Buscar los fines

P. Fernando Pascual

2-1-2023

 

El hombre, al mirar cada realidad, intenta descubrir no solo el porqué, sino el “para qué” o el sentido, y así aspira a vislumbrar una explicación bastante completa sobre cada cosa.

 

¿Para qué sirve esta parte de un animal? ¿Para qué sirve el zángano de la colmena? ¿Para qué las hormigas guardan ciertas semillas en el hormiguero?

 

Tales preguntas resultan más difíciles cuando se trata de cosas materiales: ¿habría un para qué de la lluvia, del rayo, del volcán, de la piedra, del sol?

 

En cambio, la pregunta por los fines de un objeto artificial suele ser más fácil de responder. Esta pieza de la computadora sirve para avisar de que el ventilador no funciona bien, pues fue diseñada con este fin.

 

Cuando nos miramos a nosotros mismos, también podemos preguntarnos: ¿para qué estoy aquí? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Para qué estoy leyendo este libro o consultando esta página de Internet?

 

Al buscar los fines, en el fondo nos preguntamos si hay un sentido de cada cosa en particular. En ocasiones vamos más allá, cuando llegamos a preguntar si exista un fin del universo en general.

 

Algunos han intentado dejar a un lado la pregunta por los fines y han preferido explicarlo todo a través de “causas eficientes” que no tendrían ningún “fin” u objetivo de su modo de actuar.

 

Pero renunciar a la búsqueda de fines resulta equivocado. Basta con que pensemos en las numerosas veces en que tomamos decisiones precisamente porque nos hemos prefijado fines muy concretos.

 

Además, hablar de causas eficientes implica reconocer que esas causas están orientadas hacia una meta, un resultado. Ello vale de modo especialmente claro respecto de las decisiones humanas, pero también vale en el mundo de los animales y las plantas.

 

La pregunta por los fines llega a ser formulada, de modo radical, por la metafísica: ¿existe un fin, un para qué, que sea propio de cada “ente”?

 

La respuesta de autores como Platón, Aristóteles, santo Tomás o Hans Jonas, es un sí claro y decidido, y ha quedado plasmada en la famosa frase: “todo agente actúa por un fin”.

 

En este día veré muchas acciones y tomaré, desde mi voluntad libre, decisiones concretas. Cada acción, cada decisión, se comprenden solo desde la mirada hacia fines que dan sentido a lo que ocurre y lo que hacemos.

 

Esos fines pueden ser buscados con eficacia o con errores estratégicos. Pero, sobre todo, pueden ser buenos o malos.

 

Para saber si lo que escogemos como fin sea bueno o sea malo, podemos formular unas preguntas sencillas pero no fáciles de responder: ¿esto me ayuda a amar? ¿Me acerca hacia mi fin último, que es Dios, y hacia el fin más humanizador, que es amar al prójimo?