Responder a los mensajes
P. Fernando Pascual
11-4-2023
Nos habrá pasado varias veces:
enviamos un mensaje electrónico, y tras varios días no llega respuesta alguna.
Surgen entonces diversas
preguntas: ¿habrá llegado el mensaje? ¿La persona estará demasiado ocupada? ¿Se
habrá despistado? ¿No quiere responder?
Las dudas, sorpresas o
inquietudes que experimentamos ante el silencio del destinatario podrían
ayudarnos a hacernos una pregunta: ¿yo respondo con agilidad a los mensajes que
otros me envían?
No se trata de ver los
mensajes como una especie de partida de tenis o ping-pong: apenas me llega un
WhatsApp o un mail tengo que responder a fuerza de teclado.
Se trata más bien de darnos
cuenta de que detrás de cada mensaje hay una persona que se interesa por
nosotros, que pide un consejo, que pregunta por una actividad en común, que
anhela ser escuchada.
Por eso, cuando nos llega un
mensaje, vale la pena un pequeño esfuerzo para responder lo más pronto posible,
por respeto hacia la persona que nos lo ha enviado.
Hay asuntos, ciertamente, a
los que no se puede responder con prisas: porque hace falta investigar un tema,
porque no tengo clara mi agenda, porque necesito tiempo para pensar bien las
opciones.
En esos casos, para
tranquilizar a quien me ha enviado el mensaje, puedo enviar una primera nota
con el sencillo mensaje de “recibido” y algún detalle personal hacia quien me
ha escrito.
Esa nota, que expresa mi deseo
de responder más adelante, tranquilizará al otro, porque así sabrá que he
recibido su mensaje, y que deseo responder en el futuro.
Parece una cosa
insignificante, pero en un mundo tan “intercomunicado” el gesto sencillo de
responder a los mensajes, aunque solo sea para decir “estoy en ello”, tiene su
valor: muestra ese deseo que tenemos de estar atentos al otro y de buscar la
manera de ofrecerle aquello que, razonablemente, desea de nosotros.