Dos modos de debatir en el
parlamento
P. Fernando Pascual
29-9-2023
El portavoz de uno de los
grupos de la oposición toma la palabra y acusa:
“Quiero denunciar públicamente
la pésima gestión de las escuelas en muchos barrios de nuestras ciudades. No
hay cuidado en las estructuras, abundan las goteras, hay escuelas de primaria
sin calefacción, en algunas la comida es pésima”.
El portavoz del gobierno toma
la palabra y responde:
“Parece mentira que la
oposición desprecie a los millones de ciudadanos que eligieron a este gobierno
y que saben los enormes esfuerzos que está realizando para mejorar
infraestructuras eléctricas, autopistas, hospitales, y tantas y tantas escuelas
y universidades de nuestro país”.
Abundan en algunos lugares
este tipo de debates, en los que normalmente los partidos en el poder no suelen
afrontar las críticas que reciben de los partidos de la oposición.
Existe, sin embargo, otro modo
en el que el portavoz del gobierno podría responder ante la denuncia que hemos
puesto como ejemplo. En ese segundo modo la respuesta sería parecida a la
siguiente:
“El gobierno toma nota de lo
que Uds. acaban de denunciar. Les pide que, en bien de los niños, nos digan con
detalle qué escuelas necesitan inversiones urgentes para que puedan ser
atendidas lo más pronto posible”.
Ese segundo modo de responder
toma en serio lo señalado por los opositores y muestra, al menos de palabra,
interés por ayudar a las escuelas con problemas.
Por desgracia, en la vida de
algunos parlamentos parece que se produce una especie de diálogo de sordos,
donde lo que unos dicen no recibe prácticamente ninguna atención por parte de
los otros, que “responden sin responder”, que simplemente descalifican o lanzan
cortinas de humo sin afrontar los temas que aparecen en el debate público.
Es cierto que algunas
denuncias surgen desde motivos ideológicos, como parte de una estrategia en la
que no existe un real interés por el tema tratado, pues lo único que se busca
es descalificar al gobierno.
Pero incluso en esos casos,
tanto el gobierno como la oposición deberían tomarse en serio lo que ocurre en
la sociedad para emprender resoluciones concretas con las que afrontar las
necesidades más urgentes.
¿Es posible ese cambio de
paradigma en los debates políticos? ¿Podemos imaginar un auténtico interés, de
unos y de otros, por mejorar la justicia, por defender a los más débiles, por
afrontar las emergencias que afectan a miles de personas?
Sí, realmente es posible.
Basta con que haya muchos (ojalá todos) políticos, en los cargos de gobierno,
en los parlamentos, y en cualquier otra institución pública, que no piensen en
favorecer a sus propios partidos y en desprestigiar a los otros, sino que se
comprometan realmente por el único fin de la verdadera política: la búsqueda
del bien común y de la justicia para todos.