Ante nuestros pecados
P. Fernando Pascual
8-5-2023
Ante nuestros pecados
reaccionamos con pena, confusión, desánimo, a veces rabia o con sentimientos de
culpa.
Pensamos que habría sido fácil
controlar la lengua, para no decir esas frases que hirieron la fama de un
familiar o un amigo.
O que hubiéramos podido evitar
ver esas imágenes que luego nos llevaron a faltar al respeto a nuestros
cuerpos.
O que un pequeño esfuerzo de
voluntad nos habría apartado de un juego electrónico apasionante para llegar a
tiempo al puesto de trabajo.
O que bastaba más atención a
la hora de beber para evitar aquellos síntomas de borrachera que nos llevaron
luego a decir estupideces.
Son muchas las reacciones que
podemos tener ante los pecados que cometemos, algunos ya casi habituales, otros
que nos llegan “por sorpresa”.
Pero lo importante, si tenemos
el don de la fe, consiste en acudir cuanto antes a la misericordia de Dios.
Acudimos a Él no solo para
tranquilizar la conciencia o para recuperar el orden en nuestra vida.
Acudimos, sobre todo, porque
sabemos que Dios es bueno, que desea ayudarnos, que busca librarnos del mal y
renovar nuestros corazones.
Ante nuestros pecados no
podemos, por lo tanto, sucumbir al abatimiento o a la tristeza malsana, sino
que necesitamos abandonarnos en brazos del Padre de la misericordia.
Dejamos ante Dios, en una
buena confesión, esos pecados con los que le ofendimos y dañamos a nuestros
hermanos.
Y le pedimos, llenos de
confianza, que nos defienda ante las tentaciones, y que suscite en nuestros
corazones gratitud, esperanza, y un deseo muy grande de avanzar por los caminos
del amor.