Insustituibles
P. Fernando Pascual
7-10-2022
Lo han dicho diversos autores:
todos somos sustituibles en la vida laboral, pero somos insustituibles como
seres humanos.
En la oficina, en el taller,
en las tareas agrícolas, quien deja un puesto puede se
fácilmente sustituido por otro.
El que ocupa ese puesto que ha
quedado vacío lo hará mejor o peor, pero siempre aparecen candidatos para
sustituir a los que ceden su lugar.
En cambio, nadie nos puede
sustituir en esa historia personal y única que tuvo inicio desde nuestra
concepción.
Lo que rompimos y lo que
construimos, lo que encontramos y lo que perdimos, lo que lloramos y lo que
reímos: nadie puede hacerlo como nosotros.
Somos insustituibles en la
familia, porque ninguno ha tenido los padres que nosotros hemos tenido, ni las
peleas con los hermanos, ni los abrazos para pedir perdón.
Somos insustituibles en tantas
relaciones de amistad: ninguno es capaz de sustituir a un amigo verdadero
cuando la muerte nos ha separado.
Somos insustituibles en esa
biografía escrita poco a poco: cuando ayudamos a un anciano a cruzar la calle,
cuando dimos fuerza a un enfermo con una donación de sangre, cuando visitamos a
una persona deprimida y le ofrecimos palabras de cariño y apoyo.
Somos insustituibles, sobre
todo, en el corazón de Dios. Nos amó de modo único y personal al crearnos. Nos
amó con el gran regalo de la salvación. Nos amó en tantos encuentros con su
misericordia.
Llegará un día en que dejemos
una silla de oficina o unas herramientas, y otro ocupe nuestro lugar. Pero
nunca llegará el día en que otro sustituya lo que somos en tantas relaciones
que establecimos aquí en la tierra.
Esas relaciones nunca
terminan, pues todo lo que sembramos en el amor tiene algo de eterno. Ha
quedado escrito en el corazón de Dios y de tantas personas que encontramos en
este camino único, insustituible, que cada uno recorre a lo largo de su
existencia humana, y que nos acerca diariamente a la patria de los cielos.