El discernir del historiador
P. Fernando Pascual
7-3-2024
Todo historiador se siente
llamado a discernir ante documentos sobre un hecho concreto del pasado, sobre
todo cuando ofrecen informaciones diferentes, incluso contradictorias.
El historiador necesita,
entonces, hacer una serie de reflexiones que le ayuden a la hora de aceptar una
fuente, rechazar otra, acoger algunos datos y dejar a un lado otros.
Pensemos, por ejemplo, en
diversos documentos y tradiciones orales sobre un rey del mundo medieval.
Algunos alaban su valentía, otros señalan su torpeza, otros simplemente lo
consideran un hábil manipulador.
¿Cómo discernir entre “informaciones”
tan diferentes? El historiador intentará comprender por qué una fuente describe
favorablemente a ese rey, y por qué otra fuente lo critica con decisión.
En muchas ocasiones, la tarea
de discernir se hace compleja, sobre todo cuando otros historiadores, a lo
largo del tiempo, han elaborado narraciones que dan más espacio a unas fuentes
mientras dejan de lado otras.
Habrá casos concretos en los
que un historiador se limitará a recoger los diferentes documentos para dejar
constancia de la diversidad de pareceres sobre ese monarca, o sobre esa
batalla, o sobre aquella epidemia.
Pero en otras ocasiones el
historiador buscará si existan criterios y pistas que permitan, por encima de
la diversidad de narraciones, distinguir entre las que sean más verídicas y las
que, incluso siendo falsas, puedan ofrecer algún dato de interés.
Es posible que un historiador
se equivoque en su discernimiento, lo cual resulta casi inevitable si existen
varios documentos que repiten el mismo error y no resulta fácil descubrirlo.
Reconocer lo anterior no
implica aceptar un relativismo que intente igualar lo verdadero y lo falso,
pues ningún historiador serio estaría contento si sus estudios le alejasen de
la realidad de los hechos.
Lo que sí implica es tomarse
muy en serio esa tarea de discernir, con un agudo espíritu crítico y adecuados
métodos científicos, en el esfuerzo por distinguir lo que pueda ser equivocado
en un documento o una narración sobre el pasado, y lo que permita acceder a una
mejor comprensión de hechos concretos que son el interés constitutivo de toda
investigación auténticamente histórica.