la casa en que nació
el santo, dos hermanos de su hábito tenían allí una capilla donde concurría
mucha gente, así de la villa como del entorno, y llevaban tierra de la casa del
santo con la cual los enfermos que la traían se sanaban. Esta testigo vio una
moza doncella, por nombre María de Oliveira, que ahora está casada con
Domingo Pérez, zapatero, que llegaba a la casa del santo en un jumento, tullida
de todo su cuerpo y con mucha devoción; la llevaron al oratorio y se encomendó
al santo y de allí a poco espacio y pocas horas, la llevaron y luego se dijo
públicamente en esta villa que la dicha moza se sanó del todo como en efecto
sanó y está sana 96 .
Ana Jorge, que al declarar tenía 115 años, asegura: Es fama en esta villa
que, llevando tierra de la casa donde nació y donde hay un oratorio, que los
enfermos que traen la dicha tierra consiguen sanar de sus enfermedades. Y
estando esta testigo con una mujer, que estaba de parto y no podía dar a luz,
mandó con mucha devoción por tierra de la casa del santo; y esta testigo la puso
al cuello de la mujer y, al momento que se la echó, luego la dicha mujer dio a luz
y salió del peligro en que estaba; lo que esta testigo y las personas que estaban
presentes tuvieron por gran milagro 97 .
Matías Rodríguez certifica: En los tiempos en que dos hermanos del
hábito de san Juan de Dios tenían un oratorio en la casa donde se dice que nació
el santo, en la calle Verde de esta villa, estaba muy enfermo de lombrices, y con
devoción, con una candela de cera, se fue al oratorio a ofrecer al santo Juan de
Dios y llevó consigo un poco de tierra de la casa y la llevó envuelta en un paño;
se la puso al cuello y a los pocos momentos echó de sí un bolso de lombrices y
quedó sano y ya nunca más hasta el presente tuvo dicha enfermedad 98 .
20. CUERPO INCORRUPTO
Después de morir san Juan de Dios, los colaboradores que habían vivido
con él, siguieron su ejemplo. Seguían pidiendo limosna con la capacha (capacho)
y un cayado en las manos. La gente los llamaba los hermanos de la capacha .
95 Proceso, p. 945.
96 Proceso, pp. 1261-1262.
97 Proceso, p. 1253.
98 Proceso, p. 1271.
36
Dice fray Agustín de Torres que, mucho tiempo después de muerto Juan
de Dios, cada mañana iban diez o doce de los hermanos del hospital de Juan de
Dios al convento de Nuestra Señora de la Vitoria, vestidos de jerga hasta la
pantorrilla, con una cayada blanca cada uno y su capacha a cuestas, muy
devotos; y entraban en la capilla de los Pisas y rezaban muy devotamente por
estar en la bóveda de ella sepultado el bendito cuerpo.
Este testigo tuvo grandes deseos de verlo y muchas veces importunaba a
fray Fernando Moreno, sacristán del convento, para que se lo enseñase y, no
haciéndolo por ser este testigo muchacho, vino ocasión de que murió una señora
parienta de los Pisas y, metiendo su cuerpo en la dicha bóveda, entró en ella con
el sacristán. Este testigo preguntó cuál era el ataúd, por haber allí otros y no
conocerse cuál era. El sacristán se lo mostró y este testigo alzó la tapa y vio que
estaba con su hábito sano y su cuerpo entero, sólo tenía el pico de la nariz y los
labios algo gastados y los ojos cerrados. Y sintió, cuando se llegó al ataúd, olor
y fragancia 99 .
Alonso Villegas recuerda: Pasados veinte años de su muerte, entraron
unos caballeros en la bóveda con deseo de verle y hallaron que estaba entero.
Sólo se le había comido el pico de la nariz; y quedaron admirados por no
haberse hecho de su cuerpo diligencia alguna de embalsamarle como a otros
para que no se corrompiese 100 .
