“Un grupo de publicanos y pecadores se
sentaron con Jesús y sus discípulos” (Mc 2,15)
Felipe Santos, SDB
¡Cómo busca Jesús el encuentro, la comunión, la
comida compartida! Se sienta a comer con los
descreídos y su gesto provoca y altera. Leví, un
excluido de Israel maltratado por las asperezas del
camino, es acogido y confortado por la comprensión
y el amor de Jesús. Desde entonces el gesto
cristiano básico para entrar en comunión con Dios
es una comida compartida por todos los creyentes,
con presencia de pobres y marginados. Esa es la
mejor memoria de Jesús.
Desea en el silencio del corazón el encuentro con
Dios. Déjate amar por El. Siéntate a la mesa, como
uno más, sin creerte mejor que los demás.
Uno de los rasgos más característicos de Jesús, con el que
anticipa el reinado de Dios, es su hábito de comer con los
pobres y pecadores; con este gesto Jesús manifiesta que
los destinatarios predilectos de su misión salvífica y
liberadora son los pobres, los marginados, los “mal vistos”
 
de la sociedad. Entre este grupo encontramos a Leví,
funcionario público contratado por el Imperio Romano para
cobrar impuestos a sus mismos paisanos; este trabajo lo
convierte en una persona marginada, tanto social como
religiosamente, y por lo tanto en pecador e impuro. Jesús lo
llama, e, invitado a su mesa, lo hace partícipe de su misión,
pues para eso ha venido. Con el llamado que hace Jesús a
este recaudador de impuestos se rompen las barreras de la
ley y se abre un horizonte universal de salvación,
expresado en la figura del banquete, en el que todos
estamos invitados a compartir; sin embargo, para ser
verdadero partícipe de esta comida se necesita una actitud
abierta al cambio de vida, dejar atrás nuestros deseos de
poder y de autosuficiencia, el creernos “justos”, y seguir
libremente el camino de la conversión, asumiendo los
valores del reino como una manera nueva de existir.