Cadenas del pasado
P. Fernando Pascual
15-10-2022
Existe el peligro de quedar
prisioneros por cadenas del pasado.
Eso ocurre cuando una y otra
vez pensamos en hechos que nos han afectado con fuerza, hasta el punto de que
nos impiden vivir plenamente el presente.
Así, un accidente, un engaño,
un fracaso, un error, un pecado, vuelven a nuestra mente y nuestro corazón y
nos encierran en una tristeza amarga y estéril.
Es cierto que el pasado deja
marcas indelebles, que llega a ser parte esencial de la propia vida.
Pero también es cierto que,
mientras haya salud mental y física, tenemos ante nosotros un horizonte
magnífico de oportunidades para avanzar hacia metas buenas.
Así, quien ha sufrido un
accidente grave puede crecer en sus deseos por ayudar a otros que pasan por
situaciones parecidas.
Quien ha sido engañado, puede
dar consejos a familiares y amigos para que no les ocurra algo parecido.
Quien ha fracasado por
imprudencia propia o de otros, será más reflexivo y acogerá buenos consejos
ante nuevas ocasiones que se le presentan.
Quien ha pecado, llevado por
sus pasiones y su egoísmo, puede pedir perdón a Dios (y, cuando sea necesario,
a quienes haya ofendido), y recibir esa misericordia que reconstruye y que da
esperanza.
La vida es un tesoro
maravilloso que se vive día a día. No podemos dejarla aprisionar por cadenas
del pasado, por miedos, por frustraciones, sino que estamos llamados a
aprovecharla en plenitud.
Cada día comienza lleno de
oportunidades para amar y para dejarme amar. Libre de cadenas inútiles, y desde
la ayuda de Dios y de tantas personas buenas, hoy puedo vivirlo con esperanza,
orientado hacia aquello que promueve justicia, belleza y bienes, para el tiempo
y para la eternidad.