¿Se puede defender la dignidad humana sin Dios?
P. Fernando Pascual
15-1-2011
Preguntarnos si la dignidad humana se puede defender sin Dios supone un punto de
partida importante: considerar que es importante defender bien la dignidad humana.
En otras palabras, hablar de dignidad humana implica considerar que cada hombre,
cada mujer, tienen un valor especial, que los hace merecedores de respeto, que les
permite ser sujetos de derechos, que los convierten en miembros valiosos de la
sociedad.
Pero el reconocimiento de la dignidad humana, ¿de dónde viene? Para algunos, la
dignidad surgiría simplemente como resultado de un consenso social, o de leyes más
o menos concretas, o de otros acuerdos.
Basar la dignidad humana en leyes, en consensos o en acuerdos, ¿no significa dejarla
a merced de la volubilidad de los pueblos y de las personas? ¿No constatamos cómo a
lo largo de la historia naciones enteras han negado y pisoteado la dignidad de seres
humanos concretos, despreciados hasta la locura según su raza, su fisonomía física,
su sexo, su situación económica?
La dignidad humana, si depende de los acuerdos o de las culturas, se convierte en
algo frágil y pasajero. Los que hoy son considerados dignos mañana tal vez serán
despreciados, marginados, perseguidos, incluso asesinados.
Puesto que la dignidad humana es algo sumamente serio, necesita encontrar un
fundamento fuerte, capaz de resistir a las variaciones del tiempo y a las presiones de
las ideologías. ¿Dónde encontrar ese fundamento?
Un camino de respuesta parece sencillo y, a la vez, complejo: la dignidad de cada ser
humano encuentra su fundamento directamente en Dios. Es sencillo, porque pone
como raíz de la dignidad a Alguien absoluto, a un Ser supremo que no está ligado a
condicionamientos de tipo histórico o cultural. Es complejo, porque hay quienes
niegan la existencia de Dios o quienes viven como si Dios no existiera.
Dejar de lado a Dios significa volver a la situación que se desea superar: la que
permite que la dignidad del ser humano sea algo variable como es variable la historia
humana.
En cambio, si llegamos a descubrir caminos concretos para llegar a Dios, desde la
misma capacidad de pensar que es propia del hombre y desde la verdadera dimensión
religiosa que se abre a la acción de Dios en el mundo de los hombres, entonces será
posible reconocer el valor que todo ser humano tiene, desde que inicia a existir tras la
concepción hasta que llega el momento, dramático y misterioso, de dejar este mundo
para iniciar una vida más allá de la frontera de la muerte.