La Iglesia y la ciencia

P. Fernando Pascual

13-11-2023

 

No corresponde a la Iglesia aconsejar a los ingenieros sobre los materiales que tienen que usar para construir puentes seguros.

 

Tampoco corresponde a la Iglesia establecer los criterios que usan los astrónomos a la hora de establecer cuántas galaxias existan en el universo.

 

Igualmente, la Iglesia no tiene competencia para proponer si una vacuna sea más eficaz que otra, pues esto lo pueden conocer adecuadamente los laboratorios y el personal sanitario.

 

Ni la Iglesia debería indicar si los estudios sobre el aumento de las temperaturas en los océanos de un grupo de científicos sean mejores que los estudios de otros científicos que defienden una tesis diferente.

 

Recordar lo anterior evitaría el peligro de ofrecer afirmaciones sobre materias que no corresponde ni a la fe ni a la sana doctrina.

 

En ese sentido, vale la famosa idea de Galileo Galilei en una de sus cartas, que retoma una idea de algún eclesiástico (quizá del cardenal César Baronio): el Espíritu Santo nos dice cómo se va al cielo, pero no cómo va (cómo se mueve) el cielo.

 

En otras palabras, la Iglesia no es una asociación dedicada a la ciencia, sino que existe como religión fundada por el mismo Cristo en vistas a la salvación del hombre.

 

En cambio, la Iglesia sí tiene competencia a la hora de pedir a médicos, ingenieros, arquitectos y científicos de cualquier disciplina que promuevan carreteras y edificios seguros para garantizar la vida y salud de los inquilinos, que sean honestos al recomendar medicinas eficaces, que promuevan técnicas que beneficien a la humanidad.

 

Como también la Iglesia puede señalar que las explicaciones filosóficas que algunos defienden desde un falso apoyo en un dato científico serían o no serían correctas.

 

La Iglesia tiene una tarea esencial para la vida del mundo: ofrecer el mensaje salvador de Cristo y hacer presente la gracia en los corazones de cada ser humano que se abra a la fe.

 

Esa tarea es urgente en el mundo de hoy, que no espera de la Iglesia afirmaciones sobre medicina, biología o climatología, sino sobre la importancia de vivir el Evangelio y la necesidad de acoger a Cristo como el único Salvador de todos los seres humanos.