Cuando no nos dejan defender
la vida
P. Fernando Pascual
29-9-2023
En muchos temas nos gustaría
decir lo que pensamos: sobre el aborto, sobre la eutanasia, sobre las drogas,
sobre la usura, sobre el tráfico de personas.
La lista es larga, pero en
ocasiones notamos que se impone, poco a poco o con gran rapidez, un modo
extraño de censura que no nos deja manifestar las propias ideas.
Así, si uno denuncia el aborto
como lo que es, eliminar (matar) al hijo en el seno materno, viene atacado como
enemigo de la mujer, o como ultraderechista, o incluso como delincuente por ir
contra lo aprobado por la ley.
Se genera, entonces, una
especie de terror que poco a poco ahoga las voces de quienes defienden
principios a favor de la vida, mientras que se da amplio espacio a los que son
favorables al aborto, a la eutanasia, a la legalización de las drogas.
A veces, “legalmente” sigue en
pie la libertad de expresión. Pero en la práctica las presiones son tan
fuertes, que incluso uno ve cómo puede perder su puesto de trabajo por decir
algo tan obvio como que un niño es un niño y una niña es una niña.
Desde luego, hay cosas que, de
ser afirmadas, van contra derechos fundamentales de inocentes, y merecen, por
lo mismo, ser “censuradas”; por ejemplo, cuando se calumnia a un inocente para
destruir su fama, o cuando se exaltan comportamientos violentos.
Pero cuando hay temas
abiertos, o cuando se critican leyes claramente injustas, la libertad de
expresión tiene que ser promovida, como camino para que el mal sea denunciado,
y para que el bien encuentre defensores.
Por desgracia, hay grupos
(lobbies) más o menos organizados que buscan acallar las voces de quienes
defienden ideas sanas, porque ellos promueven ideas erróneas y dañinas para la
vida social.
Frente a esos grupos, no
resulta fácil encontrar maneras para que todos podamos decir lo que pensamos
sobre temas que merecen ser estudiados correctamente, en el marco del respeto
de los derechos humanos fundamentales.
Cuando las presiones son
excesivas, cuando incluso se llegan a leyes que impiden a los historiadores, a
los literatos, a los profesores, y a la gente común, decir sus ideas, hace
falta promover un auténtico esfuerzo colectivo.
Solo entonces se garantizará,
en la vida social, ese sano pluralismo que deja espacio a expresar las propias
convicciones, sobre todo cuando a través de ellas se denuncian males como el
aborto y la eutanasia, y se defienden derechos básicos, como el del respeto a
la vida de todo ser humano.