Errores en narraciones
históricas
P. Fernando Pascual
7-3-2023
En las diversas “historias”
que se cuentan sobre personas y sobre hechos del pasado, encontramos no pocos
errores, incluso falsedades, que se difunden ampliamente y que son aceptados
como verdaderos por muchos.
Podemos poner dos ejemplos,
sobre los cuales ya había hablado, hace años, Vittorio Messori.
El primero se refiere a la frase “¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los
suyos!” El segundo, a otra frase atribuida a Galileo Galilei “Eppur si muove!”.
La primera frase es usada con
frecuencia para denunciar la crueldad de los “cruzados” que lucharon en el
siglo XIII contra los cátaros (o albigenses).
La frase se sitúa en el
contexto del asedio de la ciudad de Béziers, el año 1209, y habría sido
pronunciada a la hora del asalto, para “motivar” a una masacre generalizada con
la excusa de que, si alguno fuese inocente, Dios lo salvaría...
Aunque diversos estudiosos han
puesto en duda la frase en cuestión, ha sido tan divulgada que muchos la dan
por incuestionable. Incluso reaparece, de vez en cuando, en importantes medios “informativos”.
La segunda frase suele
repetirse cuando se habla del proceso a Galileo Galilei. Según una narración
repetida numerosas veces, Galilei fue obligado a retractarse públicamente de
sus ideas sobre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol.
Tiempo después (alguno dice
que mientras estaba ante el tribunal que lo condenó), Galilei habría susurrado
o exclamado “Eppur si muove!”
(Sin embargo, se mueve), como reafirmación de su creencia de que es la Tierra
la que se mueve alrededor del Sol.
Esta segunda frase fue
inventada, según parece, muchos años después del juicio a Galilei, por un
periodista italiano llamado Giuseppe Baretti mientras
se encontraba en Londres...
La lista de errores en
narraciones que, supuestamente, ofrecerían datos interesantes de historia, es
larguísima y tiene sus orígenes en los primeros relatos sobre el pasado que los
hombres fueron elaborando.
Lo que sorprende es que
algunos errores, que han sido oportunamente desmentidos, siguen en circulación,
incluso gozan de una sorprendente “salud”.
Hay dos sencillas estrategias,
entre otras, para dejar a un lado invenciones o falsedades en las narraciones
de historia. La primera consiste en observar qué fuente informativa usa quien
propone un dato como si fuera un hecho del pasado.
Si alguien habla de las
matanzas de los albigenses sin aludir a ninguna fuente documental, o usa alguna
crónica de poco valor y difícil de verificar, podemos dudar de su “información”.
La segunda estrategia es más
difícil, pero resulta necesaria para derribar mitos y falsedades sobre el
pasado. Consiste en emprender un paciente trabajo de investigación para ir
hacia atrás y averiguar quién o quiénes empezaron a divulgar cierta información
y desde qué documentos.
Por desgracia, ni estas ni
otras estrategias serán suficientes para desmontar la cómoda creencia de
millones de personas que consideran como verdades históricas afirmaciones que
serían falsas.
Pero al menos ayudarán para
que los espíritus sanamente críticos desconfíen de “informaciones” que se
repiten sin apoyos serios, y para que emprendan investigaciones que permitan
acercarse, en la medida de lo posible, a un mejor conocimiento de los hechos
que entretejen la compleja e interesante historia humana.