La conciencia como heraldo de
Dios
P. Fernando Pascual
25-1-2024
La voz de la conciencia es una
maravillosa ayuda en nuestra vida. Nos recuerda dónde está el bien, avisa para
que nos apartemos del mal.
Por eso resulta fundamental
aprender a escucharla, reconocer su voz en las diferentes decisiones de la
vida.
Hay un hermoso texto de san
Buenaventura (siglo XIII) que expresa esta idea. En un comentario sobre el Libro
de las sentencias, Buenaventura afirma:
“La conciencia es como el
heraldo de Dios y su mensajero, y lo que dice no lo ordena por sí misma, sino
que lo ordena como algo que viene de Dios, como un heraldo cuando proclama el
edicto del rey. Y de ello deriva que la conciencia tiene la fuerza de obligar”
(cf. Buenaventura, Commentaria in quatuor libros sententiarum, dist. 39, a. 1, q. 3, concl.).
Ese heraldo nos recuerda lo
importante que es cuidar a los padres ancianos y ser agradecidos por todo lo
que hicieron, y hacen, por nosotros.
Ese heraldo nos invita a ser
honestos en el trabajo, sobre todo cuando encontramos a nuestro alrededor a
quienes actúan deshonestamente.
Ese heraldo nos susurra que no
perdamos tanto tiempo en el móvil y que invirtamos minutos, a veces horas, en
atender a quien necesita escucha.
Ese heraldo nos aparta de una
mala compañía que puede poner en peligro nuestra fe o nuestras buenas
costumbres.
Ese heraldo nos ayuda a abrir
los ojos y el corazón ante tantas necesidades, no solo materiales, de quienes
nos rodean.
La conciencia es un gran
regalo de Dios. Como recuerda un hermoso texto del Concilio Vaticano II, la
conciencia “es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está
solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (Gaudium
et Spes, n. 16, citando un texto del Papa Pío
XII).
Hoy la conciencia, como
heraldo de Dios, me hablará de muchas maneras. Si escucho su voz, y si pongo en
práctica sus indicaciones, podré avanzar en ese camino maravilloso que consiste
en acoger en cada momento lo que me pide Dios.