Cuando la democracia deja de
existir
P. Fernando Pascual
21-7-2023
La democracia puede definirse
de muchas maneras, y aplicarse también de formas diferentes. Pero, al menos
como ideal, significa que el pueblo decide sobre sus formas concretas de organizarse
y de vivir.
La democracia, sin embargo,
deja de existir cuando las normativas hacen casi imposible presentar candidatos
que salgan “de la base”, que sean elegidos por las personas de las ciudades y
de los pueblos.
La democracia deja de existir
cuando los gobiernos firman tratados internacionales que en la práctica les
privan de su soberanía y hacen inútil cualquier consulta real a lo que desean
los gobernados.
La democracia deja de existir
cuando organismos internacionales toman decisiones que imponen a los gobiernos,
incluso contra los deseos de las mayorías.
La democracia deja de existir
cuando los gobernantes se someten a poderes económicos o a grupos de presión
que impiden aplicar los programas que los votantes habían apoyado con sus votos.
La democracia deja de existir
cuando, con excusas no siempre bien justificadas de emergencias (climática,
sanitaria o de otro tipo), los gobiernos suprimen las libertades fundamentales
más allá de lo que sería razonable.
La democracia deja de existir cuando
los mismos votantes optan por formas de “suicidio colectivo” al apoyar guerras
absurdas, al promover programas contra la justicia, al atacar los derechos
fundamentales de algunas minorías.
Porque la democracia no solo
tiene sentido cuando asume y busca aplicar lo que pide la gente, sino, sobre
todo, cuando se construye desde lo único que explica la existencia de cualquier
sistema sano de gobierno: la búsqueda del bien común y la justicia.
El mundo ha sufrido y sufre
cada vez que cualquier sistema de organización política, aunque lleve el nombre
de democracia, va contra las aspiraciones legítimas de las personas, o cuando
esas personas pierden su orientación hacia lo bueno y aceptan programas
nefastos.
En cambio, el mundo avanza
hacia mejoras serias cuando cualquier sistema político, también la democracia,
asume los deseos de mayorías que buscan, en la medida de lo posible, alcanzar
modos de convivencia basados en la verdad y la justicia.