El político y lo posible
P. Fernando Pascual
25-1-2024
A veces escuchamos esta tesis:
con la actual situación, es imposible que un político pueda emprender un
programa de mejora ética y social según auténticos criterios de justicia
social.
La idea, sin embargo, entraña
un error grave: piensa que un político solo puede actuar hacia el bien en
situaciones “sanas”, y que no podría lograr nada (o casi nada) en situaciones
de grave degeneración institucional o colectiva.
Robert Spaemann
señalaba, con agudeza, que lo propio de un buen político consiste,
precisamente, en reconocer qué margen de acción tiene ante sí en el momento
histórico en el que se encuentra.
Quizá la situación sea casi
desesperada. Basta con pensar cómo algunos políticos, con buenas intenciones,
piensan que resultaría inútil promover leyes y acciones eficaces para frenar la
terrible difusión del aborto (legal e ilegal).
Pero incluso en una situación
desesperada, el buen político dialoga con sus colegas, promueve artículos en la
prensa, interviene en las universidades, para crear conciencia ante problemas
graves y para difundir sanos principios en la vida pública.
No tiene sentido, por lo
tanto, decir que “no se puede hacer nada” ante graves injusticias como el
aborto, o impuestos excesivos (a veces exigidos por organismos
internacionales), o el precio desorbitante de la vivienda.
Los verdaderos políticos
sopesan medidas concretas posibles en cada situación, y se ponen a trabajar
para alcanzar pequeñas (a veces grandes) conquistas hacia lo mejor.
No siempre lograrán sus
objetivos, porque surgen en ocasiones dificultades no previstas o grupos de
presión que buscan, a cualquier precio, mantener leyes y sistemas injustos.
Pero incluso cuando fracasan
no se desaniman: esos buenos políticos vuelven a su tarea para promover otras
mejoras, posibles, que permitan defender los derechos fundamentales de todos,
desde los no nacidos hasta los ancianos que necesitan ayuda y un buen sistema
sanitario.