Dar o no dar limosna

P. Fernando Pascual

12-6-2023

 

Aquella conversación fue especialmente fecunda, pues el tema lo merecía. El padre abad había iniciado el tema mientras convivía con una familia de la parroquia.

 

-Hoy quisiera pedirles un poco de luz sobre el tema de la limosna, porque, por desgracia, hay quienes la piden sin merecerla, incluso no faltan quienes abusan de la generosidad de la gente mientras fingen falsamente ser pobres.

 

-Padre, también nosotros percibimos el problema. Se acerca alguien a la parroquia, o lo encontramos por la calle. Nos habla de que necesita dinero para medicinas, o para un bocadillo, o para un billete de tren. ¿Cómo saber si es sincero o no lo es?

 

-Hay quienes aconsejan no preguntar y dar siempre dinero. Pero entonces surge el gran problema: ¿no es injusto ayudar a un falso pobre, y así no tener dinero para luego ayudar a los pobres de verdad?

 

-Es cierto, padre. Hay ocasiones en las que resulta bastante claro que estamos ante quien finge ser pobre. En cambio, otras ocasiones no tenemos claro si esa persona pide algo que realmente necesita.

 

-Creo que un modo de actuar consiste en apoyar a organizaciones caritativas que tienen buenos procedimientos para encontrar y sostener a pobres verdaderos. Esas organizaciones necesitan mucha ayuda, y a veces no la reciben porque muchos prefieren ayudar a pobres que piden por la calle.

 

-Sin embargo, padre, sigue en pie el punto: ¿no corremos el riesgo de abandonar a su suerte a una persona en un momento difícil que nos encontramos por la calle y nos pide unas monedas?

 

-El riesgo existe, y por eso sentimos algo de temor de incurrir en una de estas dos posibilidades que quisiéramos excluir con seguridad: no ayudar a quien lo necesita de verdad, o ayudar a quien nos engaña.

 

-Sí, padre, quisiéramos ayudar a un pobre verdadero. Por ello no queremos desperdiciar el dinero en quienes fingen pobrezas falsas.

 

-Aquí hay otro punto que resulta mucho más difícil. Nos damos cuenta de que el pobre necesita ayuda y podemos ofrecérsela. Pero, ¿no podríamos buscar estrategias para sacarlo de la pobreza, de forma que encuentre un empleo digno o se integre en un grupo de personas que le permitan conquistar, poco a poco, una situación económica más estable?

 

-Si fuera fácil responder, padre, la pobreza habría ya desaparecido de muchos lugares. Ha habido incluso leyes contra la mendicidad que no lograron resolver el problema, o que crearon problemas nuevos. El tema sigue siendo complejo.

 

-Sin embargo, no podemos limitarnos a mantener en situación de pobreza a cientos o miles de personas que confían en la generosidad de familias o de organizaciones de beneficencia. Hay que ver cómo avanzar hacia formas de ayuda que saquen a la gente de su condición de indigencia.

 

-No sé si sería posible, entonces, establecer algunos criterios válidos y justos para actuar en estos temas. ¿Qué se podría hacer, padre?

 

-Desde luego, en unión con las autoridades y con quienes tienen mayor capacidad de generar empleo, hemos de promover leyes que permitan un fácil y justo acceso a la vivienda, a la comida, a la medicina y al trabajo. Ello sería una enorme ayuda para disminuir fuertemente el número de los pobres reales.

 

-Eso resulta fácil de proponer, pero difícil de realizar. Mientras, cientos de pobres necesitan sobrevivir cada día gracias a las limosnas de la gente.

 

-Tienen razón. Sin embargo, dar limosna una y otra vez sin buscar fuertes mejoras sociales es algo equivocado e insuficiente, porque permite que se perpetúe el problema.

 

-Bueno, padre, aquí se acerca alguien que necesita dinero. Lo conocemos desde hace meses y sabemos que sí tiene un problema real. Vamos a darle una mano para la comida de esta semana, mientras buscamos un modo eficaz y digno para que sea posible que estabilice su situación, quizá incluso a través de un empleo apto para él y su familia.