La experiencia ética universal
P. Fernando Pascual
13-11-2023
Desde tiempo inmemorial los
seres humanos han juzgado algunos comportamientos como buenos y otros como
malos.
La mentira, la traición, el
adulterio, la vagancia, el robo, la agresión física arbitraria, la impiedad...
La lista de acciones y comportamientos que han recibido condenas morales es
enorme y se extiende por todos los pueblos, si bien con matices diferentes.
Ello muestra cómo la
experiencia ética tiene algo de universal. Al mismo tiempo, la universalidad de
esa experiencia no coincide con una universalidad de contenidos.
Porque, como se constata hoy,
y se constataba en el pasado, algunos consideran como bueno el aborto y otros
malo; unos alaban a quienes rehúsan participar en el ejército y otros los
condenan como traidores.
La diversidad de contenidos no
destruye la universalidad del fenómeno ético. Simplemente muestra que no todos
ven ni juzgan los comportamientos de la misma manera.
Constatar la coexistencia de
la ética como fenómeno humano y la diversidad de juicios concretos lleva a la
búsqueda de parámetros válidos que permitan evaluar lo que unos y otros
declaran como bueno o como malo, y así poder distinguir entre quien tenga la
razón y quien esté equivocado.
Porque si un pueblo considera
correcto apedrear a los traidores y otro pueblo piensa que toda pena de muerte
sería inmoral, uno de esos dos pueblos (o tal vez los dos) estaría lejos de una
buena visión ética.
Hoy, como en el pasado,
formularemos juicios sobre nuestros propios actos y sobre los actos ajenos.
Declararemos buenos algunos y malos otros.
No podemos evitarlo, porque es
parte de nuestra condición humana: poder distinguir entre el bien y el mal en
el ámbito ético, y aspirar a que el mal poco a poco sea erradicado para dejar
espacio al triunfo del verdadero bien humano.