Falsos profetas en la Iglesia
P. Fernando Pascual
2-8-2023
A lo largo de la historia de la
Iglesia, han aparecido falsos profetas que, con sus gestos y palabras, creaban
confusión, y apartaban a muchos de la verdadera fe católica.
También en nuestros días hay
falsos profetas que no enseñan la sana doctrina, sino teorías erróneas, muchas
veces por influjo de filosofías e ideas equivocadas.
Una lista de algunos de esos
falsos profetas está recogida en un libro titulado El caballo de Troya en la
ciudad de Dios. Fue escrito por Dietrich von
Hildebrand (1889-1977) y publicado el año 1967, inmediatamente después del
Concilio Vaticano II.
El libro analiza una larga
serie de errores y desviaciones, que van desde la filosofía y la teología hasta
el arte y la liturgia, y que se produjeron en la Iglesia católica a causa de
los que son llamados, en el epílogo del libro, “falsos profetas”.
Von Hildebrand enumera, en
concreto, una serie de características que serían propias de esos falsos
profetas. Inicia con este párrafo fundamental:
“Todo el que niega el pecado
original y la necesidad que la humanidad tiene de redención, está socavando con
ello el sentido de la muerte en la cruz y es un falso profeta. Todo el que no
ve ya que la redención del mundo por Cristo es la fuente de la verdadera
felicidad y que no hay nada en el mundo que pueda compararse con este solo
hecho glorioso, ha dejado de ser un verdadero cristiano”.
Inmediatamente después, señala
que sería falso profeta quien “no acepte ya la primacía absoluta del primer
mandamiento de Cristo, amar a Dios por encima de todas las cosas, y que
pretenda que nuestro amor de Dios se manifiesta exclusivamente en el amor del
prójimo”. Igualmente es falso profeta quien “no vea ya la diferencia radical
que existe entre la caridad y la benevolencia humanitaria”.
Del error en el tema de la
caridad se pasa a recordar el error en el tema de la vida espiritual, pues
algunos negaban la importancia de la unión y la transformación en Cristo como
ideal de la vida cristiana.
Respecto de las enseñanzas
morales, nuestro Autor era claro: “El que pretenda que toda la moralidad se
manifiesta, no primariamente en la relación del hombre con Dios, sino en las
cosas que se refieren al bienestar humano, ése es un falso profeta”. Como
también sería falso profeta quien no reconozca que todo daño cometido contra
otros implicaría al mismo tiempo una ofensa contra Dios.
Otro punto importante para
identificar al falso profeta consiste en dejarse impresionar “más por los
procesos cósmicos y por la evolución y por la especulación de la ciencia que
por el reflejo de la Sagrada Humanidad de Cristo en un santo, por la victoria
sobre el mundo que se halla encarnada en la existencia misma de un santo”;
porque entonces “ese tal no está henchido ya de espíritu cristiano”.
Igualmente, quien “se preocupa
más del bienestar terreno de la humanidad que de la santificación ha perdido la
concepción cristiana del mundo y de la vida”.
Ante estos y otros falsos
profetas, necesitamos estar alertas, en actitud de vigilancia, como nos enseñó
el mismo Cristo. De este modo, evitaremos caer en las redes de los falsos
profetas, y mantendremos encendida la lámpara de la fe, en unión con el Papa y
los obispos que enseñan y defienden la doctrina del Maestro a lo largo de los
siglos.
(Los textos aquí reproducidos
se encuentran en el epílogo de la obra de Dietrich von
Hildebrand, El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios, traducción
española por Constantino Ruiz-Garrido, Ediciones Fax, Madrid 1969).