Al encuentro de un Juez justo
P. Fernando Pascual
8-2-2024
Hay quienes afirman que no
existe nada después de la muerte, que nuestro cerebro es simplemente como una
computadora que se detiene cuando sus diversas partes dejan de funcionar. Dicen
que algo así sostenía ese gran investigador que fue Stephen Hawking.
Después de leer las
afirmaciones de Hawking, Leopoldo Abadía, un escritor y conferencista
espontáneo e imaginativo, se puso a reflexionar. Reconoció, primero, que no se
sentía como una computadora que un día se enamoró y que un día se estropeará de
modo irremisible.
Reconoció también que sería
absurdo y sumamente injusto que todas las personas terminasen su existencia
como terminan los aparatos rotos: en un basurero que lo iguala todo.
Porque sería dramático que al
final de la vida los buenos y los malos, los decentes y los indecentes (como le
gusta decir a Abadía) acaben del mismo modo y aquí nadie paga los platos rotos.
Además, elaboró una teoría que
denominó “teoría del mínimo riesgo”, y que tiene un parecido muy grande a la
famosa “apuesta” de Pascal. He aquí una presentación sintética de tal teoría.
Abadía se declara,
inicialmente, partidario del mínimo riesgo, lo cual le lleva al esfuerzo por
llegar a ser una buena persona. Luego añade estas reflexiones:
-Sospecha que muchos trabajan
por ser buenas personas.
-También sospecha que muchos
otros se esfuerzan por ser malas personas (muy malas personas, dice Abadía).
Ante esas dos reflexiones,
constata que existen dos posturas:
a. Una, la de Stephen Hawking,
para el cual tanto las computadoras (computadores, dice Abadía) que son buenas
personas como las que son malas personas terminan todas igual: en la basura.
b. Otra, la de Leopoldo
Abadía:
i. Niega que seamos
computadoras (o computadores).
ii. Afirma que somos personas.
iii. Constata que unos son ovejas.
iv. Al mismo tiempo, constata que otros son
cabritos.
Esta distinción llevaría a
pensar que las ovejas (quienes buscaron ser buenas personas), tras su muerte
recibirán la gratitud de familiares y amigos, pero terminarán en la basura, si
Hawking tiene razón.
Si la razón está de la parte
de Abadía, habrá Alguien que dé un premio a las ovejas cuando les llegue la
muerte.
La situación de los cabritos
(los que han trabajado para ser malas personas) sería la siguiente: morirán un
día, serán aborrecidos por familiares y amigos (mientras no les olviden), y
luego terminarán en la basura, si tiene razón Hawking.
En cambio, si Abadía tiene la
razón, los cabritos serán aborrecidos tras su muerte por familiares y amigos, y
después Alguien les pedirá cuentas.
En otras palabras, si no hay
vida tras la muerte, todos terminarían de la misma manera, sea que hayan vivido
bien o que hayan vivido mal, y poco importa lo que digan los demás sobre los
buenos y sobre los malos cuando ya han fallecido.
En cambio, si hay vida tras la
muerte, y existe un Dios que sea Juez justo, la suerte de los buenos y de los
malos será radicalmente diferente.
Leopoldo Abadía cierra sus
reflexiones con una sencilla confesión: se esfuerza por no busca ser cabrito,
pues entonces arriesgaría mucho, al mismo tiempo que busca vivir como oveja,
por si Hawking se hubiera equivocado.
Estaría claro, entonces, que si Abadía se hubiera equivocado, no pasa nada. Si, en
cambio, se hubiera equivocado Hawking, pasarían muchas cosas, y lo mejor es no
jugar a la ruleta rusa...
El argumento puede convencer o
no convencer, pero pone en claro una idea que llevamos todos en lo más íntimo
del corazón: la justicia ha de tener la última palabra, y una palabra que ponga
las cosas en su sitio.
Eso solamente puede ocurrir si
existe una vida tras la muerte, y si tras la muerte se produce un encuentro con
ese Dios que conoce lo que hay en los corazones de cada uno y que separará,
como Juez justo, a las ovejas de los cabritos (cf. Mt 25,31-46).
(Las ideas aquí sintetizadas proceden de la siguiente obra: L. Abadía, Yo de mayor quiero ser joven, Espasa, Madrid 2016, capítulo 22; se puede encontrar como artículo completo en algunas páginas de interés con el título “Mi teoría del mínimo riesgo”).