Progreso y decadencia
P. Fernando Pascual
20-10-2023
En el esfuerzo por comprender
el pasado (con ayuda de la historia) y por entender lo que ocurre en nuestros
días, aparecen dos palabras que tienen gran importancia: progreso y decadencia.
Son palabras que aluden,
fundamentalmente, a dos tipos de procesos, aplicables a las personas en
particular o a los grupos humanos: un proceso sería visto como de mejora (el
progreso), y otro como empeoramiento (la decadencia).
Hablar de progreso implica
suponer que se pasa de una situación peor a otra mejor. Entre los muchos
ejemplos que podrían ponerse, pensamos que la medicina ha progresado
enormemente en el último siglo, sobre todo gracias al aumento de opciones
terapéuticas para numerosas situaciones humanas.
En cambio, hablar de
decadencia significa interpretar que antes una persona o un grupo humano
estaban mejor, y que en un momento de su historia empiezan a empeorar, al
producirse daños de diverso tipo.
Suele hablarse, por poner un
ejemplo sobre el que quizá se abusa, de la decadencia del Imperio romano. Más
recientemente, se habla de la decadencia de Occidente, o de la decadencia de
una ciudad o de una empresa.
No siempre los historiadores
(al hablar del pasado) o los estudiosos de diversas disciplinas (al analizar el
presente) coinciden a la hora de indicar si se produjo, o ahora se está
produciendo, un progreso o una decadencia.
Lo que sí resulta normalmente
admitido es que el progreso se explica por el hecho de ir hacia lo mejor,
mientras que la decadencia avanza hacia lo peor.
¿Desde qué parámetros
distinguimos entre bueno y malo, peor y mejor? Unos parámetros son económicos:
si aumenta la cantidad de bienes, desde la comida hasta la tecnología, habría
progreso; si disminuyen los bienes, o el acceso a los mismos, estaríamos ante
una decadencia.
Otros parámetros son más
subjetivos: la satisfacción o insatisfacción que experimentan las personas al
reflexionar sobre su situación personal y social, por ejemplo en las relaciones
familiares y laborales.
Resulta necesario explicar
bien qué se entiende por progreso y por decadencia, para así poder comprender
mejor los diversos estadios en los que ha pasado la humanidad a lo largo de los
siglos, y lo que ahora estamos experimentando en nuestro mundo complejo y lleno
de contradicciones.
Pero, sobre todo, hace falta
comprender por qué tenemos miedo a la decadencia, cuando en el ciclo de la vida
de cualquier ser humano llega el momento de la vejez, cuando aumentan las
propias limitaciones, y por qué anhelamos el progreso.
De modo especial, hay que
explicar si tiene sentido desear un progreso continuo, como una especie de
marcha ininterrumpida de éxitos y mejoras de las personas y de las sociedades,
o si tenemos que reconocer que la experiencia humana tiene siempre algo de
incompleto y frustrante cuando no podemos eliminar amenazas como la enfermedad
y de la muerte.
Para quienes creemos en Dios
Padre y en Cristo su Hijo, una gran esperanza brilla en el mundo: el mal
(decadencia, pecado, muerte) han sido vencidos por la gran victoria del único y
verdadero progreso que inició en el día de la Pascua...