Empezar ejercicios
espirituales
P. Fernando Pascual
26-10-2023
La Iglesia pide a los
sacerdotes, seminaristas, consagrados, y aconseja a los bautizados en general,
que hagan ejercicios espirituales.
Quienes suelen hacer
ejercicios espirituales con cierta frecuencia, por ejemplo cada año, pueden
llegar a una situación de rutina, como si se tratase de un peso.
Otros, gracias a Dios, viven
los ejercicios espirituales con una gran ilusión de abrirse al Espíritu Santo,
de renovar la propia vida, aunque ya los hayan hecho muchas veces.
Lo importante, al empezar unos
ejercicios espirituales, es pedir ayuda a Dios para abrirse a lo que Él pueda
decir, de forma que Él transforme, purifique, consuele, genere esperanza.
La vida del cristiano en sus
diferentes vocaciones necesita momentos fuertes que le permitan ir a lo
esencial, en un diálogo íntimo y sereno con Dios.
Ciertamente, cada domingo
tenemos la misa. Muchas personas van a misa con más frecuencia, tienen momentos
de oración en la semana, leen la Biblia.
Pero los ejercicios
espirituales, si están bien llevados, pueden convertirse en un momento fuerte
de la gracia, en un rejuvenecimiento espiritual.
Los frutos dependen,
ciertamente, de Dios: si Él no construye la casa, en vano trabajan los
albañiles (cf. Sal 127,1). Sin embargo, también hay mucho que depende de
cada uno, sobre todo de la generosidad con la que realiza los ejercicios.
Por eso, podemos pedir a Dios,
al empezar un retiro, una convivencia espiritual, unos ejercicios, que nos dé
apertura de corazón, fuerza de voluntad, hasta llegar a un propósito sencillo,
pero firme, de vivir al máximo los momentos dedicados a la oración.
Entonces, empezar ejercicios
espirituales se convierten en un gracia muy particular, porque permiten el
encuentro íntimo entre el alma que desea dialogar con el Amado, y el Dios que
tiene su delicia en estar con los hijos de los hombres... (cf. Prov 8,31).