Una oración pobre
P. Fernando Pascual
1-5-2023
Nos gustaría una oración llena
de fe, esperanza, amor. Una oración que consolase nuestros corazones y nos
diera fuerzas para afrontar la lucha diaria.
Pero muchas veces nuestra
oración es distraída, inquieta, confusa. Apenas conseguimos serenar el corazón.
La mente divaga entre mil preocupaciones.
Experimentamos así una oración
pobre, que parece una lucha inútil por concentrarnos y ponernos en la presencia
de Dios.
Cuando la oración sale mal,
cuando no conseguimos la intimidad con un Dios que sabemos que nos ama, podemos
ofrecerle, simplemente, nuestra pobreza interior.
Es cierto que tenemos que
luchar en la oración, como explican el Catecismo de la Iglesia católica
(nn. 2725-2741) y tantos autores espirituales.
También es cierto que la lucha
más sincera no resulta suficiente para vencer y encauzar nuestro interior, que
sufre ante lo que santa Teresa de Jesús llamaba como “la loca de la casa”.
Ante una oración pobre, en vez
de sucumbir al desaliento, podemos dar un paso sencillo y confiado hacia ese
Dios que conoce nuestra lucha y nuestros anhelos de intimidad con Él.
Le pediremos, como los
discípulos, que nos enseñe a orar, que sea nuestro Maestro interior.
Le ofreceremos nuestra oración
pobre, para que nos dé la ayuda que necesitamos para este día concreto y que no
pudimos pedir convenientemente.
Le ofreceremos, sobre todo,
nuestra confianza: sabemos que nos ama, quizá con más cariño, al vernos tan
frágiles, tan pequeños, tan pobres, cuando intentamos una y otra vez avanzar
por el camino de la oración del pobre...