Otro modo de ver las cosas

P. Fernando Pascual

19-6-2023

 

El vaso está medio vacío. El vaso está medio lleno. Con estas famosas frases se ilustra cómo existen modos diversos de ver un mismo asunto.

 

Refranes y frases célebres, consejos sapienciales y textos filosóficos, invitan a mirar cada situación del mundo desde perspectivas apropiadas.

 

Sin embargo, surge un problema cuando nos encadenamos a modos de ver cosas, hechos y personas, que generan tristeza, pesimismo, rabia, incluso un bloqueo interior muy pernicioso.

 

Cuesta reaccionar cuando la oscuridad ha entrado en la mente y en el corazón, cuando llegamos a creer que ciertas situaciones nunca van a cambiar.

 

Entonces pensamos como si el mal fuera a aplastarnos. Suponemos que aquel familiar nunca cambiará, que un gobernante seguirá haciendo un daño inmenso a la gente, o que aquella enfermedad destruirá poco a poco al enfermo.

 

A pesar de que existen bloqueos mentales que no arreglan problemas y que generan parálisis absurdas, persiste en nuestro interior la posibilidad de cambiar de perspectiva, de ver las cosas de otra manera.

 

Entonces veremos al familiar molesto en sus puntos positivos, al gobernante con misericordia y con deseos de ayudarle, a la enfermedad como un momento para madurar y abrirnos a los valores eternos.

 

Incluso uno de los mayores males, el pecado, puede ser visto no como un fracaso sin remedio, sino como un momento para ser humildes, para abrirnos a la misericordia de Dios, y para acoger y perdonar a los que tienen fragilidades como las nuestras.

 

Desde luego, adoptar otro modo de ver las cosas no significa cerrar los ojos a los problemas, ni eliminar sufrimientos que nos afectan profundamente. Significa, más bien, aprender a abrirnos a las posibilidades de bien que siempre quedan ante nosotros, de manera que logremos aprovechar el presente con esperanza.

 

Así ha actuado Dios a lo largo de toda la historia humana: ha derramado amor donde había odio, ha ofrecido misericordia donde había pecado, ha dado vida a quienes han sabido morir en el surco.

 

Hoy puedo romper con aquellos modos de ver las cosas que no me ayudan. Entonces abriré los ojos y el corazón a la inagotable ternura de un Padre que cuida de los lirios del campo, de las aves del cielo, y de cada uno de sus hijos humanos... (cf. Mt 6,25-34).