Reconstruir los daños de una
guerra
P. Fernando Pascual
2-8-2023
A lo largo de la historia, la
humanidad ha experimentado miles de guerras. Cuando llegaba la esperada paz,
empezaba el tiempo de reconstruir.
Surge la pregunta: ¿por qué
tantos gobernantes optan por guerras absurdas que provocan daños incalculables
en las personas y en los bienes?
Responder no es fácil, pues
existen, por desgracia, muchos motivos, la mayoría injustos, que llevan a
iniciar y a mantener, a veces por décadas, guerras que generan tanto
sufrimiento.
Además, resulta paradójico
invertir dinero, hombres, medios, con un ensañamiento que raya en lo diabólico,
para “vencer” una guerra que al final exigirá enormes inversiones en la
reconstrucción (si es que llega).
Pero a pesar de lo absurdo de
la situación, las guerras aparecen una tras otra, desde gobernantes que las
aplauden y las promueven, cuando esos mismos gobernantes ni ven ni tocan de
primera mano lo que pasa en el frente, lo que sienten quienes pierden a sus seres
queridos, lo que padecen millones de civiles.
Podríamos imaginar lo que
significaría para el mundo entero si no se provocasen tantas destrucciones en
las guerras, y si el dinero invertido para destruir (primero) y reconstruir
(después) se usase en hospitales, en mejoras agrícolas, en construcciones
seguras, en la purificación de aguas contaminadas.
El sueño de ese mundo un poco
mejor, sin embargo, se estrella una y otra vez cuando inicia una nueva guerra.
Sobre todo si tal guerra implica movilizar miles de soldados, invertir en
enormes aparatos técnicos hechos para destruir, mientras se dañan carreteras,
fábricas, campos, edificios, incluso hospitales y escuelas.
Hay quienes subrayan que el ser
humano está “mal constituido”, que es un “error”, que no tiene posibilidades de
arreglo.
Al ver tantas guerras, tanto
horror, tantos daños, uno podría dar la razón a los pesimistas. Sobre todo
porque las acciones de “los buenos” son insuficientes para detener los males de
la guerra y para emprender reconstrucciones rápidas y justas.
Ante este panorama, no podemos
rendirnos al desaliento. Siempre hay opciones de bien ante nosotros. Existen
personas honestas que detienen guerras, que promueven paces justas, que invitan
a invertir en lo que realmente ayuda.
Sigue vigente el consejo de
vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21).
Sobre todo, sigue en pie la acción de Cristo en la historia humana, que permite
perdonar y pedir perdón, abrirnos al amor de Dios Padre, y empezar a vivir,
realmente, como hermanos...