Catalina de Narváez certifica que veinte o veintiún años después de su
muerte, habiendo informado al arzobispo que se habían visto luces en la capilla
de los Pisas, donde el siervo de Dios estaba sepultado, y que nuestro Señor hacía
por él milagros, se determinaron sacar el cuerpo de la bóveda donde estaba y,
habiéndose juntado mucha gente principal y hermanos del hospital del bendito
Juan de Dios, el padre de esta testigo Jerónimo de Narváez, vio cómo entraron
en la bóveda con dos hachas y sacaron el cuerpo a la capilla. Esta testigo, de
unos ocho o nueve años de edad, lo vio entero y que tenía como morada la punta
de la nariz y que salía de él un olor suavísimo que confortó a esta testigo y hoy
día le parece que le tiene presente... Y oyó a su padre decir que en aquella
ocasión un hombre, que tenía un brazo muy mal, se llegó al cuerpo del bendito
padre Juan de Dios y dijo: “Hermano Juan de Dios, sáname este brazo”. Y,
aunque le echaban de la capilla los que en ella estaban, él perseveró en su buena
fe y sanó su brazo y el arzobispo mandó darle una limosna cada día 101 .
99 Gómez-Moreno Manuel, o.c., pp. 297-298.
100 Proceso, p. 410.
101 Proceso, p. 592.
37
21. PROCESO DE CANONIZACIÓN
Se comenzó el Proceso en 1622 y en total declararon 460 testigos. Ya
hemos anotado que a los veinte años de su muerte todavía su cuerpo estaba
incorrupto y solamente había un pequeño desgaste en la punta de la nariz. El 28
de noviembre de 1664 fueron trasladados sus restos desde la capilla de la familia
de los Pisas a la iglesia y en 1757 a la basílica menor de San Juan de Dios de
Granada.
Fue beatificado a los 80 años de su muerte en 1630 y canonizado el 16 de
octubre de 1690 en la basílica vaticana por el Papa Alejandro VIII. El Papa León
XIII, el 22 de junio de 1886, lo nombró patrono de los enfermos, colocando su
nombre en las letanías de los agonizantes. Pío XI lo nombró en 1930 patrono de
los enfermeros de ambos sexos y de cuantos se dedican a la asistencia de los
enfermos. Pío XII se dignó nombrarle copatrono de Granada por decreto del 6 de
marzo de 1940. En 1953 fue declarado patrono del Cuerpo de los bomberos de
España.
22. LA ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
El Papa Sixto V, en 1586, por el Breve Etsi pro debito concede a la
Congregación de San Juan de Dios la categoría de Orden religiosa. En 1592 por
el Breve Ex omnibus el Papa Clemente VIII suspende el título de Orden y la
convierte en Congregación. En 1611 la Congregación española es elevada de
nuevo a la categoría de Orden por el Breve Romanus Pontifex del Papa Paulo V.
En 1617 se concede también el grado de Orden a la Congregación italiana por el
Breve Sacrosanctum del mismo Papa Paulo V.
Entre 1835 y 1850 la Orden desaparece en España por los acontecimientos
políticos. En 1866 se restaura la Orden en España por iniciativa del padre Menni.
Lo que tan piadosamente comenzó aquel bendito varón Juan de Dios
cerca del año 1538, en Granada, en una pobre casa alquilada, sigue adelante.
Su espíritu y carisma continúa latiendo en nuestro mundo después de tantos
años. Es tal su fecundidad y capacidad transformadora que hombres y mujeres
de distintos pueblos, continentes, razas y épocas lo reconocen como padre
espiritual. Ellos y ellas, movidos por su espíritu, llevan adelante proyectos de
acogida, ayuda, salud y rehabilitación en favor de los más necesitados 102 .
102 Camino de hospitalidad al estilo de San Juan de Dios , 2004, p. 9.
38
Actualmente la Orden hospitalaria de San Juan de Dios está extendida a
nivel mundial. Sus obras comprenden hospitales generales, hospitales infantiles,
hospitales geriátricos, residencias gerontológicas, hospitales siquiátricos, Centros
para subnormales, Centros para epilépticos, hospitales de misiones, etc. También
tiene albergues para emigrantes, para vagabundos y Centros rurales de salud.
También colabora con estamentos oficiales en erradicar plagas como la
tuberculosis, paludismo, oncocercosis, etc.
