Motivos de nuestras
justificaciones
P. Fernando Pascual
22-5-2023
¿Por qué nos justificamos?
¿Por qué justificamos a otros? Los motivos pueden ser diferentes, mejores o
peores, correctos o incorrectos.
Nos justificamos cuando
aumentamos el tiempo de sueño, porque decimos que estamos cansados.
Nos justificamos cuando
respondemos a las murmuraciones de otros con palabras de condena contra los
murmuradores, porque pensamos que así ponemos las cosas en su sitio.
Justificamos un “desliz” de un
político, porque nos resulta interesante su programa, o porque tenemos miedo de
que triunfen los opositores.
La lista de justificaciones es
enorme, pero suele tener un fundamento común: defender algo que vemos como
bueno o, al menos, como deseable.
Sin embargo, hemos de
reconocer que hay justificaciones que no son correctas, porque en realidad no
justifican nada.
El político que ha sido
sorprendido en un delito fiscal tiene que ser adecuadamente castigado. No tiene
sentido justificarle con la excusa de que los otros son peores.
Otras justificaciones no son
correctas porque se construyen sobre nuestros egoísmos, ambiciones, avaricias,
lujurias, perezas, envidias, odios.
Pero constatar que hay “justificaciones
injustificadas”, erróneas, insuficientes, no significa olvidar que existen
otras justificaciones plenamente legítimas.
Esas buenas justificaciones se
basan en la verdad, buscan promover el bien, desean analizar con la luz
adecuada comportamientos y hechos de nosotros mismos o de otros.
Ante las justificaciones, por
lo tanto, hay que tener en cuenta siempre qué se busca justificar, y cómo se
elabora el argumento orientado a defender a personas y comportamientos
concretos.
Lo cual, en muchas ocasiones,
resulta difícil, pues muchas veces no conocemos bien los hechos (y casi nunca
conocemos las intenciones), y porque con facilidad cometemos errores al
justificar lo injustificable.
Reconocer las dificultades que
existen a la hora de vernos a nosotros mismos y de ver a los demás nos ayuda a
abrirnos al único Juez que conoce de verdad todo lo que hay detrás de cada
comportamiento, y que además busca solo el bien de cada uno.
Ese Juez se llama Dios: el
Dios justo, que juzga rectamente, que tiene ante sí nuestras mentes y nuestras
acciones, que busca siempre ayudar a las víctimas, y que sabe corregir y guiar
hacia el arrepentimiento verdadero a los culpables.