Dos fuentes de lo que decimos
P. Fernando Pascual
10-12-2022
Hablamos del clima, del precio
de la luz, de la importancia de tomar vitamina C, de lo que ocurrió en alguna
guerra del pasado.
Lo que decimos sobre cualquier
tema puede encontrar su origen en diversas fuentes de conocimiento. Dos de
ellas tienen un papel importante.
La primera, surge desde lo que
hemos leído o escuchado de otros. La segunda tiene su origen en experiencias y
reflexiones personales.
Como ejemplos de la primera
fuente, basta con escuchar a otros cuando hablan de la Primera o de la Segunda
Guerra Mundial, del cambio climático o de la utilidad de las vacunas.
Como ejemplos de la segunda,
notamos en seguida cuándo alguien presenció un accidente, o ha realizado una
investigación a fondo sobre un tema de interés.
Nosotros mismos usamos
continuamente de estas dos fuentes, en ocasiones de un modo mixto, pues
reelaboramos lo dicho por otros desde reflexiones y experiencias personales.
Así, al hablar sobre el mejor
modo de afrontar una gripe, usaremos con frecuencia ideas que nos ofreció un
médico o que leímos en la prensa, pero también el resultado de nuestras
observaciones al ver cómo superamos algunas gripes en los últimos inviernos.
Desde luego, en las dos
fuentes encontramos material muy valioso en todo aquello que esté cerca de la
verdad; pero también hay errores o, incluso, mentiras, que nos alejan de la
verdad.
No es raro, por ejemplo, que
escuchemos a quien afirma, con una seguridad sorprendente, que el cambio
climático es una invención de ciertas élites, porque han leído esa idea en
diversas páginas de Internet.
Incluso nosotros mismos
podemos estar convencidos de una imprecisión, porque hace años nuestro profesor
de biología nos enseñó (en su tiempo) que el genoma humano tiene alrededor de
100 mil genes, cuando ese dato ha sido radicalmente redimensionado en las
últimas décadas.
A pesar de los errores,
podemos señalar que las dos fuentes de lo que decimos (y pensamos) ofrecen
numerosas verdades, algunas corregibles, otras casi “definitivas”, que ayudan a
orientar la propia vida.
De vez en cuando, cuando
hablamos o cuando escuchamos, podemos preguntarnos: ¿de dónde viene esta idea?
¿En qué manera me ayuda a conocer mejor el mundo en el que vivimos?
Con una sana atención, podré
identificar a personas que, en libros o audios, me ofrecen buenos contenidos,
para prestarles la atención que merecen.
Podré también mejorar mi
manera de reflexionar sobre lo que experimento y escucho, a fin de que cada día
aumente mi espíritu crítico, para apartarme de lo impreciso o falso, y para
avanzar, poco a poco, hacia la verdad.