La lucha por las palabras
P. Fernando Pascual
21-9-2023
Las palabras tienen su
importancia, porque pueden ayudar a comprender o lanzar cortinas de humo que
confunden.
Basta con pensar cómo se ha
desarrollado una nueva terminología en torno al aborto. Se evita, por ejemplo,
hablar de “hijo” y de “madre”, y se usan en su lugar las palabras “producto” y “persona
gestante”.
Incluso la palabra “aborto” ha
sido cambiada en el uso legal, y en otros ámbitos (hospitales, prensa, mundo
académico), con la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”.
Hay muchas otras situaciones
en las que aparece esa extraña lucha por las palabras, de forma que la realidad
no quede de manifiesto, y así se transmita algo diferente.
Algunos han explicado este
fenómeno con un neologismo, el “antilenguaje”. Cada
autor podrá explicar qué entiende por esa palabra, pero un sentido parece
claro: se trata de promover términos y frases que impidan un sano acceso a la
realidad, y que promuevan ideologías y manipulaciones.
Muchos no perciben la
importancia de esa guerra ideológica que se juega precisamente en un ámbito
aparentemente tan sencillo como el de las palabras. Por eso, con naturalidad,
asumen los nuevos términos y dejan de lado los que tienen una significación más
clara.
Ceder al antilenguaje,
sin embargo, puede llevar a daños graves, sobre todo cuando ciertas ideologías
no solo imponen nuevas palabras, sino que pasan a acciones concretas que
implican daños a inocentes.
En el caso del aborto, de
nuevo, esto se nota con una crudeza sorprendente. A costa de evitar términos
que digan claramente lo que ocurre en el aborto, se ha convertido en una
práctica social “aceptada”, incluso vista como un “derecho humano”.
No puede ser derecho humano lo
que atenta contra la vida de seres humanos. En cada aborto, digan lo que digan
libros, artículos y leyes, se elimina un hijo y se daña gravemente el corazón y
la conciencia de quienes piden y practican ese grave delito.
El mundo ha vivido en el
pasado y vive en el presente una decisiva lucha por el lenguaje. Tomar
conciencia de lo que ocurre es el primer paso, para luego evitar aquellos
términos que tienen un claro sentido ideológico, y para usar con valor palabras
que permitan ver mejor todo aquello que está en juego en tantas decisiones
humanas.