Somos unos 1.500 hermanos, unos 40.000 colaboradores entre
trabajadores y voluntarios y unos 300.000 colaboradores-bienhechores. Estamos
presentes en los cinco continentes, en 46 naciones, con 21 provincias religiosas,
una viceprovincia, seis delegaciones generales y cinco delegaciones
provinciales. Realizamos nuestro apostolado en bien de los enfermos, los pobres
y los que sufren a través de 293 obras. Vivimos, sin embargo, realidades muy
diversas. Hay quien se encuentra en centros y sociedades en vías de desarrollo;
algunos viven en países que gozan de un clima de paz, en tanto otros padecen la
violencia o la guerra o sufren las consecuencias de un reciente pasado de
violencia. Hay quien goza de libertad en su sociedad, a la par que otros ven
severamente limitadas su libertad y sus derechos fundamentales. Hay quien está
dedicado a actividades propiamente hospitalarias y hay quienes se centran en
los temas sociales o de marginación; unos intentan ayudar a vivir, mientras para
otros el campo de acción es ayudar a morir con dignidad. Hay quienes se
encuentran en el Norte y otros en el Sur; unos en las culturas de Oriente y otros
en las de Occidente 103 .
Entre los santos, beatos y venerables de la Orden se encuentran: San Juan
Grande, san Ricardo Pamruri, san Benito Menni; numerosos beatos mártires y
otros hermanos cuya causa de beatificaci6n está en marcha (Francisco Camacho,
José Olallo, Eustaquio Kugler, William Gagnon) y tantos otros que, durante la
historia de la Orden, han sufrido el martirio y la persecución por Cristo en Brasil,
Colombia, Chile, Polonia, Filipinas, Francia, España... o han muerto en peligros,
guerras o epidemias por haber servido a los enfermos y necesitados hasta el fin
con una disponibilidad sin reservas por amor a Dios y a los demás.
El carisma de san Juan de Dios sigue vivo a través de su Orden. Este
carisma puede resumirse en dos palabras claves muy relacionadas entre sí:
misericordia y hospitalidad . Y este carisma se fortalece en la medida en que los
hermanos viven con Jesús, amen a Jesús y reciben a Jesús, presente en la
Eucaristía.
103 Orden hospitalaria de San Juan de Dios: Carta de identidad de la Orden hospitalaria de San Juan de
Dios. La asistencia a los enfermos y necesitados según el estilo de san Juan de Dios, Fundación Juan
de Dios , Roma, 8 de marzo de 2000, p. 19.
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Como dicen las Constituciones: El amor a Jesús, presente en la
Eucaristía, renueva nuestro espíritu hospitalario (Const. 30).
La reserva eucarística y la presencia de Jesús en nuestros sagrarios,
convierte nuestras Comunidades en auténticas escuelas de hospitalidad. Nuestra
hospitalidad eucarística es la fuente de nuestra hospitalidad carismática 104 .
Y esto sin olvidar que junto a Jesús Eucaristía siempre esta María, quien
nos enseña a amar a Jesús. María, a quien Juan de Dios tanto amaba, que se le
aparecía de vez en cuando para consolarlo, y a quien él llamaba Madre y la
siempre entera.
104 Camino de hospitalidad al estilo de San Juan de Dios , o.c., p. 61.
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CONCLUSIÓN
Después de haber visto a grandes rasgos la vida de san Juan de Dios,
podemos decir que su vida fue un milagro de Dios, pues humanamente nadie
hubiera podido resistir un trabajo tan agotador sin una ayuda sobrenatural.
Apenas comía ni dormía, trabajando a todas horas sin descanso. Hasta el final de
su vida tuvo buena salud y fue admirable en poner todas sus energías al servicio
de Dios y de los enfermos, sin descuidar a nadie. Para todos era un padre solícito,
a quien podían acudir a pedir ayuda sin quedar desconsolados. Amaba a todos
como a hijos y por ellos era capaz de dar la vida.
Dios le dio algunos dones extraordinarios como el del conocimiento
sobrenatural para conocer las necesidades de los demás. Era muy devoto del
arcángel san Rafael, que en algunas oportunidades le ayudó visiblemente en
momentos difíciles. Y Dios hacía milagros por su medio, tanto en vida como
después de su muerte.
Una característica importante de su vida fue su alegría contagiosa. Su
caridad no tenía límites. A su muerte, hasta los duros moriscos, muchos de los
cuales eran musulmanes o falsos cristianos, lo lloraron. Su vida podemos decir
que fue como un rayo de luz de Dios en aquella ciudad de Granada, llena de
vicios y de pobreza en el siglo XVI.
Que Dios te bendiga, hermano, por medio de María y de san Juan de Dios,
el amigo de los pobres y de los enfermos. Saludos de mi ángel.
Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad
Pueblo Libre - Lima - Perú
Teléfono 00(511)461-5894
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www.libroscatolicos.org
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