Cuando nos equivocamos
P. Fernando Pascual
12-8-2023
Nos equivocamos de muchas
maneras, en asuntos personales o en temas que afectan a la familia, a los
amigos, a los compañeros de trabajo.
Nos equivocamos al escoger la
talla de unos pantalones, al tirar al suelo un vaso que no habíamos visto, al
enviar un mensaje sin su famoso “anexo”.
Hay equivocaciones pequeñas,
casi irrelevantes. Otras causan tensiones, por ejemplo
cuando en un coche decimos a quien conduce que vaya a la derecha cuando tenía
que ir a la izquierda.
Tras la equivocación, sentimos
pena cuando se producen consecuencias negativas, o simplemente por no haber
estado atentos para tomar la decisión justa.
En ocasiones, llegan reproches.
Quien vio cómo retrasamos un mensaje importante para su futuro profesional
siente rabia si, por nuestra culpa, perdió esa oportunidad.
Otras veces somos nosotros
quienes reprochamos al que se equivocó, en parte por algún daño recibido, en
parte porque estamos ya enfadados con esa persona a la que etiquetamos como
imprudente, distraída o poco responsable.
Cuando sentimos pena por el
error que cometimos, y cuando vemos reacciones de rabia en otros, pasamos por
un mal momento, que esperamos termine cuanto antes.
Siempre podemos aprender a
partir de los errores que cometemos. Como también podemos reaccionar con más
paciencia ante las equivocaciones de otros, para no aumentar su confusión y
pena por lo ocurrido.
Lo importante es no atorarnos.
La vida sigue adelante, aunque a veces el daño pueda ser más grave y nos
obligue a reparar sus consecuencias y a reajustar los proyectos personales.
Ante las equivocaciones, sobre
todo, podemos orientar nuestra mente y nuestro corazón para dejar lo ocurrido
en manos de Dios. Porque solo Dios sabe, misteriosamente, llevar adelante la
historia humana, también desde equivocaciones que ahora vemos como negativas
pero que pueden convertirse en el inicio de nuevos caminos hacia la patria
eterna.