Las ataduras del pasado
P. Fernando Pascual
22-5-2023
Todos tenemos un pasado. Con
ese pasado podemos relacionarnos de modo correcto o de modo equivocado.
El pasado se convierte en un
peso cuando lo miramos como una cadena opresora, como algo que nos ata y nos
impide vivir a fondo el presente.
Surgen entonces ataduras que
condicionan íntimamente a las personas: la atadura de un accidente, de una
injusticia padecida, de un pecado que no acabamos de ver perdonado.
Cuando miramos así, una y otra
vez, a esos momentos de nuestra biografía, surge la pena, la rabia, la
tristeza, incluso el pesimismo.
Por eso es importante asumir
correctamente el propio pasado, para que no se convierta en una atadura dañina,
en un peso insoportable.
No se trata de negar los males
que han ocurrido, ni de resignarnos pasivamente ante injusticias que hay que
corregir.
Se trata, más bien, de
reconocer la propia historia, de asumirla responsablemente, y de preguntarnos:
con este pasado, ¿qué puedo hacer en el presente? ¿Cómo proyectarme hacia el
futuro?
Entonces podemos romper
ataduras del pasado que nos llenaron de condicionamientos malsanos, y empezamos
a disfrutar de una libertad sorprendente.
No es la libertad de quien
niega su historia: nunca podemos suprimir lo que ocurrió en el pasado, lo que
hicimos o lo que otros hicieron.
Sino que se trata de la
libertad que asume esa historia, busca rescatar lo que sea bueno, curar lo que
sean heridas, incluso llegar al gesto heroico de perdonar o de pedir perdón.
Entonces aparecerá ante
nosotros un horizonte de posibilidades de bien, porque abriremos espacios a
nuestra libertad y dejaremos que nuestro corazón confíe en Dios y en tantas
personas buenas.
Así será posible dejar en las
manos de Dios la historia que hasta ahora ha marcado mi vida, y emprender
nuevas rutas orientadas hacia la única meta que vale la pena: amar.