Las atrocidades de la guerra

P. Fernando Pascual

3-4-2023

 

Existe el peligro de aceptar la idea según la cual en toda guerra se cometen atrocidades, como si se tratase de algo “inevitable”.

 

Esta idea surge desde un hecho: la enorme cantidad de abusos, violencias arbitrarias, agresiones sobre civiles, que han acompañado casi todas las guerras a lo largo de la historia.

 

Pero bajo esa idea se esconde un presupuesto equivocado: que esas atrocidades forman parte “constitutiva” del drama que inicia con cada guerra.

 

En realidad, cualquier injusticia y atrocidad en las guerras (también en los periodos de paz) se produce porque hay personas concretas que aprovechan la situación para abandonarse a las pasiones más bajas o para cometer acciones injustas planificadas con una frialdad casi diabólica.

 

Esas personas, sin embargo, como cualquier ser humano “normal”, puede controlar sus impulsos, puede apartarse de los proyectos injustos, puede decir no al mal.

 

Por desgracia, en las guerras se generan situaciones complejas de caos, unidas a falta de control por parte de las autoridades y a tensiones psicológicas, que permiten que salga a la luz lo peor que se esconde en muchos soldados o civiles.

 

Estas situaciones, sin embargo, no determinan a nadie a golpear a un niño, a disparar a un civil como si se tratase de un juego, a incendiar una casa en la que varios ancianos están atrapados.

 

Frente a esas y otras atrocidades, bastaría con que hubiera hombres y mujeres valientes para que los criminales fueran controlados, arrestados, neutralizados incluso con el uso de la fuerza, de forma que ningún inocente sufriese agresiones incalificables.

 

Además, los oficiales y las demás autoridades que tengan responsabilidades sobre los diversos grupos de soldados deberían intervenir con rapidez, aun a costa de imponer a los combatientes de su propio bando castigos serios que sirvan como aviso para los compañeros y, sobre todo, como defensa de los civiles.

 

Las atrocidades de la guerra, por lo tanto, no son inevitables, ni deberían ser vistas como algo “normal” en las acciones militares. Son bajezas que merecen ser fuertemente castigadas, de forma que nunca las operaciones militares se conviertan en excusa para dañar a inocentes.