Obras de arte y vandalismo
P. Fernando Pascual
26-11-2022
Numerosos artistas nos han
legado un patrimonio de obras que hoy son objeto de admiración y de estudio por
parte de millones de personas.
Esas obras (pinturas y
esculturas, por ejemplo) suelen estar custodiadas en museos o estructuras que,
por un lado, garantizan su conservación; por otro, permiten al público poder
contemplarlas.
Sin embargo, como toda
realidad humana, las obras de arte están sometidas al desgaste del tiempo y, en
ocasiones, son objeto de actos de vandalismo.
Es difícil comprender cómo
algunas personas o grupos organizan actos para dañar, incluso para destruir,
obras de arte de un valor incalculable.
El extraño fenómeno del
vandalismo contra un cuadro o una estatua se explica, en buena parte, por ese
misterio del corazón humano, capaz de tomar decisiones que van contra bienes
importantes.
Intuimos que no existen
motivos válidos ni reivindicaciones que justifiquen el ataque a una obra de
arte, porque no se arreglan males del mundo a través de otros males.
Por desgracia, no solo hay
acciones contra obras de arte, sino que la historia humana está saturada de
acciones contra inocentes, víctimas de violencias desencadenadas incluso bajo
la “excusa” de que así se lograban metas “justas”.
Frente al daño que producen
acciones vandálicas contra el patrimonio artístico de la humanidad, y contra
seres humanos concretos, hace falta reconocer que la justicia solo debe ser
defendida con la misma justicia.
La noticia de un acto de vandalismo
contra un cuadro moderno o contra una estatua del mundo antiguo llevará, como
parece obvio, a mejorar los sistemas de seguridad para que no se produzcan
acciones parecidas.
Al mismo tiempo, si de verdad
amamos la justicia, tiene que llevar a la búsqueda de modos concretos para
defender a seres humanos inocentes, desde antes de su nacimiento hasta que les
llegue el momento de la muerte, porque siempre será más importante la vida de
las personas que la tutela de obras de arte de importancia.