Ciencia y poder
P. Fernando Pascual
13-3-2023
Pueden surgir muchas
reflexiones cuando vemos juntas las palabras “ciencia” y “poder”, y resulta
difícil enumerarlas de un modo más o menos completo.
Entre esas reflexiones, hay
una que se ha hecho presente en diversos momentos de la historia: ¿qué poder
adquieren quienes llegan a un conocimiento científico?
La pregunta puede ser
respondida en varias direcciones. Nos fijamos en dos. La primera se refiere al
deseo de los científicos de gozar de una amplia autonomía respecto de las
autoridades. La segunda alude al hecho de que el mismo conocimiento científico
se convierte en trampolín para un mayor poder.
El deseo de autonomía de los
científicos surge ante formas de organización social y política que aplican
sistemas de control y limitaciones más o menos precisas por parte de las
autoridades sobre las investigaciones que deseen poner en marcha los
científicos.
El deseo de autonomía de los
investigadores, si está acompañado de una buena ética, no implica la exigencia
de poder hacer todo tipo de experimentos, por ejemplo aquellos que resultan
claramente contrarios al respeto a normas básicas de justicia.
Pero no podemos cerrar los
ojos al riesgo, por desgracia concretizado en diversos momentos de la historia,
de que algunos científicos realicen experimentos claramente inmorales, como los
que se llevaron a cabo sobre niños o sobre prisioneros en algunos lugares del
planeta.
Por lo que se refiere al “poder”
que los científicos llegan a alcanzar a través de algunos de sus
descubrimientos, basta con imaginar lo que puede hacerse con una nueva
sustancia química, con una técnica capaz de modificar el ADN de plantas y
animales, o con los continuos desarrollos en el conocimiento sobre los usos de
la energía atómica.
Estos dos aspectos sobre las
relaciones entre la ciencia y el poder (incluyendo la política) muestran la
necesidad, tan sentida en las últimas décadas, de una mayor atención hacia
aquellos modos correctos que permitan una buena intervención de las autoridades
en el mundo de la investigación, y de la formación en principios éticos de
quienes investigan en tantos ámbitos del saber.
Solo a través de una seria
reflexión sobre estos puntos será posible establecer buenos puentes entre la
ciencia y el poder, sobre todo para que la investigación científica se
desarrolle éticamente, y para que sus descubrimientos ayuden a mejorar un poco
la vida de los seres humanos y de otros seres vivos que conviven con nosotros
en el planeta.