Sentirse un peso
P. Fernando Pascual
7-10-2022
Muchas personas necesitan
recibir continuamente ayudas para realizar acciones ordinarias, incluso para
comer, lavarse, moverse en casa. Por su edad avanzada, o por enfermedades de
diverso tipo, han perdido la autosuficiencia y necesitan el apoyo de otros.
Existe, entonces, el peligro
de sentirse un peso, sobre todo en familia. Además, en ocasiones, algunos entre
los seres más cercanos hacen notar a esas personas necesitadas que, de verdad,
causan mucho trabajo.
En familias donde hay prisas,
donde varios trabajan o estudian de modo intenso, donde el deseo de fiestas,
deportes, juegos, redes sociales, ocupa un espacio enorme de tiempo, el
familiar necesitado puede ser visto como un obstáculo.
Resulta doloroso percibir que,
para otros, uno ha empezado a ser considerado como un peso. Incluso en aquellos
casos afortunados donde la familia se vuelca sobre el anciano o el enfermo,
también es posible que el necesitado sufre al ver cuánto trabajo genera en otros.
Sentirse un peso puede llevar
al desánimo, a un decaimiento interior, a un verse a sí mismo como quien no
sirve, no colabora, no puede hacer casi nada por los demás.
Aunque no resulta nada fácil,
los familiares movidos por el cariño verdadero buscarán modos para que el
enfermo no se encierre en esa dañina idea de verse a sí mismo como un peso.
Es cierto que las personas no
autosuficientes necesitan mucha ayuda. Pero también es cierto que los miles de
familiares y agentes sanitarios que las ayudan no hacen algo “inútil”, sino que
aprenden a vivir con la mente y el corazón orientados a servir al necesitado.
Además, existen modos de
superar el miedo de verse como un peso cuando se descubren las pequeñas
acciones con las que uno, a pesar de sus limitaciones, puede ayudar en cosas
sencillas de la casa o, al menos, en esa hermosa “tarea” de escuchar a quienes
desean un rato en compañía.
La enfermedad o el paso de los
años, desde luego, limitan el margen de acción que uno desearía tener para
actividades “productivas” y útiles, para colaborar en la casa y en la sociedad.
Pero quienes no pueden
realizar tantas acciones que desearían, pueden, siempre, ofrecer una sonrisa,
acoger a quien necesita hablar un poco, dar las gracias, y rezar a Dios por sus
seres queridos y por este mundo tan necesitado de esperanza...