JUZGAD CON JUSTO JUICIO
Hay muchas veces en que el martirio cristiano, no solo consiste en derramar
sangre. Hay muchas formas de sufrir y soportar los juicios de los demás. Sangra
también el corazón del que hace un bien, y sin embargo se encuentra muchas veces con
demasiada incomprensión y debe, como un confesor, guardar secretas las cosas que
suceden y que le afectan, porque los males son mayores que la revelación de la verdad
de los asuntos.
Ya a lo largo de la vida, se encuentra cada uno con muchas ocasiones en las
que sufre silenciosamente, sabiendo que jamás podrá sacar la realidad a la luz y que
está uno condenado a sufrir la inquina de los demás por sus a veces, precipitada y necia
apreciación y valoración de lo ocurrido.
Una vez, tras el desmantelamiento de una sociedad un amigo tuvo que sufrir
la incomprensión de sus socios, porque creían que había encubierto y sido cómplice de
un feo asunto. Declarar la verdad era fácil para este amigo, pero destaparla era generar
males imprevisibles, pero seguros. Pechó con las consecuencias, perdió amigos en una
situación delicada y ahí quedó.
Otra vez un empleado, el día de una inspección, se fue de parranda; los
inspectores le vieron hasta muy tarde por la noche. Al día siguiente no se presentó al
trabajo, aun sabiendo que había una inspección. Los inspectores decidieron despedirlo, y
así hubo que hacerlo. Mi amigo no podía revelarles a sus padres el comportamiento y el
motivo del despido de su hijo; había estado en un lupanar, en lugar de un mortuorio
como él alegó. Y ahí quedó la cosa; y mi amigo como un hombre sin entrañas ante
todos.
En otra ocasión otro me contaba, que trató de conseguir un asunto para
beneficiar legalmente a un familiar. Tal cosa no se pudo hacer, porque el joven
beneficiario no deseaba tan beneficio. Quedó muy mal con la familia, pero ¿como le iba a
decir a unos padres los motivos del hijo, provocándoles un intenso dolor? Era mucho
más mal el que se produciría, que la importancia de quedar él bien ante ellos y
demostrar su justo proceder.
Decía Jesús: No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo
juicio (Juan 7:24) Muchas veces, nosotros mismos juzgamos a la ligera a todo el mundo
de forma espontánea, y sin reflexión alguna. No se pesan el pro ni el contra de una
cuestión, pero aun haciéndolo nos debemos callar, porque el corazón de las personas
solo lo conoce Dios, y lo demás son, en su inmensa mayoría, juicios temerarios. Y dice la
Santa Escritura: Mas yo os digo, que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de
ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus
palabras serás condenado. (Mateo 12:36, 37). Bueno, ¡ahí queda eso!
Ahora surge la posibilidad de que La Iglesia cristiana, dialogue con solvencia y
argumentación recta. Nadie tiene porqué perder su fe, ni su recta determinación de
seguir a Jesús de la manera como su conciencia le dicta, pero creo sinceramente que se
puede tener una comunión en la realidad de Dios, la misión cumplida de Jesucristo y la
acción continua del Espíritu Santo al que hay que darle su “chance”.
De otra manera nos encontramos con una animosidad y una descalificación inmadura y
desaforada de los demás diferentes a nosotros por causa del encastillamiento en fortines
morales o intelectuales. Todos creen tener la verdad, y la tienen en cuanto a la doctrina
principal, y sin embargo en otras formas de conducirse, en la praxis, hay desviaciones
generalizadas. Vayamos todos a la verdad, y veremos como así, la unión deseada por
Jesús y que se está conculcando, se puede restablecer, sin ahogar a nadie en su propia
conciencia.
Rafael Marañón 21 de Enero de 2011 AMDG