Dios me busca cada día
P. Fernando Pascual
22-1-2011
Dios busca a cada uno de sus hijos. Sigue nuestros pasos. Nos acompaña de mil maneras. Nos
“persigue” con discreción y con un modo misterioso de hablar que no siempre llegamos a percibir.
La voz de Dios entra en los corazones cuando tenemos un corazón abierto, disponible, esponjado.
Por desgracia, el ritmo de la propia vida, las angustias por las tareas o por las deudas pendientes, los
roces en la familia o con los compañeros de trabajo, pueden hundirnos poco a poco en un mundo
gris, hasta cerrar las puertas a la esperanza.
¿Cómo dejar el alma abierta a Dios? ¿Cómo permitirle que irrumpa en nuestras vidas? ¿Cómo
romper el cerco de las angustias por lo inmediato para que una luz que viene de arriba permita ver
las cosas a la luz del Amor divino?
Si fuera fácil abrir las puertas de las almas para que Dios pudiese entrar en el mundo moderno...
Pero algunos nos hemos dejado atrapar por una nube de prisas y de adicciones, algunas mediocres,
otras malas, que no permiten levantar el alma hacia horizontes buenos, que no dejan al corazón
percibir la suave caricia del Dios que cuida a cada uno de sus hijos.
Hace falta romper ambiciones que encadenan, avaricias que destruyen, inquietudes que no llevan a
ninguna parte. Hace falta escuchar la voz de Juan el Bautista que pide, una y otra vez, que dejemos
el pecado, que vivamos la justicia, que levantemos valles de esperanzas, que derribemos montañas
de egoísmos.
Hace falta dejar espacios al silencio sediento, en el que podemos, poco a poco o en un salto de
alegría, permitir a Dios susurrar mensajes de Amor, curar heridas, introducirnos en la gran fiesta del
banquete de bodas de los cielos.